El próximo 10 de abril son las elecciones en Perú, y los candidatos ya están listos. Esta es la historia de Ángela Villón, una trabajadora del sexo que se describe como “una puta decente que hará del congreso un burdel respetable”.
Huyó de casa a los 16 años, harta de un padre que la golpeaba. La prostitución fue su refugio, aunque luego se convirtió en un oficio al que hoy, a sus 51 años, quiere dignificar. Ángela Villón busca ser congresista en Perú y legislar para las minorías.
«Tuve una niñez muy violenta, muy machista y pensaba que eso era lo verdadero (…) Tuve una autoestima baja, con prejuicios. Mi padre era homofóbico (…) Me decía que mi fin como mujer era pertenecer a un hombre, casarme, que no me preocupara por estudiar una carrera», cuenta Ángela -Angie- a la AFP, mientras se arregla para las fotos.
«Cuando dije que quería estudiar, recibí una bofetada. Siempre fui rebelde, quería mis propias cosas. Cansada de tanta corrección a golpes, me busqué un hombre, como decía mi padre, para poder hacer mi vida. Pero luego ese hombre me dejó, y embarazada», explica Angie.
Allí empezó un camino sin retorno. Su hijo recién nacido se enfermó y, sin dinero para los medicamentos, pidió un préstamo a una amiga ‘bailarina’. Esta amiga le confesó que en verdad era prostituta y que si quería ganar su propio dinero ella la ayudaba a entrar a ese mundo.
«Fue un shock, por la forma en que fui criada. Pero luego, encontrarme en un sitio donde era deseada, valorada, idolatrada, con clientes que hasta les contaba mis problemas y me ayudaban y hasta llevaban regalos para mi hijo me dije: este es un buen lugar para trabajar», cuenta.
Eran épocas en que los hombres, dice, eran más respetuosos. «La mayoría de clientes estaba casado, pero venían porque con su esposa no podían hacer lo que hacían conmigo. Pero igual eran más caballeros y románticos. Ahora todos son toscos. El 80% de clientes es divorciado, el otro 10% es casado que tiene lejos a la esposa y el otro 10% es soltero que no quiere relación estable», detalla.
Prostituta y candidata de la izquierda
Angie es candidata al Congreso para las elecciones del 10 de abril por la agrupación de izquierda Frente Amplio, que lleva a la presidencia a la legisladora Veronika Mendoza, hasta ahora con poca aceptación popular.
«Soy de una izquierda que busca justicia. No se trata de parecernos a Cuba. No soy roja, soy fucsia, de una izquierda evolucionada, distinta», comenta. Angie se expresa con propiedad y, mientras concede la entrevista, le llega una invitación para una entrevista en la radio de su distrito.
Espera legislar en favor de una revolución educativa que empodere a las mujeres desde pequeñas, para que aprendan a ser independientes. Asegura que trabajará para las minorías. Está a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo -rechazada por el actual Congreso- y del aborto en casos de violación, también prohibido en el país.
Angie, la activista
Angie vive en un barrio de clase baja emergente de la zona este de Lima. Tiene cuatro hijos. Una de sus hijas vive en París. Su casa está decorada con decenas de cuadros pintados por un exnovio. Hace tres años que empezó una nueva relación. «Ha sido difícil para él. Su familia le dio la espalda, no entienden», explica.
Dejó de ejercer la prostitución momentáneamente a los 30 años, después de tener a su cuarto hijo. Recuerda que es una de las víctimas de esterilizaciones forzadas aplicadas durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-200). «Cuando aún estaba anestesiada me dijeron que ya había tenido cuatro hijos, y me ligaron las trompas sin darme opción a nada», detalla.
Angie se volvió activista por los derechos de las minorías. Se capacitó en talleres y fundó una asociación nacional de trabajadoras sexuales que, desde 2004, trabaja con el ministerio de Salud. Hace un año volvió a ejercer la prostitución, porque es su profesión, dice, pero no ha dejado el activismo.
En el Perú, la prostitución no es delito pero no está reconocida. Normalmente las trabajadoras sexuales son capturadas y agredidas por la policía, para luego ser liberadas, cuenta Angie, quien dice que, en 2002, unas 250.000 trabajadoras sexuales peruanas pasaron exámenes médicos para descartar enfermedades de transmisión sexual. Es la última cifra registrada.