El primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, estimó que la «fuerza insensata» no conduce a la paz en su país, en su primera reacción pública desde que un avión teledirigido estadounidense matara al líder de los talibanes.
Por su parte, el presidente afgano, Hamid Karzai, en una declaración a una delegación del Congreso de Estados Unidos de visita en Afganistán, estimó que la muerte de Hakimullah Mehsud, jefe de los talibanes paquistaníes, ultimado el viernes por un drone estadounidense, se produjo en un momento «mal elegido» y esperó que lo ocurrido no afecte a los intentos de pacificar la región.
Cuando murió Mehsud, Sharif tenía previsto enviar una delegación a las zonas tribales para intentar entablar negociaciones de paz. Según el ministro del Interior, Chaudhry Nisar, un equipo de personalidades religiosas estaba lista para viajar horas después a entrevistarse con representantes del Tehrik e Talibán Pakistán (TTP).
«Mi gobierno está firmemente decidido a ponerle fin al ciclo de baño de sangre y violencia», declaró Sharif este lunes, en un discurso pronunciado tras unos ejercicios militares que tuvieron lugar en la región de Punyab (este).
«Pero no lo puede hacer de la noche a la mañana, ni desencadenando una fuerza insensata contra nuestros conciudadanos, sin antes haber hecho todos los esfuerzos posibles para que los elementos equivocados y confundidos de la sociedad vuelvan a unirse a la corriente mayoritaria» de la población paquistaní, agregó.
El TTP, una alianza de facciones islamistas armadas que causó miles de muertos desde su creación hace seis años, actúa separadamente de los talibanes afganos, pero en teoría ambos prometen lealtad al mismo líder, el mulá Omar.
El papel de Pakistán, influyente vecino que reconoció a los talibanes cuando ejercían el poder en Kabul entre 1996 y 2001, es considerado crucial para evitar una nueva guerra civil en Afganistán tras la retirada de las fuerzas de la OTAN en 2014.
Los talibanes de Pakistán nombraron este domingo a un nuevo líder interino, Asmatulá Shaheen Bhitani, en momentos en que Pakistán acusaba a Washington de «sabotear» el proceso de paz.
Sin embargo, según varios responsables y documentos revelados en los últimos años, Islamabad dio su autorización para algunos de esos polémicos ataques e incluso pidió a Estados Unidos que apuntase a algunos blancos concretos.
«Pakistán juega un doble juego. Por un lado apoya a Estados Unidos y por otro quiere dialogar con nosotros», había estimado Azam Tariq, un comandante de los insurgentes.
Washington rechazó las acusaciones de sabotear el proceso de paz. Un funcionario del Departamento de Estado afirmó que Pakistán y Estados Unidos tienen un «interés estratégico compartido en la erradicación de la violencia extremista». «La cuestión de si se debe negociar con el TTP es un asunto interno de Pakistán», agregó.
Estas explicaciones no parecieron convencer a la formación opositora de la exestrella de cricket Imran Khan, el Partido de la Justicia (PTI), que gobierna la estratégica provincia de Jiber Pajtunjua, fronteriza con Afganistán. Así, el PTI propuso un bloqueo de los convoyes de la OTAN que transitan por Pakistán.
Sin esperar que se concrete un posible bloqueo de este tipo, en la provincia de Baluchistán, también fronteriza con Afganistán, hombres armados incendiaron el lunes dos camiones cisterna de la OTAN en Afganistán, según fuentes locales.
En actos de violencia sin relación aparente con el disparo de drone estadounidense, a los que la policía atribuyó motivos confesionales, al menos cuatro musulmanes chiitas murieron a balazos el lunes y tres más resultaron heridos en distintas partes de Pakistán, un país mayoritariamente sunita. Los chiitas representan aproximadamente un quinto de la población.