Dos gatilleros o sicarios llegaron al funeral de una mujer que había sido asesinada en una cárcel, ordenaron a los familiares de la fallecida y amigos salirse y comenzaron a acribillar el ataúd con el cadáver adentro.
Los dolientes que llegaron a la velación huyeron horrorizados y llamaron a la policía. Una vez más se cumplió una frase tantas veces dicha en el mundo de los gánsteres: en la guerra entre pandillas ni los muertos encuentran descanso.
Todo comenzó así: Margarita Elizabeth Gómez Díaz fue una de las seis mujeres brutalmente asesinadas en la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), en Honduras. Esos crímenes ocurrieron en la noche del 23 de mayo.
Al día siguiente, entre las nueve y diez de la noche, llegaron los gatilleros al funeral y comenzaron a disparar al ataúd. Esto ocurrió en un sitio conocido como La Cantera, cerca del barrio Buenos Aires y cerro El Picacho.
De acuerdo con la prensa hondureña, la familia de la fallecida pidió permiso a la pandilla que controla la zona para realizar el funeral. Sin embargo, todo apunta a que los mismos miembros de la pandilla, la Mara Salvatrucha, cometieron el horrendo acto.
Gómez Díaz era miembro de la MS-13. Aparentemente traicionó a su pandilla.
La mujer murió en la pelea en la que también fallecieron cinco reclusas más y dos sufrieron heridas de gravedad, según el Instituto Nacional Penitenciario (INP).
El enfrentamiento se registró en la Penitenciaría Nacional Femenina ubicada en el extremo norte de Tegucigalpa, por causas que están siendo investigadas por las autoridades penitenciarias y de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI).
La pelea ocurrió al parecer luego de que una privada de libertad causó un incendio en la celda de pre liberación de la cárcel, el cual fue controlado por el Cuerpo de Bomberos de Honduras.
El momento fue aprovechado por un grupo de reclusas para ir a otro módulo de la cárcel, donde asesinaron de manera violenta a seis compañeras de prisión, explicó el alto cargo militar.
Todas las fallecidas eran de la MS-13.
Compuesto por unas 30 cárceles, el sistema penitenciario alberga a unos 22.000 reclusos, cuando su capacidad máxima es de 8.000, y menos de la mitad de los presos han sido condenados.
Los presidios de Honduras son considerados una «bomba de tiempo», por el hacinamiento, los problemas de infraestructura y un número de presos en detención preventiva.
El 30,3 % de las mujeres recluidas en Honduras tiene una condena, mientras que el resto permanece en prisión sin sentencia, según cifras de la Alianza por los Derechos Humanos, que aglutina a tres organizaciones defensoras de esos derechos.
Solo 269 (30,3 %) de las 887 mujeres presas en Honduras cuentan con una condena, según las cifras de organizaciones hondureñas.