El Salvador
viernes 27 de diciembre de 2024

Centenares de migrantes se albergan en estaciones de un transporte público en Honduras

por Redacción


A diario, unos migrantes continúan su viaje y otros llegan a las estaciones del Trans 450, como si fuera una carrera de relevos.

Algunas de las estaciones de un transporte público fuera de servicio de la capital hondureña se han convertido en un albergue temporal para centenares de migrantes suramericanos, en su mayoría venezolanos que huyen de su país por la crisis económica, en su largo trayecto hacia Estados Unidos.

Los migrantes ocupan al menos cuatro estaciones de lo que sería el Trans 450, un servicio de transporte público concebido en 2008, del cual se construyeron las vías y sus estaciones, pero nunca llegaron las unidades con capacidad para 180 pasajeros.

Una migrante venezolana impone el orden en la estación

Las estaciones, situadas a lo largo de un bulevar, han sido ocupadas por migrantes que no tienen dónde pernoctar mientras consiguen el dinero para trasladarse hasta Agua Caliente, en la frontera con Guatemala.

«Aquí llevo seis días y no tengo quejas, me han tratado a mí y a todos mis compañeros venezolanos, ecuatorianos y colombianos, muy bien», dijo a EFE Dariana Ramírez, una venezolana de 23 años al frente del grupo de migrantes en una de las estaciones, en las que reciben ayuda de particulares y organizaciones humanitarias.

Ramírez, originaria de Maracaibo, donde era «ama de casa», también lidera el grupo de su familia compuesto por su padre, su esposo, tres hijos (de seis, tres y un años) y dos hermanas menores, para quienes ahora es «como su madre» desde que su progenitora falleció, hace nueve meses, de un cáncer uterino.

En la estación en la que ha venido pernoctando Ramírez, de unos 45 metros de largo por 7 de ancho, había el lunes pasado 47 migrantes, 22 niños y 25 adultos, entre hombres y mujeres, incluidos tres colombianos y dos ecuatorianos.

A diario, unos migrantes continúan su viaje y otros llegan a las estaciones del Trans 450, como si fuera una carrera de relevos.

Los migrantes, que además soportan la contaminación del ruido y gases de los miles de vehículos que circulan por los cuatro carriles, dos de ida y dos de regreso, del Bulevar Centroamérica, duermen en cartones, plásticos y otros materiales, mientras que los niños en su mayoría los protegen en pequeñas casas de campaña.

Para protegerse del frío, las rejillas de la estación, que también sirven para colgar la ropa lavada, son cubiertas con cartones y cada mañana, bajo las directrices de Ramírez, los adultos se dedican a asear el espacio que ocupan, a falta de albergues en Tegucigalpa, aunque muchos son atendidos en iglesias y otros centros. La situación es igual en otras tres estaciones del Trans 450.

Para obtener dinero para sus necesidades y el pasaje para trasladarse a la frontera con Guatemala, los migrantes, algunos acompañados de sus hijos, salen a la calle a vender dulces, colgando de su cuello un pedazo de cartón con una bandera de Venezuela y un mensaje escrito a mano pidiendo ayuda para continuar su viaje.

Los demás, se quedan en la estación, sentados en lo que serían las portezuelas de entrada y salida de los pasajeros del Trans 450, con la mano tendida pidiendo dinero a los conductores de los miles de coches que van y vienen.

Piden ayuda para trasladarse a la frontera con Guatemala

Las estaciones no tienen agua potable, ni baños, ni energía eléctrica, y a falta de una escuela para los niños, algunas madres dedican un momento para repasar lecciones con los cuadernos y lápices para colorear que le han comprado a sus hijos.

Ramírez, quien con su familia esperaba salir este miércoles hacia la frontera con Guatemala, dijo que lo único que le piden a las autoridades de Honduras es que le faciliten a todos los migrantes un transporte para continuar su ruta desde que entran al país.

Señaló además que para trasladarse de Tegucigalpa a Agua Caliente les cobran 45 dólares por persona, lo que representa «mucho dinero».

El primer sueño del venezolano Eduardo Brito, de estudiar ciencias audiovisuales y cinematografía, se ha visto truncado debido a que, según su relato, «en Venezuela ya no se puede vivir».

Brito (28 años), quien está alojado en otra estación situada frente a un centro comercial con 45 niños y 80 adultos, dijo que en 2018 salió hacia Perú y que de ese país decidió emprender su viaje, no hacia EE.UU., sino a Canadá, porque «dicen que en ese país hay más oportunidades de una mejor vida y todos queremos eso».