En comparación con el resto de Centroamérica, los niños salvadoreños que emigran hacia Estados Unidos son más vulnerables porque son considerados por el crimen organizado como mercancías. Según cifras extraoficiales, alrededor de 600 menores de edad viajan mensualmente de forma ilegal a ese país norteamericano, algunos de ellos huyendo de las pandillas.
El ministerio de Relaciones Exteriores, a través del viceministerio para Salvadoreños en el Exterior, la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) y con el apoyo de la Fundación Ford, presentaron este martes la investigación “Atrapados en la tela de araña: Migración irregular de niñas y niños salvadoreños hacia los Estados Unidos”.
Una de las investigadoras, Larissa Brioso, dijo que los niños y niñas que están viajando con algún familiar experimentan menos riesgos, entre ellos están los hondureños y los guatemaltecos. Pero entre los hallazgos de esta investigación está el hecho que los infantes salvadoreños son llevados por «coyotes» −que forman parte del crimen organizado− y son vistos como objetos que pueden ser secuestrados.
“Es la única niñez por la que se está pagando un dinero y ellos (los coyotes) saben que sus padres o familiares están pagando entre 7 y 11 mil dólares”, agregó.
Al viajar acompañados dentro del marco del tráfico de personas, los niños salvadoreños incrementan su vulnerabilidad porque son identificados por el crimen organizado como una mercancía que puede servir para extorsionar tanto a sus familiares en Estados Unidos como en El Salvador, sostuvo Larissa Brioso.
Enfatizó que es menos probable que los traficantes de personas secuestren a niños hondureños o guatemaltecos porque no ven en ellos una fuente para obtener beneficios económicos.
No hay cifras oficiales acerca del número de infantes que viajan ilegalmente hacia los Estados Unidos, pero se manejan estadísticas extraoficiales que son alrededor de 600 al mes. De ellos, 160 son regresados mensualmente en grupos de 40 por semana. “Ellos son los detenidos en su tránsito”, señaló.
Larissa Brioso sostuvo que los niños y niñas que son regresados solo alcanzan a viajar un promedio de una semana. Dos días pasan en Guatemala y tres en México, donde con frecuencia observan abusos sexuales y gente asesinada. Esta situación les ocasiona altos niveles de ansiedad y estrés.
El estudio “Atrapados en la tela de araña: Migración irregular de niñas y niños salvadoreños hacia los Estados Unidos” se realizó en 13 municipios del país, entre ellos San Miguel, San Gerardo (San Miguel), La Unión, Santa Ana, Suchitoto (Cuscatlán), Las Chinamas y Tacachico (La Libertad).
En esos municipios, “si vamos a un noveno grado de un centro escolar y se le pregunta a los niños quiénes están pensando en emigrar, todos levantan la mano porque para ellos sus oportunidades de educación terminan con el noveno grado. Las oportunidades reales de continuar con el bachillerato son mínimas”, indicó.
En este sentido, otro elemento importante que refleja el estudio es que si bien los niños y niñas con padres en Estados Unidos han logrado vencer la situación de pobreza extrema, no han superado la exclusión social. Son jóvenes que no van a poder ingresar al mercado laboral.
“Ya no se van a morir de hambre, ya tienen un techo, una casa, pero no perciben que tengan la oportunidad de incorporarse al mercado productivo, al sector profesional ni al académico”, dijo.
Esta es una de las razones por las cuales los niños y jóvenes siguen migrando. La situación del país no les ofrece las oportunidades de integrarse al sistema social.
La violencia ocasionada por las pandillas también es un motivo que potencia la decisión de migrar hacia Estados Unidos. Larissa Brioso sostuvo que el estudio reveló que 1 de cada 5 niños y niñas expresó que la motivación de su migración era las amenazas de las pandillas.
“Si bien toda la niñez (de la población estudiada) tiene la idea de migrar como una posibilidad importante dentro de su proyecto de vida, la amenaza de las pandillas es un factor detonante”, concluyó.