El papa Francisco emprenderá el domingo un histórico viaje a América Latina para visitar Ecuador, Bolivia y Paraguay, países «periféricos», marcados por la desigualdad, la pobreza y décadas de opresión y humillación.
El primer papa latinoamericano y jesuita de la historia confirma con ese viaje de ocho días su deseo de manifestar con gestos concretos su cercanía y solidaridad con los olvidados del mundo.
«Quiero llevarles la ternura y la caricia de Dios (…) a los que son víctimas de esta cultura del descarte», anunció el papa en un video pocos días antes de partir.
El viaje de Francisco adquiere una importancia particular porque constituye también un acto de reconciliación con la historia colonial de esa región, marcada por las «reducciones jesuíticas», las misiones fundadas en el siglo XVII por los jesuitas para evangelizar a los indios guaraníes y pueblos afines.
«Francisco proviene de nuestro mundo y va aportar la reconciliación con nuestra historia», explicó el padre boliviano Ariel Beramendi a la agencia católica de noticias I.Media.
Un pontífice con sensibilidad social
Francisco se presenta en Ecuador, Bolivia y Paraguay como un pontífice diferente, que rompe los esquemas y defiende una agenda social más que moral tras haber lanzado en mayo su encíclica «Laudato si'» sobre la defensa de la «madre Tierra» en la que arremete contra ricos y poderosos y critica el capitalismo salvaje.
Un principio y un valor muy cercano al de los pueblos amerindios de esos países, con el que el «pastor del Sur», como llaman a Francisco, por su sensibilidad hacia los problemas del Tercer Mundo, intenta movilizar a los 1.200 millones de católicos del planeta, la mayoría de ellos en América Latina.
Amenazada por los nuevos movimientos religiosos protestantes, la Iglesia de Francisco aprecia también el fervor popular que será manifestado durante las cinco misas multitudinarias que oficiará con oraciones y cantos en guaraní, quechua y amaira.
Unas 500.000 hostias han sido preparadas por las carmelitas descalzas de Paraguay para ser distribuidas en la misa masiva de despedida y a la que deberá asistir también más de un millón de peregrinos provenientes de Argentina, Brasil y Uruguay además de la presidenta argentina Cristina Kirchner.
El noveno viaje al exterior del papa argentino y el segundo a América Latina después del celebrado a Brasil en julio del 2013 con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud, programado por su predecesor Benedicto XVI, resulta también un llamado a la unidad de los pueblos latinoamericanos.
La integración latinoamericana
«La integración latinoamericana, la unión de los pueblos, la lucha por la desigualdad será el mensaje del papa», comentó en una charla con la prensa la encargada de negocios de Bolivia ante la Santa Sede, Erika Farfán.
Francisco visitará primero Ecuador, del 6 al 8 de julio, luego Bolivia hasta el 10 y concluirá su gira apostólica en Paraguay, de donde regresará el 13 de julio a Roma.
En los tres países el pontífice argentino permanecerá en promedio 48 horas, las cuales repartirá en dos etapas y que incluyen Quito y Guayaquil en Ecuador, La Paz y Santa Cruz en Bolivia y Asunción y Caacupé en Paraguay.
Francisco, que cumplió 78 años en diciembre, tomará nada menos que siete aviones y pronunciará 22 discursos, en uno de los viajes más «intensos» que haya realizado desde que fue elegido pontífice en marzo del 2013.
El papa tiene previsto reunirse con los presidentes Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Horacio Cartes (Paraguay) y otros mandatarios de la región, entre ellos el de Honduras, Juan Orlando Hernández, y de Haití, Michel Martelly, quienes han anunciado su asistencia a la misa campal que oficiará en Quito.
También escuchará las quejas de algunos de los habitantes de la gigantesca villa miseria Bañado Norte de Asunción y entrará a una de las cárceles más violentas del continente, la de Palmasola, en Bolivia, con sus 3.000 detenidos, para hablar con varios de ellos.
El papa decidió desplazarse en un papamóvil fabricado localmente sobre un todoterreno para poder saludar a la gente, respetando su costumbre de dejarse tocar y abrazar pese a los riesgos que ello implica.
El cuarto pontífice que visita América Latina en la historia milenaria de la Iglesia católica, después de Pablo VI (Colombia, 1968), Juan Pablo II, que estuvo en 18 ocasiones, seguido de Benedicto XVI, quien realizó sólo dos viajes, llega a países que en la última década han cambiado mucho, dos de ellos liderados por presidentes populistas: Evo Morales y Rafael Correa, con los que ya se ha reunido.
En septiembre regresa de nuevo a América, esta vez a Cuba y Estados Unidos, tras su histórica mediación para la reconciliación entre esos dos países y en un momento en que su prestigio sigue aumentando entre los católicos de todo el continente americano.