Marta García es la propietaria de una pequeña granja ubicada en la aldea de Santa Cruz de Quiché de Guatemala y repentinamente observó que sus gallos iban desapareciendo uno a uno.
Al ver que sus aves de corral no estaban, la mujer pidió a sus familiares vigilar los corrales. Para la sorpresa de García, el ladrón resultó ser un niño de 10 años de edad.
Los habitantes de la aldea detuvieron al menor de edad y lo amarraron a un poste como castigo; sin embargo, el niño confesó que su madre lo enviaba a robar los gallos de la granja.
«Grande fue nuestra sorpresa al darnos cuenta de que el ladrón de pollos resultó ser un niño. Inmediatamente fue capturado por los vecinos cuando intentó robarme más animales», indicó García, según el periódico Prensa Libre.
El haber atado al niño generó indignación en todo el país, ya que no actuó por cuenta propia y la madre era la responsable de los actos del pequeño ladrón.
“Haberlo amarrado a un palo violó los derechos del menor. Se podía haber llegado a un acuerdo con sus familiares, como al final de cuentas ocurrió, pero sin afectar moralmente al pequeño», dijo Enrique Aceytuno, representante de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH).
«Definitivamente a quien hay que sancionar es la a persona adulta, a su progenitora, por inducirlo a cometer un delito. Un niño solo recibe órdenes de papá o mamá y por ello, él no tiene mayor culpabilidad y no fue correcto que el niño permaneciera amarrado”, dijo el alcalde indígena de Santa Cruz del Quiché, Juan Zapeta, quien reiteró que la madre del niño tuvo que ser sancionada públicamente.