Venezuela votó este domingo en elecciones municipales consideradas el primer gran test del presidente Nicolás Maduro, en un marco de alta inflación y escasez de productos básicos, y a siete meses de haber sido ungido por voto popular tras la muerte de Hugo Chávez.
Los comicios en 337 alcaldías fueron elevados a la categoría de plebiscito por la oposición, en una apuesta riesgosa cuyo resultado, esperado para esta misma noche, podría volverse contra los partidos aglutinados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), liderada por Henrique Capriles, quien perdió las presidenciales de abril por 1,5 puntos.
Para Maduro, cuyo triunfo presidencial nunca dejó de ser cuestionado por los opositores, el triunfo sería una moción de confianza a su gobierno. Al votar este domingo, el presidente llamó a respetar los resultados. «La palabra del CNE (Consejo Nacional Electoral) será palabra sagrada (…) Si ganamos por un voto una alcaldía, la ganamos y si perdemos por un voto, lo aceptamos».
Poco después votó Capriles quien acusó al presidente de «proselitismo descarado» y señaló que «hay muchas denuncias de todos los abusos: demora, operación morrocoy (lentitud en el proceso), centros donde se ha dañado la máquina».
Las votaciones en casi 14.000 centros transcurrieron sin mayores incidentes y hora y media antes del cierre de mesas –iniciado a las 18h00 locales, 22h30 GMT– el CNE estimó en un tuit que ya había «sufragado más del 50% de venezolanos y venezolanas».
Las «joyas de la corona»
La «Revolución Bolivariana» de Chávez ha ganado regularmente casi todos los comicios y plebiscitos en los últimos 14 años en el país, que tiene las mayores reservas petroleras del mundo.
El chavismo controla más del 80% de los municipios y los pronósticos le auguraron que mantendrá al menos dos terceras partes, en especial luego de la «guerra económica» del presidente, quien ordenó rebajas compulsivas de precios y amenazó con encarcelar a los especuladores.
Por su parte, los opositores se atrincheran en ciudades grandes, entre ellas las dos principales aglomeraciones del país, consideradas las «joyas de la corona»: el distrito metropolitano de Caracas y la petrolera Maracaibo, que suman un sexto del padrón electoral.
Sin embargo, la defensa de esos dos trofeos frente al asalto gubernamental no está decidido, en especial en Maracaibo, donde el joven filósofo –doctorado en Italia y Francia– Miguel Pérez Pirela es un serio rival de la alcaldesa Eveling Trejo, esposa del conspicuo antichavista Manuel Rosales, exiliado en Perú.
Ambos candidatos votaron temprano en la mañana y luego alentaron a sus tropas por tuit. «Estamos en la recta final. Todos a votar», escribió Perez Pirela. «Jóvenes. ¡Operación Avalancha es ahora o nunca! Salgamos a votar», contraatacó la alcaldesa.
La jornada, custodiada por 120.000 militares, comenzó para cientos de miles de jóvenes varias horas antes del amanecer, cuando se lanzaron a las calles para acudir a sus puestos en las Unidades de Batalla Bolívar Chávez (UBCH), eje de la formidable maquinaria electoral oficialista y con la tarea asignada de garantizar cinco millones de votos.
Una sociedad dividida
Irma y Lenin son comerciantes, pero su profesión y que hoy votaron es casi lo único que tienen en común. Ambos son una muestra –minúscula pero simbólica– de esta sociedad de 30 millones de habitantes, partida en dos.
Hay «una super crisis económica, hay cola para todo, hay escasez de todo. Con los votos estamos expresando la inconformidad», dijo a la AFP Irma Berrios, en el acomodado municipio de Chacao, bastión opositor de Caracas.
«Tenemos la obligación de conquistar una victoria para seguir adelante con el proceso revolucionario. Este no es el momento ideal para que la oposición gane terreno», replica el también comerciante Lenin López quien vota en el popular sector de 23 de enero, al otro extremo de la capital venezolana.
Venezuela llegó a las elecciones con una inflación del 54% anual, fuertes presiones sobre la cotización del dólar en el ilegal mercado paralelo, donde cotiza nueve veces más que en el controlado mercado oficial, y escasez puntual de productos.
Maduro, en picada en los sondeos hasta octubre, salió al contraataque en noviembre y tras definirse como «presidente justiciero», lanzó una ofensiva que forzó la baja de precios de televisores, zapatos o tornillos, censó comerciantes y amenazó con prisión a díscolos.
Encuestas privadas a las que tuvo acceso la AFP detectaron que la panoplia de medidas, que apuntan básicamente a la clase media, habrían frenado la caída de la intención de voto de los candidatos oficiales e incluso revertido la tendencia.