Recorrer los miles de kilómetros que hay entre el sur de México y Estados Unidos es una dura prueba para cualquier migrante, pero especialmente para las mujeres embarazadas, a quienes las llamadas «parteras fronterizas» se vuelcan en ayudar.
Ximena Rojas ya ha perdido la cuenta de las consultas que ha realizado en Tijuana (ciudad fronteriza con Estados Unidos) con su compañera, Bianca Tema Mercado, desde que comenzó su iniciativa, pero sí recuerda el sentimiento que las llevó a dedicarse a esta tarea.
Fue en 2016, cuando la ciudad atravesaba una fuerte crisis migratoria por la llegada de cientos de haitianos que esperaban cruzar a EE.UU. y que venían en su mayor parte de Brasil, donde gracias al Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 encontraron oportunidades de trabajar en la construcción.
«Vimos muchas familias, mamás embarazadas y con frío, bebés, y decidimos acudir para darles algunas cosas, ropa, comida, y de ahí se nos movió el corazón», relata a Efe Rojas.
Así surgió su idea de brindar consultas prenatales gratuitas, para asegurarse que tanto las mujeres como los bebés estuvieran «en buena salud, en buenas condiciones».
En el punto álgido de la llegada de haitianos realizaron hasta 300 consultas, aunque posteriormente su ritmo de trabajo fue calmándose. Pese a eso, siguen registrándose picos, como cuando este año llegaron algunos contingentes de la llamada caravana migrante.
Además de los cuidados habituales a las mujeres embarazadas, muchas de las migrantes presentan «infecciones crónicas», apunta la partera, nacida en Veracruz y que vive desde hace cinco años en el estado de Baja California.
«Durante el viaje están muchas horas bajo condiciones muy extremas, sin tomar agua, sin ir al baño… eso agudiza infecciones de vías urinarias. A algunas se les sube hasta el riñón», narra.
Tanto para ella como para Mercado el gran reto a superar ha sido «la barrera del idioma», no en los casos de las migrantes centroamericanas, sino con las haitianas.
Con el paso del tiempo han conseguido contactar a personas que ejercen como traductores e incluso han aprendido algunas nociones de la lengua.
La clave para desempeñar su tarea ha sido la cooperación con las organizaciones civiles locales. Asimismo, han contado con el apoyo de los diferentes albergues que hay en Tijuana, que les llaman para solicitar sus servicios si llegan migrantes embarazadas.
Las «parteras fronterizas», además, proporcionan a las migrantes documentos en las que se detalla su cuidado prenatal: En inglés y en español, para que si cruzan puedan llevar esa hojita con ellas.
A pesar de la satisfacción por ayudar a cientos de mujeres ha habido momentos duros, sobre todo, cuando forman un vínculo con embarazadas de las que se tienen que despedir porque les dan la oportunidad de cruzar cuando va a nacer su bebé.
Estas migrantes tienen que atravesar la frontera solas «dejando a sus esposos» en Tijuana, porque solo ellas reciben el permiso.
«Han sido muy dolorosas esas historias», reconoce Rojas.
La gran lucha de Rojas es frenar la violencia obstétrica, problema extendido en México y que ha sido denunciado en varias ocasiones por la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Un dato que la partera considera preocupante es que cerca de la mitad de los nacimientos que se registran en México -45 de cada 100, según cifras de la Secretaría de Salud- es mediante cesárea.
Una cifra que rebasa lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud que señala que la tasa ideal de cesárea debe oscilar entre el 10 y el 15 %.
El anhelo de las «parteras fronterizas» es crear una casa de partería en la que se pueda atender a las mujeres de Tijuana y localidades cercanas, porque en muchos de esos lugares «las mujeres no tienen dónde parir».
Mientras esperan a que este deseo se materialice, Rojas se muestra dispuesta a seguir auxiliando a todas aquellas embarazadas migrantes que lleguen a la frontera.
Más allá de la lengua o de las diferencias culturales, las parteras han aprendido que «hay una similitud entre todas las mujeres», sean del país que sean, porque «el lenguaje de parir es igual para todas».
«Se requieren los mismos cuidados, el mismo respeto, la misma atención. Paciencia, cuidado, cosas básicas, bien sencillas, pero que pueden formar una diferencia grande», subraya Rojas.