El sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, fallecido a los 95 años, pasó de ser el símbolo de la revolución sandinista a ser un «perseguido político», como él mismo se declaró, que lo llevó distanciarse del Gobierno del presidente Daniel Ortega por la forma de conducir al sandinismo.
Cardenal, que fue ministro de Cultura durante el primer Gobierno sandinista (1979-1990), que también encabezó Ortega, se enfrentó con el mandatario y la esposa de éste, la vicepresidenta Rosario Murillo, en los últimos años de su vida.
El poeta, que participó en la lucha contra la dictadura de la familia Somoza desde muy joven y fue militante hasta 1995 del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en el poder desde enero de 2007, sostenía que el Gobierno de Ortega «no es de izquierda, ni sandinista, ni revolucionario, sino simplemente es una dictadura familiar», como la que derrocaron.
Cardenal, reconocido por su poesía y su voz dentro de la Teología de la Liberación, consideraba que Nicaragua estaba gobernada por un «régimen fascista» y él mismo, en carne propia, sufrió agresiones del Gobierno sandinista, que declaró tres días de duelo nacional por la muerte del Premio Reina Sofía 2012 de Poesía Iberoamericana y dos veces nominado al Premio Nobel de Literatura (2005 y 2007).
En agosto de 2008, Cardenal fue condenado por un juez de Managua a pagar una multa de 1.025 dólares por injuriar al empresario alemán Inmanuel Zerger, con quien enfrentaba al parecer una antigua disputa de tierras.
Por no pagar la multa, la justicia nicaragüense congeló tres cuentas bancarias de Cardenal que, por su edad y condición, se le consideró reo valetudinario, pero a discreción del juez y no se le decretó casa por cárcel ni restricción de movimientos.
En junio de 2016, un juez de Managua declaró nula la orden judicial que obligaba al sacerdote y poeta a pagar la multa, debido a errores de procedimiento.
La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez, dijo a Efe que Cardenal «fue quien sentó las bases para una liberación de Nicaragua».
Recordó que el sacerdote impulsó la solidaridad internacional y uso parte de su poesía como denuncia contra la dictadura somocista.
Destacó, además, que siempre mantuvo un acompañamiento permanente a la lucha del pueblo de Nicaragua, incluso con el actual Gobierno sandinista, del que era crítico.
«Durante toda su vida, y hasta en sus últimos momentos, lanzó mensajes lapidarios. No tuvo ningún empacho en decir que era un perseguido político» del Gobierno de Ortega, indicó.
El Cenidh, agregó, le dio acompañamiento al caso del sacerdote, quien «fue objeto de una persecución perversa por parte del régimen» de Ortega, que incluyó la instrumentalización del Poder Judicial, congelar sus cuentas, y asedio policial en su vivienda.
Por tanto, para Núñez, que el Gobierno haya decretado tres días de duelo por la muerte de Cardenal «es la demostración más grande de la dualidad y del doble discurso que tiene Daniel Ortega».
El escritor y exvicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez Mercado también consideró que el sacerdote era un «perseguido político» del Gobierno actual.
Para el también exvicepresidente Jaime Morales Carazo los tres días de duelo decretados por el Ejecutivo es «acertado y merecido».
«Creo que es un acto de altura que deja atrás diferencias que se pudieran haber dado al final de la carrera de Ernesto (…) Es un acto de reconocimiento y un acto noble, de cierta forma, porque no puede desconocerse a un valor no solo nacional, sino a nivel mundial», señaló Morales Carazo, que fue vicepresidente de Ortega de 2007 a 2012.
Los restos del poeta, una de las máximas figuras de la literatura latinoamericana, serán cremados y descansarán en un archipiélago del Gran Lago de Nicaragua.
Cardenal falleció el domingo en un hospital de Managua, como producto de un ataque cardíaco relacionado con su avanzada edad, dejando un legado literario que le mereció ser candidato al Premio Nobel de Literatura, por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Siendo ministro de Cultura en el Gobierno revolucionario (marzo de 1983) recibió la amonestación pública del Papa Juan Pablo II, al visitar Nicaragua, por mezclar la religión con la revolución sandinista.