El Salvador
jueves 7 de noviembre de 2024

Pandilleros primero le quitaron el saludo y luego desaparecen a sobrina

por Redacción


Si no se ubica un desaparecido después de 48 horas, dicen algunos, en El Salvador se le considera fallecido. Una joven desapareció recientemente. Su caso pareciera atípico: los pandilleros que la secuestraron no llamaron para extorsionar o negociar un rescate con su familia, solo dijeron que estaba viva y que le había ocurrido un “percance”.

Un saludo es un pacto de silencio entre pandilleros y ciudadanos comunes; su omisión puede ser una sentencia de muerte. Esa mañana de domingo, cuando miembros de la Mara Salvatrucha (MS) no le correspondieron el habitual saludo a Don Antonio, sospechó que algo andaba mal: miradas intrigantes y esquivas fueron signos de un cambio de actitud, inusual, hacia él. El día siguiente lo comprobaría al saber que su sobrina había desaparecido.

La sobrina de Don Antonio es una estudiante universitaria: ella tiene 30 años, es licenciada en ciencias sociales y estudiante de maestría. Si algo la caracteriza es su disciplina: siempre acude puntualmente a clases, nunca se ausenta y obtiene buenas calificaciones. En su vida diaria es igual: disfruta de su tiempo libre con su familia, no acostumbra a salir.

Todos los días, cada vez que salía y regresaba a su casa, se encontraba con integrantes de la MS. Un saludo distante, comedido, pero suficiente como para generar una situación de respeto mutuo. Como todos los domingos, fue a la iglesia con su familia, entre ellos su tío. El día transcurrió normal, luego del servicio religioso retornaron a su casa cuando iniciaba la noche. Sin embargo, un detalle cautivó la atención del Don Antonio: cuando saludó a los pandilleros que se apostaban cerca del templo, ellos lo ignoraron y solo proyectaron la hostilidad que inundaba sus ojos. El pacto se había roto sin previo aviso.

Para el tío, la señal previa fue los nuevos vecinos que llegaron a la zona. En esa colonia, cercana al Estadio Las Delicias, de Santa Tecla, es un de cinturón de pandillas y en las últimas semanas se han visto movimientos atípicos: miembros de la MS de Opico, Chanmico, de las comunidades El Paraíso y El pino se han desplazado a esta zona residencial. Todos estos lugares son bastiones de dicha pandilla.

Esta colonia tecleña está en el perímetro del cementerio clandestino implementado por la MS. En el último año, en la zona se han encontrado los restos de 13 personas. Por eso se sabe que cualquier tregua es frágil. Por eso se conmocionaron cuando el lunes 21, la joven universitaria no había llegado a  su casa entrada la noche.

Ese día salió de su casa para realizar diligencias familiares, entre ellas visitar a un abogado. Hasta las 11:00 a.m. mantuvo comunicación con su prima vía mensajes de texto. Todos se extrañaron, horas después, cuando ella no llegó la hora del almuerzo ni a la cena. Tampoco contestaba el teléfono. Mucho menos contestó los mensajes que eran enviados por la prima. La preocupación se transformó en angustia cuando se despertaron al día siguiente y no había llegado a su casa.

Luego, el temor. El día martes sus familiares recibieron una llamada anónima, donde advirtieron al tío para que no avisaran a la policía de la desaparición, y amenazaron con asesinarlos a todos si hacían lo contrario.

Según el protocolo de estos casos, se debe aguardar 72 horas para interponer la denuncia ante la Policía. Para familiares y amigos la espera ha sido traumática. Ese mismo día, la madre de la joven recibió una llamada de una mujer que le dijo que su hija se encontraba con vida y que no se preocupara. “Solo le ha ocurrido un percance”. Colgó.

Un amigo marcó al teléfono de la muchacha y le contestó un hombre que se distinguía por su jerga pandilleril. Rápido colgó el teléfono sin que pudiera replicarle. Él le contó esto a su tío quien inmediatamente llamó hasta el cansancio. Nunca contestaron.

“Hemos hecho más de 100 llamadas, todas sin  respuesta. Esta situación es desesperante, causa angustia e impotencia. Primero que todo nos preocupa cómo está ella, pero toda la familia está en riesgo inminente. Nosotros sabemos que hay que esperar 72 horas, pero es indignante que hasta la fecha la Policía no haya hecho las primeras indagaciones, dejándonos en el limbo. Cada hora que pasa es una hora menos de posibilidades de encontrarla con vida”, cuenta el familiar.

Es un caso particular: los secuestradores no se han contactado con la familia para extorsionarlos ni para negociar su rescate, esto los desconcierta aún más.

Ellos se han dedicado a pegar carteles en la ciudad donde desapareció, a pesar del terror que implica el hecho de buscar ayuda para encontrar sus restos.

La sobrina de Don Antonio es un caso más de personas que desaparecen a diario en El Salvador. Su caso no ha llegado aún a la Fiscalía General de la República, debido a que su familia no ha interpuesto la denuncia por temor a que represalias. Esta joven tampoco es una “Ángel Desaparecido”, programa que busca exclusivamente a menores de edad y que alerta a medios, sociedad e instituciones estatales para redoblar esfuerzos de búsqueda y localización en las primeras horas que ocurre la desaparición.

Don Antonio sabe hoy que ese saludo y ese repentino cambio era señal de un siguiente paso –meticuloso- que se avecinaba.