El Salvador
sábado 16 de noviembre de 2024

Rebelión en una televisión regional de España condenada al cierre

por Redacción


Cada programa informativo está centrado en el rechazo al cierre, haciendo desfilar numerosos mensajes de apoyo procedentes de las redes sociales o de personalidades del mundo del deporte, la ciencia o la música.

Sobrecogidos por el anuncio de un cierre inminente, los periodistas de la televisión de Valencia, en España, replican con la mejor arma a su disposición: la antena, por la que a diario lanzan sus mensajes de protesta.

«Sin RTVV (Radio Televisión Valenciana, ndlr), esto ya no lo veréis más», repiten los presentadores de Canal 9 tras la difusión de los reportajes sobre esta región de la costa mediterránea.

En la esquina superior derecha de las pantallas, una palabra advierte de la problemática: «#RTVVnoestanca», RTVV no cierra, en valenciano, un dialecto del catalán en el que emite esta cadena.

Cada programa informativo está centrado en el rechazo al cierre, haciendo desfilar numerosos mensajes de apoyo procedentes de las redes sociales o de personalidades del mundo del deporte, la ciencia o la música.

Incluso el espacio meteorológico está acompañado por imágenes de las manifestaciones de los trabajadores.

Estos aún están digiriendo el impacto de la noticia: el martes, apenas unas horas después de que la justicia anulara el despido previsto de 1.000 de los 1.700 empleados, el gobierno regional decidió cerrar la cadena, declarándose incapaz económicamente de readmitir a los despedidos.

Se trata del primer cierre de una televisión regional en España, un país, que además de la televisión estatal TVE, cuenta con otras 13 televisiones públicas regionales, algunas incluso con varias cadenas.

Desde el miércoles, los periodistas valencianos han tomado el control de las emisiones para denunciar esta decisión.

Esto parece haber gustado a la audiencia, que se ha multiplicado por tres, hasta alcanzar una cuota de pantalla del 9,4%.

Este cambio de tono sorprende tras años de benevolencia con el Partido Popular, de derechas, que gobierna en la región: durante sus 24 años de existencia la cadena ha sido «un juguete, un caro instrumento de propaganda al servicio del poder», criticaba el jueves el diario El País.

«Mis mentiras en Canal 9» confesaba esta semana en Twitter la periodista Iolanda Mármol, denunciando el control editorial de la dirección.

«Recuerdo cuando nos exigían grabar a Eduardo Zaplana (expresidente de la región, ndlr) de su perfil bueno» o «cuando me prohibieron decir que (el exjefe del gobierno socialista José Luis Rodríguez) Zapatero había anunciado el cheque-bebé (una ayuda a la maternidad, ndlr), como si de este modo los valencianos no fuesen a conocer la noticia».

«Los informativos eran el No-Do», el nombre de los telediarios del periodo franquista (1939-1975), reconoce Elpidia Bellver, periodista desde hace 17 años de Canal 9.

«Muchísima gente fue castigada, apartada de los informativos por haber criticado» y en su lugar «llegaba gente obediente», recuerda.

Pese a la tardía rebelión, Alberto Fabra, jefe de gobierno de la región, la más endeudada de España, advirtió el miércoles que el cierre de RTVV es «innegociable» y se producirá «todo lo rápido que permita la legislación».

El jueves por la noche se nombró de urgencia un nuevo director para el ente, esperando recuperar el control de la antena hasta su cierre.

Pero los trabajadores no piensan ceder: «tenemos la firme intención de continuar en nuestros puestos de trabajo, trabajando como siempre con profesionalidad y con responsabilidad para que el gobierno valenciano se replantee la decisión de cerrar esta televisión pública», aseguraba el jefe del servicio internacional de Canal 9, Vicent Montagud.

«Vamos a continuar manteniendo las emisiones de la radio y de la televisión porque somos profesionales», afirmaba Salud Alcover, presidenta del comité de empresa de RTVV.

«Si alguien quiere cortar las emisiones, que vengan ellos y que las corten», desafiaba.

Pese a la revuelta, la periodista Elpidia Bellver reconoce que ella y sus compañeros acuden al trabajo «con el susto en el cuerpo».

«No sabemos siquiera si el sábado nos van a dejar entrar» o la televisión habrá echado ya el cerrojo.