miércoles 23 de octubre del 2024

La infanta Cristina, una princesa española en el ojo del huracán

por Redacción


Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, de 48 años, fue imputada este martes por presuntos delitos fiscales y de blanqueo y convocada a declarar al 8 de marzo ante el juez José Castro de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares.

Rubia y sonriente, la infanta Cristina, hija menor del rey Juan Carlos I, se encuentra en primera línea de la tormenta judicial que hunde la popularidad de la familia real española e inflige un golpe brutal a su imagen de princesa moderna.

Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, de 48 años, fue imputada este martes por presuntos delitos fiscales y de blanqueo y convocada a declarar al 8 de marzo ante el juez José Castro de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares.

El motivo de este nuevo golpe, el más duro para una familia real en fuerte pérdida de popularidad, es su supuesta vinculación con los negocios de su esposo, Iñaki Urdangarin, sospechoso de malversación de fondos públicos mediante el Instituto Nóos, una sociedad sin ánimo de lucro.

Cristina, que fue vocal en la junta directiva de Nóos, ya había sido imputada una primera vez por el juez Castro en abril, entonces por presunto tráfico de influencias, aunque la decisión fue anulada por un recurso de la fiscalía.

Esta nueva imputación no implica que la infanta sea necesariamente juzgada, pero su imagen de desenfado y afabilidad, muy dañada desde la implicación de su esposo en 2011, se verá aún más resentida.

«El deterioro de la imagen de la infanta Cristina no tiene vuelta de hoja, al menos en mucho tiempo», explicaba a la AFP, ya antes de la primera imputación, el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid Emilio de Diego.

Conocida como la hija rebelde de la familia, pero también por sus actividades sociales, Cristina trabaja desde 1993 para la Fundación La Caixa, que en 2013 la envió a Ginebra para coordinar sus programas con agencias internacionales.

«La infanta Cristina siempre fue la hija díscola de la familia, creo que por ahí empezaron algunos de los errores del monarca en el plano familiar», consideraba De Diego.

El caso Nóos ha asestado un grave golpe a la popularidad de la monarquía, así como a la de la princesa, diplomada en Ciencias Políticas en 1989 por la Universidad Complutense de Madrid, antes de proseguir sus estudios en Nueva York.

Por su parte, también rompió la imagen de esposo modélico que desde su suntuosa boda el 4 de octubre de 1997 tenía Urdangarin, apartado desde hace dos años de los actos oficiales de la familia real.

Fue al contraer nupcias la pareja cuando el rey Juan Carlos I concedió el título de duquesa de Palma a su hija, séptima en la línea sucesoria detrás del príncipe heredero Felipe y sus dos hijas, y de su hermana mayor, la infanta Elena y los dos hijos de ésta.

Nacida el 13 de junio de 1965 en Madrid y gran aficionada al deporte, especialmente a la vela, Cristina conoció a Urdangarin en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, en los que éste ganó la medalla de bronce con la selección española de balonmano.

«Es enormemente competitiva y obstinada», aseguraba el escritor Andrew Morton, biógrafo de Lady Di, en el libro «Ladies of Spain. Sofía, Elena, Cristina y Letizia: entre el deber y el amor», asegurando que fue Cristina quien tomó la iniciativa de cortejar a Urdangarin.

La pareja tiene cuatro hijos, nacidos entre 1999 y 2005: Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene.

En 2009, la familia se mudó a Washington, donde Urdangarin fue nombrado consejero del gigante español de las telecomunicaciones Telefónica.

Fue allí donde los sorprendió el escándalo Nóos, a fines de 2011, y en agosto de 2012 la familia regresó a Barcelona para instalarse en un lujoso palacete del exclusivo barrio de Pedralbes, puesto después a la venta y ahora embargado a la mitad por la justicia para cobrar una fianza civil impuesta a Urdangarin para cubrir los fondos presuntamente malversados.

«El aumento de su fortuna personal, todo eso no puede ser ignorado por una cónyuge que está muy unida a su marido», consideraba la escritora Pilar Urbano, autora de varios libros sobre la Familia Real. La pareja es propietaria a partes iguales de una empresa, Aizóon, sospechosa de haber servido como pantalla.