Los obispos de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá, integrantes del Secretariado Episcopal de América Central (Sedac), convocaron a unirse en oración «a ese grito de fe, esperanza, paz y libertad» por Nicaragua y en solidaridad con la Iglesia nicaragüense, que «afronta una desafiante realidad», según un mensaje divulgado este sábado.
La jornada de oración fue convocada para el próximo 8 de diciembre, en honor a la Inmaculada Concepción de María, considerada la Madre y Patrona de Nicaragua por la Iglesia católica nicaragüense.
En el mensaje conjunto titulado «Jornada centroamericana de oración por la Iglesia en Nicaragua. ‘Gritamos con Nicaragua’. Si un miembro sufre, todos sufrimos con él (1Cor 12,26)», los obispos miembros del Sedad expresaron su «profunda solidaridad y comunión con el pueblo de Dios en Nicaragua, el cual -muchas veces- afronta una desafiante realidad».
Para este 2024 «convocamos a todos a unirse en oración a ese grito de fe y esperanza, paz y libertad, que el pueblo fiel dirige a su Madre y Patrona. Nuestros pensamientos están con ustedes, hermanos nicaragüenses. Nos unimos fraternalmente a su grito, que respetuosamente espera encontrar respuesta», clamaron.
Los obispos centroamericanos, que se reunieron en una Asamblea en El Salvador, invitaron a que en cada diócesis y vicariato, en cada parroquia y comunidad de toda América Central, en la festividad de la Inmaculada Concepción, «se tenga una jornada de oración por nuestra Iglesia hermana en Nicaragua, como expresión de nuestra cercanía y aprecio fraterno, para que nadie se sienta solo».
«Este año, cuando en diferentes lugares oremos suplicando a la Inmaculada Concepción de María, desde Panamá a Guatemala estaremos uniendo nuestros corazones, en un mismo grito: ¿Quién causa tanta alegría? ¿La concepción de María», agregaron.
Explicaron que en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, los católicos nicaragüenses elevan una alabanza de admiración, conocida como «la gritería», con la que en Nicaragua y en toda Centroamérica se expresa «la tradicional devoción mariana, tan arraigada en la piedad de nuestros pueblos.
El mensaje fue suscrito por los obispos hondureños Héctor David García Osorio y José Antonio Canales Motiño, presidente y secretario del Sedac, respectivamente.
Gobierno de Ortega ha expulsado a más de 200 religiosos
El pasado 13 de noviembre, el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, el obispo Carlos Enrique Herrera, fue expulsado de su país tras denunciar en una misa el sacrilegio del alcalde sandinista del municipio de Jinotega, Leónidas Centeno.
El obispo Herrera, de 75 años, fue expulsado por órdenes del Gobierno que preside Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, y enviado a Guatemala, donde fue recibido en la Casa Provincial de los Frailes Franciscanos, la orden religiosa a la cual pertenece.
Herrera se convirtió en el tercer obispo nicaragüense en ser expulsado de su país en el último año. Los otros dos son los obispos excarcelados Rolando Álvarez, de la diócesis de Matagalpa (norte), e Isidoro Mora, de la diócesis de Siuna (Caribe).
El nuncio apostólico en Nicaragua, Waldemar Stanislaw Sommertag, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, y al menos 136 sacerdotes de las diferentes diócesis nicaragüenses han sido expulsados del país o han sido obligados al exilio, según la V entrega del estudio ‘Nicaragua: ¿Una Iglesia perseguida?’, de la investigadora nicaragüense exiliada Martha Patricia Molina.
Ese estudio indica que, hasta agosto pasado, 245 religiosos habían sido obligados al exilio o habían sido expulsados de Nicaragua desde que estalló la crisis social y política en abril de 2018.
De ellos, 19 religiosos nicaragüenses, entre ellos los obispos Álvarez y Báez, y otros 14 sacerdotes, han sido declarados «traidores a la patria» y despojados de su nacionalidad.
Según la ONG Colectivo Nicaragua Nunca Más, la Iglesia católica de Nicaragua sufre la peor represión de su historia con el Gobierno sandinista.
Las relaciones del Gobierno de Ortega y la Iglesia católica viven momentos de gran tensión, caracterizadas por la expulsión, encarcelamiento y desnacionalizados de obispos y de sacerdotes, la prohibición de actividades religiosas y la suspensión de sus relaciones diplomáticas.