Al menos 58 personas murieron y más de un centenar resultaron heridas el jueves en el ataque a una base de Naciones Unidas en Sudán del Sur, donde se refugiaron miles de civiles, huyendo de la violencia étnica que sacude al país rico en petróleo independizado en 2011.
«Cuarenta y ocho cadáveres, incluidos niños, mujeres y hombres, han sido encontrados en la base. Los cuerpos de 10 atacantes fueron hallados en el exterior» del recinto, anunció el jefe de las operaciones humanitarias de la ONU en Sudán del Sur, Toby Lanzer, a la AFP.
«Hay más de 100 personas heridas, algunas de ellas de gravedad», por lo que el balance final podría aumentar, añadió.
La réplica de los soldados de los batallones de la paz de India, Nepal y Corea del Sur fue decisiva para repeler el ataque, explicó Lanzer, quien recordó que el mandato de Naciones Unidas permite el uso de «fuerza letal» para proteger a civiles.
El ataque se produjo en la ciudad de Bor (este), controlada por el gobierno sursudanés. Según Lanzer, un grupo de unos 350 jóvenes armados vestidos de civil «actuaron con extrema violencia para abrir una brecha» en el recinto de la base de Naciones Unidas, que alberga a unos 5,000 civiles.
Posteriormente los atacantes abrieron fuego contra los civiles refugiados en la base para huir de la violencia étnica de la guerra que estalló hace cuatro meses. Su objetivo, según Lanzer, era matar al mayor número de personas posible.
«En cuanto nos dimos cuenta de que estábamos siendo atacados, respondimos» y la «reacción rápida» de los cascos azules de la ONU permitió «salvar vidas», explicó Lanzer.
«Haremos cuanto haga falta para proteger la vida de la gente que se encuentra bajo nuestra protección, incluso recurriendo al arma letal de la fuerza», advirtió el responsable de Naciones Unidas.
La ONU ha tomado medidas para mejorar la seguridad de sus otras bases en el país, que albergan en total a unas 60.000 personas de diversas etnias.
La guerra en Sudán del Sur, país independiente desde 2011, empezó el 15 de diciembre en Juba y luego se extendió a todo el país, en particular a los estados del Alto Nilo (noreste), Unidad (norte) y Jonglei (este) y ha dejado miles o quizás decenas de miles de muertos y cerca de 900 mil refugiados.
El conflicto enfrentaba inicialmente a unidades del presidente sursudanés Salva Kiir y a los partidarios de su ex vice presidente Riek Machar, destituido en julio de 2013, ahora líder de los rebeldes.
Desde entonces se ha convertido en uno étnico, que opone a los dinka de Kiir a los Nuer de Machar, y ha entrado en «un ciclo de represalias», estimó Lanzer.
«Es esencial que todas las comunidades tomen conciencia de que están precipitando al país al vacío», dijo.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) señaló en un comunicado estar «indignada por las matanzas deliberadas de civiles en los hospitales, iglesias, bases de la ONU y otros lugares que deberían ser sagrados».
La mayoría de los civiles refugiados en la base de la ONU de Bor, capital del Estado petrolero de Jongleim atacada parecen ser de la etnia de Machar, quien ahora lidera una fuerza rebelde compuesta por milicias étnicas y desertores del ejército. Durante la semana, los rebeldes se hicieron con la ciudad de Bentiu, otra ciudad petrolera estratégica, en el Norte.
El presidente Kiir controla por su parte la capital, Juba, y está apoyado por un gran parte del ejército y de los soldados enviados por Uganda, país vecino.