La situación sanitaria continúa empeorando en Siria, por la destrucción de hospitales, la disminución del número de médicos y la escasez de medicamentos, dijo la oficina de coordinación humanitaria de la ONU (UNOCHA).
La oficina se manifestó particularmente preocupada por la destrucción de hospitales y los ataques al personal médico y a los establecimientos sanitarios, así como el impacto del conflicto sobre los fabricantes farmacéuticos y la importación de medicamentos debido a las sanciones económicas impuestas.
En un comunicado, la UNOCHA alertó en particular sobre la falta de vacunas y medicamentos, entre los que se encuentran los necesarios para tratar el cáncer.
En algunos lugares, entre ellos la ciudad de Homs, la mitad de los médicos partió, abandonando el país. En Alepo y sus alrededores, solamente 36 médicos se encuentran aún activos, contra 5.000 antes del conflicto. Alrededor de 70% de los laboratorios farmacéuticos del país han sido también afectados, según la UNOCHA, que estima que siete millones de sirios necesitan ayuda humanitaria.
La oficina destaca también el «riesgo creciente de epidemias de enfermedades contagiosas, debido a la desorganización de los programas de vacunación, de la sobrepoblación de los centros de acogida y de los estragos causados a las infraestructuras de agua» potable.
En los primeros meses de 2013, la ONU y agencias no gubernamentales en Siria distribuyeron ayuda médica de urgencia para tratar a más de 2 millones de personas, pero aún queda por hacer para atender las necesidades, que aumentan de manera exponencial, afirmó la OCHA.
La ONU cifra en 1.400 millones de dólares las necesidades humanitarias en Siria, pero 48% de esta ayuda no ha sido aún financiada.
Las necesidades para atender a los refugiados en los países vecinos han sido estimadas en 3.000 millones de dólares, suma de la que solo un 43% ha sido financiada.
Más de 2,1 millones de sirios (de una población de 21,4 millones) han huido para refugiarse en los países vecinos.
Siria contaba con más de 20.000 escuelas en 2010. Según la Unicef, desde entonces una escuela de cada cinco ha sido dañada, destruida o utilizada para acoger a familias desplazadas.
Y en el último año, unos 2 millones de menores de entre 6 y 15 años han sido desescolarizados.