Una monja identificada como Kosaka Kumiko fue arrestada por ayudar a encubrir a sacerdotes, que durante años abusaron sexualmente de los niños sordos que tenían a su cuidado en el Instituto Provolo de Mendoza, en Argentina, de acuerdo con publicación que hiciera este viernes el periódico español El País.
“Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios”, dijo la monja vestida aún con su hábito, pero esposada y con un chaleco antibalas.
Kumico llegó al colegio en 2007 desde Japón, y durante seis años fue “el demonio con cara de mujer” detrás de las violaciones, sentenció uno de los abogados de las víctimas.
Los niños que fueron abusados sexualmente son ahora los verdugos de la religiosa. En marzo pasado, una adolescente contó que, cuando tenía sólo cinco años, Kumiko le colocó un pañal para disimular el sangrado que le producía la violación sistemática a la que la sometían varios sacerdotes de la orden.
Otra menor relató que era enviada por Kumiko a la habitación de un sacerdote para ser abusada y testimonios que dicen que la religiosa participó en tocamientos a niñas, «les pedía que se tocaran entre ellas y vio pornografía junto al celador identificado como Jorge Bordón (otro detenido) en un televisor”.
La mujer tenía también la misión de seleccionar a los niños más “sumisos” y entregarlos como presas a los curas. Ahora ha quedado detenida, luego de estar prófuga durante más de un mes.
La monja forma parte de la congregación Nuestra Señora del Huerto y, desde su llegada al Provolo, tuvo a su cargo el cuidado de los 43 niños que en 2007 dormían en el instituto. Desde ese puesto ejerció, según los testigos, un papel determinante en la trama de abusos, según publica el periódico español El País.
Los abusos en el Instituto se conocieron en 2008, pero la causa fue archivada por la justicia. La sucesión de testigos finalmente reactivó el caso.
El fiscal Fabricio Sidoti, a cargo de la investigación, contó que “los chicos dicen que los llevaban a la Casa de Dios, un lugar que hay en el instituto, donde los metían. Las víctimas veían a través de las rendijas de la puerta lo que pasaba”.
El escándalo estalló finalmente en diciembre, el instituto fue intervenido y la Iglesia se vio obligada a asumir que algo pasaba en el lugar, tras años de silencio.