El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

La Canasta Campesina, agricultura orgánica contra la pobreza en El Salvador

por Redacción


La "Canasta Campesina", como se conoce a la iniciativa, involucra a 150 mujeres y 50 jóvenes de Comasagua, un fresco poblado de 12.000 habitantes enclavado en la cordillera El Bálsamo.

Un novedoso sistema que combina la producción agrícola orgánica y la comercialización anticipada se ha convertido en la esperanza de un pueblo del oeste de El Salvador empobrecido por la decadencia de sus productos tradicionales como maíz, frijol y café.

La «Canasta Campesina», como se conoce a la iniciativa, involucra a 150 mujeres y 50 jóvenes de Comasagua, un fresco poblado de 12.000 habitantes enclavado en la cordillera El Bálsamo, a 1.070 metros de altitud y a 30 km al suroeste de San Salvador.

Las familias pioneras de este plan han abandonado los cultivos tradicionales y ahora siembran frutas y hortalizas por medios orgánicos, los cuales les son contratados anticipadamente por personal de sedes diplomáticas y organismos internacionales acreditados en San Salvador. Los excedentes de producción se venden en un improvisado mercado en el Centro Cultural de España.

Las embajadas de Francia, España y Japón, la representación de la Unión Europea, la cooperación japonesa, oficinas de Naciones Unidas y el Liceo Francés, entre otras instituciones, son algunos de los clientes que consumen vegetales producidos bajo este novedoso sistema.

«Cuando toda la comunidad se ha quedado sin trabajo porque la roya echó a perder la cosecha de café, la Canasta Campesina que producimos en estos huertos es una esperanza», declara a la AFP Mariana Santos, una campesina de 53 años que vive en una casa de lámina, al sur de Comasagua.

Esta mujer de piel trigueña y cabello entrecano muestra con orgullo su huerto, donde crecen vigorosos rábanos, chiles, zanahorias, lechugas y plantas aromáticas como el cilantro, y admite que, como todos los inicios, el de este proyecto no fue sencillo.

El principal desafío fue convencer a los asociados de que era posible la producción órganica para la soberanía alimentaria de la comunidad y atenuar la pobreza que en El Salvador ronda el 34,5% de los 6,1 millones de habitantes.

Paciencia, la clave

El proceso de la agricultura orgánica se inicia cuando los afiliados se internan en una distante montaña para recolectar la blanquecina hojarazca de bambú descompuesta y los pequeños volcanes de tierra abandonados por las hormigas conocidas como «zompopos».

De este material se obtienen «microorganismos sólidos» que son la base de los biofertilizantes y plaguicidas utilizados en la agricultura orgánica.

Bajo un rústico techado de láminas, cinco personas hacen una «sopa» con residuos de arroz y melaza a los que agregan los microorganismos. Veintidós días después, la mezcla habrá alcanzado el grado de descomposición necesario para ser aplicado a las plantas, explica el agrónomo Nelson Velásquez, encargado de las capacitaciones.

Las unidades productivas van de huertos caseros de diferentes tamaños a plantaciones más extensas bajo invernaderos.

Pero sin importar el tamaño de la plantación, en el proyecto nada es improvisado: «Con los pedidos adelantados hacemos el plan de siembra», explica Ever Valle, un joven de 21 años que coordina la logística del programa.

La alegría en canastas

Es un pequeño camión el que recorre las sinuosas calles de tierra de Comasagua y sus cantones para recolectar la cosecha, que se acopia en un local junto a la iglesia evangélica del pueblo.

«Mi orgullo es entregar huevos de gallina india, son de puro amor», dice entre risas Noemi Hernández, una septuagenaria del cantón La Shila, a 20 km de Comasagua, que además entregó cebollines, calabazas y yerbabuena.

En otro punto de la ruta hacia La Shila, Norma Hernández salió al paso del camión para entregar una buena carga de tomates, berenjenas y huevos de codorniz.

En el centro de acopio, los productos son empacados cuidadosamente y colocados en canastas de tres tamaños por las que los clientes pagarán de 10 a 20 dólares.

Guadalupe Contreras, de 38 años y madre de ocho hijos, a quien tocó entregar las canastas correspondientes a la embajada de Francia, dijo que nunca pensó «entrar en una embajada».

«Este dinerito que me dieron servirá para que los compañeros sigan cultivando», comentó Contreras a la AFP, sin disimular su alegría.

Para el embajador de Francia, Philippe Vinogradoff, la iniciativa de productos orgánicos «es un proyecto fantástico para enfrentar la pobreza».

«Lo bueno de la iniciativa es que desarrolla circuitos cortos y seguros de comercialización», destacó por su parte el agregado de cooperación de la legación francesa, Baptiste Violi.

El creador del programa, Jean Michel Fouillade, del Socorro Popular Francés, reveló que su institución aportó un respaldo al proyecto de 200.000 euros y la Unión Europea (UE) 400.000 euros más para un período de tres años.

«Con la agricultura campesina, orgánica y sostenible promovemos una economía justa, social y solidaria», resumió Fouillade.