El Salvador
viernes 1 de noviembre de 2024

Enrique Bunbury, el héroe infinito que enamoró a El Salvador

por Pabel Bolívar


Tras 16 años de ausencia en El Salvador, Enrique Bunbury encantó durante más de dos horas a un público entregado de principio a fin.

Conmovedora y de una fuerza musical e histriónica irrefutables. Así se puede juzgar la presentación del español luego de 16 años de ausencia en el país. Enrique Bunbury emergió del escenario a eso de las 9:00 p.m. traído de una nave espacial que retrataba la pantalla de fondo.Como venido de otro planeta.

Desde las cinco de la tarde las filas y las camisas negras se apropiaban de los alrededores del Gimnasio Nacional José Adolfo Pineda. Entre fotografías, la quietud que sugiere el alcohol y los cánticos de las canciones, los asistentes iniciaban el ritual de cara al reencuentro con el músico zaragozano.

Los vendedores de comida, cerveza, cigarros e indumentaria bunburiana empezaban una jornada nocturna provechosa. Los revendedores iniciaban el regateo que a unos minutos de iniciar el show ofertarían la entrada más cara casi a la mitad de su precio.

Un cúmulo de humo fue el primer indicio, un estímulo suficiente para avivar los gritos y aplausos del auditorio. Diez minutos después se apagaron las luces y luego de un breve preludio instrumental aparecieron los músicos y el esperado Bunbury.

Con la primera canción, Despierta, logró cargar de emotividad y furia a los asistentes. Es la primera canción de Palosanto, su octavo álbum con el cual ha recorrido Estados Unidos, México, Guatemala y Honduras, y cuyo vendaval seguirá emigrando hacia el sur del continente.

El Palosanto es un milenario árbol americano. Llamado Quebracho por los conquistadores europeos, era un auténtico dolor de cabeza de los españoles que veían cómo su hacha se destrozaba al intentar cortarlo. Su incienso es un purificador de malas energías. Dicen que su madera puede arder varias veces con la misma fuerza.

Estas tres metáforas resumen el nuevo material, sin duda su producción más contestataria, sin caer en el panfleto. Despierta es un llamado –casi un imperativo– a transformar el mundo, o al menos realidad inmediata que nos agobia. También fue un presagio para los salvadoreños: se venían dos horas de intenso derroche musical y emocional.

Siguió El club de los imposibles y una promesa que se hizo realidad: a este clásico del disco Flamingos le seguirán otros de lo más mítico de su repertorio de 17 años como solista. Como la espontánea arremetida de una cascada siguieron Contracorriente, El rescate y El extranjero, esta última quizás la más celebrada del recital. Enrique no fue mezquino y hasta tuvo tiempo de devolverse a 1995 con Deshacer el mundo, de la legendaria banda Héroes del silencio.

Aquí y allá, enhebrándose sin que nos diéramos cuenta, Bunbury fue arrojándonos a lo más representativo de Palosanto. Con Hijo de Cortés, Destrucción masiva, Los inmortales Salvavidas, acudimos a la decadencia actual de una España en bancarrota, a una América urgida de «no hacer de la historia un fraude» o a la angustia humana de situarse en un mundo a la deriva.

También se dio cita el romanticismo desgarrador. Ódiame, bolero original del bohemio Julio Jaramillo, fue la primera descarga de melancolía y sufrimiento; luego Frente a Frente, interpretada por primera vez por la española Jeanette y Que tengas suertecita de su disco El viaje a ninguna parte. El corolario del amor y el desenfado lo pusieron Puta Desagradecida y El rescate.

Se acercaba el final pero el eufórico público guanaco parecía haber perdido la noción del tiempo. Con y  Lady Blue, coreadas y bailadas hasta el cansancio, Bunbury regresó a la nave espacial que lo transportó hasta el Adolfo Pineda. A la previsible artimaña de la despedida le siguió el obligado coro de «otra, otra».

Regresó al escenario con Habrá una guerra en las calles, para volver a cerrar con Infinito, otro himno al desamor.

«Por favor no se vayan, déjennos tocar un poco más. ¿Ustedes saben los kilómetros que tuvimos que viajar para visitarlos?», dijo un incólume Bunbury a la expectativa de que el auditorio mantuviera su efervescencia. Y así fue.

Primero Sácame de aquí y finalmente El viento a favor fueron la puntada final a una velada marcado por la solidez musical y la mística de un público entregado de principio a fin en dos horas que se esfumaron como la noche. Acaso una prueba incontestable de que aún nos quedan sus canciones que seguirán llenando los corazones.

Enrique Bunbury en prueba de sonido en El Salvador. Foto D1: Facebook oficial Bunbury

Enrique Bunbury en prueba de sonido en El Salvador. Foto D1: Facebook oficial Bunbury