El papa Francisco ha renunciado a presidir el tradicional vía crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma para cuidar su salud ante el resto de ritos de la Semana Santa, confirmó hoy la Santa Sede en un comunicado.
«Para conservar la salud ante la vigilia de mañana y la Santa Misa del Domingo de Resurrección, esta tarde el papa Francisco seguirá el vía crucis del Coliseo desde la Casa Santa Marta», indicó el Vaticano en un breve comunicado minutos antes del inicio del rito.
Francisco, de 87 años, ha sufrido algunos problemas respiratorios en los últimos tiempos pero ayer presidió, aparentemente sin problemas, la misa del Jueves Santo en una cárcel de mujeres de Roma y hoy la ceremonia de la pasión de Cristo en la basílica de San Pedro.
La decisión del papa ha sido de última hora dado que se colocó el sillón en el que debía seguir el vía crucis en la colina del Palatino, frente al Coliseo, donde tiene lugar esta ceremonia por ser el símbolo de la persecución de los primeros cristianos.
Este además iba a ser el vía crucis más personal de Bergoglio pues había escrito de su puño y letra por primera vez las «meditaciones», los textos que se leen a lo largo de las catorce estaciones de la cruz para recordar el camino a la muerte de Jesús de Nazaret.
En sus meditaciones Francisco dialoga con Jesucristo en un mundo en el que reina «la locura de la guerra», «la violencia contra las mujeres» y en el que «basta un teclado para escribir sentencias», entre otros males y reivindicaciones.
Así, sostiene que la «infamia y el desprecio» que sufrió Jesús es algo que sucede hoy en día cuando “un teclado basta para insultar y publicar sentencias».
También reflexiona sobre «cuando volvemos a caer en nuestros errores y pecados cuando nos escandalizamos de los demás y luego nos damos cuenta de que no somos diferentes».
En la octava estación cuando ‘Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén’, el papa pide «reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia».
Y en este momento, el papa también reflexiona sobre «si lloramos ante la locura de la guerra, ante los rostros de los niños que ya no saben sonreír, ante sus madres que los ven desnutridos y hambrientos sin tener siquiera más lágrimas que derramar».
Esta tarde el Vaticano había anunciado, siempre horas antes del vía crucis, los encargados de portar la Cruz en el Coliseo: algunas monjas de clausura y un eremita, pacientes de una residencia, una familia, discapacitados, jóvenes, sacerdotes, catequistas, curas, trabajadores de la Cáritas y un grupo de inmigrantes, entre otros.
Hasta este imprevisto, Francisco ha participado con normalidad en el resto de ritos de la Semana Santa romana e incluso el pasado miércoles entró caminando a la audiencia general con los fieles, a pesar de que suele hacerlo en la silla de ruedas que usa debido a sus conocidos problemas de movilidad.
Asimismo, aunque en las últimas semanas ha renunciado a leer en público sus discursos y homilías, ya que se cansa por las secuelas de una reciente gripe, según ha explicado, durante en esta Semana Santa los ha leído sin mayor problema.
En la misa crismal de Jueves Santo, que abre el Triduo Pascual, Francisco leyó una larga homilía, mientras que en la misa de la Última Cena, en una cárcel femenina de Roma, no leyó su homilía sino que improvisó un breve discurso, antes de lavar los pies a doce reclusas desde su silla de ruedas.