El papa publicó este jueves un documento en el que destaca «la importancia de conectarnos con la historia» y en el que urge a «una mayor sensibilidad histórica» en un mudo que intenta «prescindir de la memoria o construir una que se adecue a las necesidades de las ideologías dominantes».
En su carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia, Francisco subraya «la importancia del estudio de la historia» para «ayudar a los sacerdotes a interpretar mejor la realidad social», pero no solo a ellos, sino a la sociedad en su conjunto.
«Nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden» porque «estudiar y narrar la historia ayuda a mantener encendida ‘la llama de la conciencia colectiva’, asegura.
Por ello, educar en una sensibilidad histórica es «una clara necesidad» y más aún «en nuestro tiempo» en el que «la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos».
Además, «la necesidad de una mayor sensibilidad histórica es aún más urgente en una época en la que se está extendiendo la tendencia a intentar prescindir de la memoria o construir una que se adecue a las necesidades de las ideologías dominantes».
El pontífice profundiza en la importante labor de los historiadores, que frente a la supresión del pasado y de la historia o de los relatos históricos «endenciosos», pueden «frenar las mistificaciones, los revisionismos interesados y ese uso público particularmente comprometido con la justificación de las guerras, persecuciones, producción, venta, consumo de armas y muchos otros males».
«Hoy tenemos una proliferación de relatos, a menudo falsos, artificiales e incluso engañosos, y al mismo tiempo una ausencia de historia y de conciencia histórica en la sociedad civil» por lo que el conocimiento «es uno de los antídotos para enfrentar este régimen mortal de odio basado en la ignorancia y los prejuicios».
Pero ese «conocimiento profundo y compartido de la historia» no se puede abordar solo «a través de los medios de comunicación, las redes sociales o por interés político» pues «siempre estamos expuestos al ímpetu irracional de la ira o la emoción».
Además, las nuevas generaciones no pueden perder «una memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno», dice Francisco, al señalar que «no deben olvidarse» el Holocausto, los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki, ni «las persecuciones, el tráfico de esclavos y las matanzas étnicas que ocurrieron y ocurren en diversos países, y tantos otros hechos históricos que nos avergüenzan de ser humanos».
«Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa», tanto de «los horrores» como del «bien», que «es necesaria para que la Iglesia pueda iniciar -y ayudar a iniciar en la sociedad- sinceros y eficaces caminos de reconciliación y de paz social».
Y concluye recordando «que estamos hablando de estudio, no de parloteo, de lecturas superficiales, del ‘cortar y pegar’ de resúmenes de Internet» porque aunque «en la actualidad, muchos nos ‘empujan a perseguir el éxito a bajo costo «, el estudio sirve «para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar el sentido en la vida».