Ante el incremento de disturbios y ataques en Jesuralén, Israel endurece las medidas de castigo. En su reunión semanal, el gabinete de Benjamin Netanyahu ha aprobado una reforma en la ley delictiva que incluirá penas de hasta 20 años de prisión para aquellos que lancen piedras y cóctels molotov.
Se trata de un fenómeno cada vez más frecuente en las últimas semanas y que protagonizan jóvenes palestinos de Jerusalén Este (en muchos casos menores de edad) contra coches, autobuses y casas de israelíes. El tranvía es otro de los objetivos habituales de las piedras. De ahí que muchos lo hayan bautizado como «la Mini-Intifada de Jerusalén» o «la Intifada de los jóvenes».
«Israel actúa de forma vigorosa contra terroristas, lanzadores de piedras, de bombas incendiarias y petardos. Aprobaremos una ley más agresiva para devolver la calma y seguridad a todas las partes de Jerusalén», ha declarado Netanyahu.
El jueves pasado, el dirigente israelí ordenó una mayor presencia de efectivos de seguridad en Jerusalén a raíz del intento de asesinato a manos de un palestino del conocido rabino Yehud Glick, figura clave del reducido pero militante movimiento religioso nacionalista que exige el derecho de los judíos a rezar en el Monte del Templo (según el judaísmo) o Explanada de las Mezquitas (según el Islam). Para los palestinos, la entrada de judíos en el santuario «es una provocación de radicales con consecuencias imprevisibles».
Ante la ola de protestas en el mundo musulmán -encabezadas por Jordania y el presidente palestino, Abu Mazen- ante lo que llaman «provocaciones y ataques de radicales israelíes contra la Mezquita Al Aksa», Netanyahu ha negado hoy que impulse un cambio de status quo. «Seguiremos garantizando la libertad de acceso de judíos, musulmanes y cristianos a los lugares santos de Jerusalén».
Asimismo, ha pedido calma «a todas las partes» asegurando que «es muy fácil encender el fuego religioso pero es mucho más difícil apagarlo».