Después de su homilía en la basílica de San Pedro sobre la parábola del hijo pródigo y la importancia de la confesión, el Papa Francisco pasó inmediatamente a dar ejemplo. Cuando el maestro de ceremonias le llevó hasta el lugar donde debería ponerse a escuchar las confesiones de los fieles, el Santo Padre le dijo “espera” y se fue a confesarse él mismo en un confesonario cercano.
Se arrodilló delante de un confesor desconocido y realizó su confesión.
Sorprendidos, los presentes vieron cómo el Pontífice, ataviado únicamente con el alba y con la casulla blanca, además del solideo, se confesaba ante un sacerdote durante cerca de tres minutos.
Luego de recibir la absolución, se fue al confesonario asignado para él donde comenzó escuchar la confesión de una mujer que prefirió la rejilla lateral. Posteriormente siguieron otros fieles utilizando la rejilla lateral o bien arrodillándose enfrente.
El ejemplo cundió enseguida. El cardenal Ángelo Comastri fue enseguida a confesarse también, lo mismo que otros cardenales, obispos y sacerdotes que participaban en la ceremonia penitencial.
El gesto del Santo Padre se produjo antes de que él y otros sacerdotes procedieran a escuchar la confesión de muchos de los fieles congregados. Con esta ceremonia, se inauguró la jornada «24 horas para el Señor», en la que múltiples diócesis de todo el mundo confesarán en concomitancia hasta mañana.