La noche ateniense y más de 50,000 espectadores dieron una calurosa bienvenida a Iron Maiden este sábado en el Estadio Olímpico de Atenas. La banda respondió con un gran sonido, juegos de luz y pirotecnia, desatando así la euforia entre un público totalmente entregado al heavy metal.
El grupo compuesto por Steve Harris (bajo), Bruce Dickinson (voz), Dave Murray (guitarra), Adrian Smith (guitarra), Janick Gers (guitarra) y Nicko McBrain (batería) comenzó el espectáculo con «Senjutsu», canción que puso nombre a su disco más reciente, publicado en 2021 y cuya temática es el Japón feudal.
Iron Maiden no escatima en gastos para ambientar sus directos, por lo que el escenario fue decorado con representaciones de edificios tradicionales nipones e incluso Eddie, la «mascota» del grupo, salió con una armadura y una espada samurái.
Mientras la voz de Dickinson hacía vibrar unas notas altísimas, un potente sonido de batería escoltaba los agresivos fraseos de unas guitarras que se armonizaban e iban alternándose con líneas más melódicas.
El característico bajo galopante de Harris llegó con la siguiente canción, «Stratego», a la que siguió «The Writing on the Wall», ambas pertenecientes a «Senjutsu».
Tras un inicio marcado por las canciones de su último disco, la banda decidió adentrarse en el resto de su extensa discografía, razón por la que el decorado pasó a ser el interior de una catedral en cuyas vidrieras se veían representadas las diferentes portadas de la obra de Iron Maiden.
Entonces llegó el momento de la mitología griega con «The Flight of Icarus», dedicada a la historia de Ícaro: su retención en la isla de Creta hizo que intentara escapar con unas alas creadas por su padre, que podrían derretirse si volaba muy cerca del sol; Ícaro ignoró el aviso y murió buscando su libertad.
El público perdió la cabeza con «Fear of the Dark» y «Hallowed Be Thy Name»: innumerables bengalas iluminaron unos pogos salvajes en los que se bañaba con cerveza a todo aquel que se internase en ellos.
Con «The Number of the Beast» el fuego del averno inundó el escenario para trasladar al público a la mente de un hombre que sueña que está atrapado en el infierno rodeado de elementos demoníacos, tal y como canta la letra.
Dickinson abandonó el escenario momentáneamente al inicio de la canción porque se enfadó con una de las personas que encendían bengalas y lo increpó desde el micrófono; unos minutos después fue el mismo cantante el que pidió a seguridad que asistiera a un seguidor, y pidió al público que dejara espacio a su alrededor.
Para el primer bis sonó «The Trooper», en la que Dickinson y Eddie, ambos disfrazados de soldado británico del siglo XIX, se batieron en duelo con un frenético solo de guitarra como banda sonora.
El público se dejó los pulmones gritando «libertad» a lo William Wallace durante el estribillo de «The Clansman», canción inspirada por la película «Braveheart».
«Run to the hills», un himno anticolonialista escrito desde el punto de vista de los indígenas Lakota y de la caballería estadounidense, mantuvo la epicidad del momento en lo más alto con un público y una banda que no mostraban signos de agotamiento.
Para el segundo y definitivo bis se escuchó primero el discurso de Churchill de «lucharemos en las playas» previo a la batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, un combate entre la aviación alemana y británica en el que se basa Aces High, para la que se colgó un caza desde lo más alto del escenario.
Los músicos se retiraron del escenario mientras sonaba «Always Look on the Bright Side of Life», una canción de los Monty Python usada en el final de la película «La Vida de Brian».
Bruce Dickinson bromeó durante el concierto con tocar «Alexander the Great», que nunca ha sido interpretada en directo, y razón por la que los asistentes pidieron sin éxito otra canción más.
Iron Maiden continuará con su gira mundial «The Legacy of the Beast», abarcando Estados Unidos, Canadá, México, Brasil y numerosas ciudades europeas, entre las que se incluye un concierto en Barcelona el día 29 de julio.