Griselda Blanco, una de las mayores narcotraficantes de Colombia, murió asesinada hace 10 años en las calles de Medellín, ciudad desde la que se erigió como la «reina de la coca» por su capacidad para innovar en el negocio del narcotráfico y donde se convirtió en la narcomadrina de Pablo Escobar.
Blanco (Cartagena de Indias, 1943) tuvo muchos alias, entre ellos «la viuda negra», por supuestamente matar a dos de sus maridos durante las dos décadas que estuvo al frente del negocio más lucrativo de Medellín y ganados por la forma en la que lo dirigía: con la violencia como herramienta para expandirse y lucrarse, lo que le valió para alcanzar mucho poder.
La narcotraficante, conocida por su «frialdad y su condición sanguinaria», perteneció a una generación de narcotraficantes que empezó a exportar la pasta base de coca que se producía en las selvas de Ecuador, Perú y Bolivia hacia Estados Unidos para comercializarlo, cuenta a Efe Williams Gilberto Jiménez-García, investigador de la Universidad de los Andes.
El poder que cosechó la llevó a instalarse en Estados Unidos para controlar las rutas del sur de Florida que ella mismo abrió para un negocio de por sí violento que elevó a niveles nunca antes vistos «generando todo un hito en Colombia y Estados Unidos».
Pero no solo abrió nuevas rutas para hacer llegar la cocaína hasta el vecino del norte, con especial relevancia a la introducción de las «mulas» -mujeres y hombres que transportan en sus cuerpos la droga hasta el destino final-, sino que también «abre nuevas tecnologías para corromper a las autoridades locales», en palabras de Jiménez-García.
Pero lo que sin duda la llevó hasta lo más alto de la ilegalidad fue que empezó a «reclutar capacidades», porque hasta el momento «las organizaciones de narcotráfico eran muy pequeñas porque garantizaban el éxito de ocultamiento», pero Blanco llegó a tener tanto éxito que transportaba hasta media tonelada semanal de cocaína.
«La valoración que hace un sujeto racional de lo que puede obtener ganando ‘traqueteando’ es lo que puede perder, que es la muerte o la cárcel», pero el éxito y el sistema de «la viuda negra» alcanzaron tal nivel en las calles de las ciudades colombianas que «se volvió casi que un orgullo pertenecer a la organización», explica el experto.
Las innovaciones que introdujo también impactaron en el ámbito de la comunicación de estas organizaciones criminales, como «entrenar palomas para ir a las cárceles», que aunque no es innovador, sí es escurridizo.
Ascender en un mundo machista
Blanco «necesitaba tener prestigio dentro del mundo criminal para convencer a los criminales de trabajar con ella, para tener temor y respeto a esa mujer», todo esto mientras tenía que ganarse el respeto en «un país y una sociedad machista», relata Jiménez-García.
Eso la llevó a tener «un ejército personal de jóvenes entrenados solamente para matar sin cuestionamientos», algo que derivó en una suerte de escuelas de sicarios que siguen existiendo en ciudades como Medellín o Pereira, cuenta el experto.
Pero quizás por lo que más ha sido conocida en la historia criminal de Colombia y el mundo fue por introducir a Pablo Escobar al negocio de la cocaína.
Sus andaduras no quedaron impunes y pasó tres décadas en una cárcel estadounidense pagando por los crímenes que cometió. En 2004 obtuvo una libertad que le valió para ser deportada a Colombia donde, irónicamente fue asesinada en las calles de la ciudad a la que sometió durante años y a la que convirtió en centro del tráfico de drogas mundial.
La historia no tan conocida de la creadora de uno de los carteles más temidos será llevada a la pantalla por la actriz colombiana Sofía Vergara en una miniserie que se titulará «Griselda», para la que todavía no hay fecha de lanzamiento.