MÉXICO, 2 noviembre 2013. La familia Narváez, congregada alrededor de la pequeña tumba de su ser querido en el Día de los Muertos, recuerda la alegría que el animal llevó a sus vidas mientras coloca un ramo de la flor cempasúchil, con la que también se adornan las tumbas de humanos estos días.
Los mexicanos acuden a los cementerios cada 1 y 2 de noviembre para honrar a sus muertos, llevándoles sus comidas favoritas y tequila, una tradición de siglos que ha mezclado creencias prehispánicas y católicas.
La familia Narváez visita por estos días la tumba de un tipo diferente de miembro de familia que murió el año pasado, al parecer envenenado: su amado gato siamés Facundo.
«Los animalitos son también parte de la familia. Son cariñosos, son como humanos», comenta Raúl Narváez, dueño de una tienda de joyas que visita la tumba de Facundo acompañado de su esposa y sus dos hijos adolescentes.
En cuclillas, Narváez limpia el polvo de la pequeña lápida de cerámica situada en el cementerio para mascotas de Corregidora, un suburbio de la ciudad de Querétaro, centro de México.
Hay más de 1.000 animales enterrados en este cementerio, que el veterinario Manuel Solorio ha mantenido durante tres décadas.
Salpicadas de tilos y cactus, la mayoría de las tumbas son de perros, pero hay algunos gatos, un conejo, un hámster y un ratón.
Existen 26 millones de perros y gatos en México, un país donde frecuentemente hay expresiones de crueldad animal, aunque al mismo tiempo registra ventas de productos para mascotas por 2.200 millones de dólares.
La mayoría de las tumbas en el cementerio están marcadas con un pequeño mosaico, y algunas de ellas están además decoradas con flores y la pelota favorita de la mascota o un oso de peluche.
«Ya cambió mucho la manera de pensar de la gente. Antes la mascota era solo un animal. Ahora son como niños», dice Solorio, que cobra entre 38 dólares y 76 dólares por enterrar a las mascotas, dependiendo de su tamaño.
Como un hijo
En el cementerio sin nombre, Azucena Olvera utiliza tijeras para cortar la maleza en la tumba de Coffy, rodeada por una cerca blanca.
Colocó una nueva imagen de su caniche, muerto en mayo a los nueve años, junto con tres paletas, su comida favorita.
«Era como nuestro hijo», dijo Olvera, una contadora de 40 años que afirma sentir todavía el espíritu de Coffy en su casa.
Carmen Solares y sus dos hijas colocan una foto de su cocker spaniel americano, Negra, en una ofrenda de Día de Muertos montada en la oficina del cementerio junto con las imágenes de un schnauzer, un doberman y un conejo llamado Tamborcita (Little Drummer).
Otros dejan ramos de cempasúchil -conocida como la flor de la muerte-, golosinas para perros y un poema como ofrendas en un día en que los mexicanos creen que los espíritus de sus seres queridos vuelven para visitarlos.
Digna despedida
El número de los cementerios de mascotas en México se desconoce, pero los crematorios de animales domésticos son ahora una opción también.
Los dueños de mascotas gastan entre 135 y 200 dólares para incinerar a sus animales en Funeral Pet, un centro de la ciudad de México, que ofrece urnas y una sala.
Funeral Pet, que presume ser el primer crematorio de México, llevó a cabo 100 servicios cuando se inauguró en 1998. Hoy en día incinera 3.000 animales al año.
«Es algo que no se hizo antes porque no había esta cultura mascota», dijo Alejandro García, director comercial del crematorio.
En la Ciudad de México hay servicio móvil de peluquería para animales en los alrededores de los parques. Los dueños de perros contratan a paseadores y algunos envían a sus mejores amigos incluso a spas.
La industria del cuidado de mascotas creció un 11%, a 2.200 millones de dólares en 2013, según Euromonitor International, una firma de investigación de mercado con sede en Londres.