Los neoyorquinos acuden a las urnas el martes para elegir un nuevo alcalde, con el demócrata de izquierda Bill de Blasio como enorme favorito para poner fin a 12 años de «reinado» del multimillonario Michael Bloomberg.
Bill De Blasio, de 52 años y actual defensor del pueblo de Nueva York, supera a su rival republicano Joe Lhota por más de 40 puntos en los sondeos, por lo que el regreso de los demócratas al poder en la Gran Manzana parece garantizado.
Nueva York, la ciudad más grande de Estados Unidos con 8,3 millones de habitantes, es de aplastante mayoría demócrata y tiene una población multiétnica de 33,3% de blancos, 25,5% negros, 28,6% hispanos y 12,7% asiáticos.
Sin embargo, en los últimos veinte años ha estado gobernada por el republicano Rudolph Giuliani (1994-2001) y Michael Bloomberg (2002-2013), un independiente de pasado republicano que dejará el cargo a fines de diciembre tras doce años y tres mandatos.
Casado con una afroamericana exlesbiana seis años mayor que él y padre de dos hijos adolescentes, De Blasio se presenta como un «progresista» y la antítesis del actual alcalde.
Entre sus propuestas se encuentra la de aumentar los impuestos a los neoyorquinos ricos para financiar el jardín de infantes a partir de los 4 años, la construcción de 200.000 viviendas sociales y el mantenimiento de los hospitales barriales.
De Blasio ha convertido a las desigualdades en su gran caballito de batalla. Si bien es una de las ciudades con más multimillonarios en el mundo, el 21% de la población de Nueva York vive bajo el umbral de la pobreza (30.944 dólares anuales para una familia de 4, según el índice de la alcaldía).
Para los 2,3 millones de hispanos que viven en Nueva York, la llegada de De Blasio a la alcaldía debería ser beneficiosa, ya que se trata de un político con sensibilidad por América Latina, que habla español y conoce la región.
De Blasio fue de joven un admirador de la revolución lanzada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) nicaragüense que en 1979 derrocó al régimen dictatorial de Anastasio Somoza.
Si su pasado «sandinista» causó cierto revuelo al ser revelado por la prensa a fines de septiembre, Blasio, lejos de negarlo, lo ha defendido.
Una Nueva York diferente
Tras doce años de administración Bloomberg, dos tercios de los electores neoyorquinos aspiran a un cambio, a pesar de que reconocen las transformaciones, muchas de ellos positivas, introducidas por el hiperactivo multimillonario de 71 años.
Según Bloomberg, que adora las estadísticas, la Gran Manzana se volvió «la más segura de las grandes ciudades» estadounidenses, con la tasa de asesinatos más baja en 50 años (649 en 2001, 266 hasta el momento este año).
Ademas, nunca hubo tantos turistas (52 millones en 2012), la esperanza de vida aumentó dos años y medio desde 2002 y se han recuperado cientos de hectáreas de espacio verdes.
Pero muchos acusan también a Bloomberg de haber diseñado una ciudad para los ricos y por ello De Blasio, que vive en el popular barrio de Brooklyn (sureste) y tiene una familia moderna y multiétnica, es visto como una bocanada de aire fresco.
El candidato demócrata, de origen italiano por el lado materno y cuyo padre -de ascendencia alemana- se suicidó, ha sido concejal municipal de Brooklyn (2002-2009) y exdirector de campaña de Hillary Clinton para el Senado en 2000,
Sus detractores lo acusan de «populismo» y de haber llevado adelante una campaña «racista», y también le achacan su limitada experiencia en puestos ejecutivos.
A pesar de la gran ventaja que tiene en las encuestas, De Blasio ha continuado su campaña hasta el lunes mismo con presentaciones en el Bronx (norte) y Queens (noreste), dos de los distritos más pobres de Nueva York, e insiste en la necesidad de «convencer a la gente para que vaya a votar».
En efecto, Nueva York no se caracteriza por una gran movilización del electorado para las elecciones municipales, y en 2009 votó apenas el 29% del padrón (1,2 millones sobre un total de 4,3 millones).