El papa Francisco invitó hoy a dar la bienvenida y acoger a los migrantes, y lo hizo en la isla de Mauricio, adonde llegó hoy para pasar apenas ocho horas y donde subrayó la convivencia de sus diferentes culturas, etnias y religiones.
Así lo dijo en el discurso a las autoridades y tras entrevistarse con Barlen Vyapoory, presidente interino tras la dimisión de la presidenta anterior, Ameenah Gurib-Fakim, por el uso personal de una tarjeta de crédito proporcionada por una organización benéfica.
La visita del papa ha incluso retrasado el anuncio de nuevas elecciones tras la dimisión de la presidenta.
En su alocución, el pontífice destacó el «rostro multicultural, étnico y religioso» del país y sobre todo, la belleza «de reconocer, respetar y armonizar las diferencias existentes en función de un proyecto común».
Recordó Francisco que Mauricio nació con la llegada de migrantes de diferentes horizontes y continentes, portadores de sus tradiciones, su cultura y su religión» y que «con el tiempo supieron enriquecerse con las diferencias».
La historia de esta isla del Océano Índico demuestra «que es posible alcanzar una paz estable desde la convicción de que la diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación», subrayó.
Y agregó que «esta es base y oportunidad para la construcción de una real comunión dentro de la gran familia humana, sin necesidad de marginar, excluir o rechazar».
Y alentó a que asuman «el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias».
«Preocuparos de darles la bienvenida como vuestros antepasados supieron acogerse recíprocamente; como protagonistas y defensores de una verdadera cultura del encuentro que permita a los migrantes, y a todos, ser reconocidos en su dignidad y derechos», aseveró.
El pontífice también llamó a «luchar contra todas las formas de corrupción»
Y en un país que es un conocido paraíso fiscal, instó a promover una política «económica orientada hacia las personas y que sepa privilegiar una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres».
Les pidió no «caer en el altar de la especulación y la mera rentabilidad, que sólo toma en cuenta el beneficio inmediato en detrimento de la protección de los más pobres, de nuestro medio ambiente y sus recursos».
En esta isla considerada un paraíso por sus playas y su biodiversidad, también exhortó a «implementar una conversión ecológica integral» para «no sólo a evitar terribles fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, sino que también busca promover un cambio en los estilos de vida para que el crecimiento económico realmente pueda beneficiar a todos».
Francisco también visitó la tumba del beato Jacques Laval, misionero francés que llegó a la isla en 1841 y se ocupó de los más pobres y los indígenas y es muy venerado en el país incluso por los fieles de las otras religiones.
Por la mañana celebró una misa ante decenas de miles de personas ante el monumento de María de la paz, y que le recibieron agitando palmas en una iniciativa de la Iglesia local que ha prometido plantar 100.000 nuevos árboles.
En la homilía, lamentó que en Mauricio, «a pesar del crecimiento económico», son «los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen el desempleo que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común».
Y exhortó a escucharles y «otorgarles un lugar al centro» de la Iglesia y de nuestra sociedad y «no dejar que los roben los mercaderes de muerte», en referencia a los graves problemas de drogadicción en la juventud del país.
A este respecto, Francisco tuvo un momento en el apretado programa para encontrar a las familias de jóvenes que han caído en la droga.
Tras tan solo ocho horas en la isla, el papa Francisco volverá a Madagascar, desde donde mañana regresará a Roma tras haber visitado también Mozambique.