Miles de personas dieron este martes un último adiós a Sineád O’Connor al paso del féretro de la cantante por la localidad costera de Bray, donde efectuó una emotiva parada en la casa en la que vivió frente al mar durante 15 años.
Fans, amigos, músicos y vecinos de la artista, fallecida el pasado mes en Londres a los 56 años, cantaron, bailaron y lloraron al son de sus canciones, amplificadas desde la destartalada y colorida furgoneta que guiaba al cortejo fúnebre por el paseo marítimo de esta villa próxima a Dublín.
Después, la comitiva de vehículos prosiguió su camino para asistir a un entierro privado, según ha informado la familia de O’Connor, quien, aseguró en un comunicado: «amaba vivir en Bray y a su gente».
Antes de su último trayecto por el paseo marítimo de esta pequeña localidad, los familiares asistieron a un servicio funeral privado, en el que también estuvieron presentes el presidente de la República de Irlanda, Michael D. Higgins, y el primer ministro Leo Varadkar.
El oficio incluyó plegarias del imán Shaykh Umar Al-Qadri, en honor a la religión de Sinéad O’Connor, quien se convirtió al islam en 2018 y cambió su nombre por el de Shuhada Sadaqat.
Además de ofrendas florales y fotografías, sus vecinos recordaron hoy con pancartas el carácter reivindicativo de la artista, reconocida mundialmente por su música, pero también por la causas que defendió, como los derechos de las mujeres, de los menores y de la comunidad LGTBI, entre otros.
«Cuanto más cantó y habló de su propio dolor, así como de los omnipresentes pecados de la sociedad de los que era testigo, más resonaron su voz y palabras con su audiencia, a la que llegó al corazón», subrayó Al-Qadri en su oración.
El imán destacó que «todos los fieles del mundo» recordarán ahora a la «amada hija de Irlanda», entre ellos, agregó, «los muchos musulmanes que rezarán por su hermana de fe y humanidad».
El momento más emotivo del paso del féretro de Sinéad tuvo lugar ante su casa de Montebello, en mitad del paseo marítimo de Bray, convertido en un «salón de la fama» y altar para los irlandeses.
«Significó mucho para mí cuando era más joven, su música, su primer álbum, mi primer concierto. La admiraba tanto porque usó su voz para defender a los refugiados, a la comunidad LGTBI y para denunciar el racismo», explica a EFE Veronica, de la misma edad que la artista y quien viajó de madrugada desde el oeste de Irlanda para despedirse.
Quería presentar sus respetos, «rezar por ella» y «sentir su espíritu» en un día en que «ella nos ha traído el sol» después de varias semanas de lluvia incesante: «Gracias Sinéad», agregó Veronica.
Además de a sus contemporáneos, la muerte de O’Connor ha servido para recordar a los más jóvenes que la cantante fue una adelantada a su tiempo, una voz contra los abusos cometidos contra menores por sacerdotes católicos y contra el poder omnipresente de la Iglesia en la sociedad irlandesa respecto a temas como el aborto o el matrimonio homosexual.
«Esa es una forma de ser, un camino a seguir difícil», observa Sarah, de 41 años, sobre el carácter casi «profético» de Sinéad, cuyas críticas hacia el poder establecido le granjeó cierta impopularidad entre los sectores más conservadores.
«Representaba el poder femenino, el poder de las mujeres, la que decía la verdad sobre lo que no estaba bien, sobre cosas que eran inapropiadas. Habló en nombre de los que no tenían voz y fue persiguida por ello. Me enseñó a tener coraje», celebró esta dublinesa.