Hablar con las estrellas, piedras o el universo no es una locura, es un diferente estilo de vida que muchas personas practican y con la que buscan estar en paz con Dios, con el prójimo y con ellos mismos. Esa es una de las experiencias que Claudia vivió hace 20 años en una práctica de yoga.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó en diciembre pasado el 21 de junio como la jornada internacional del yoga, destacando sus “beneficios” para la población. Es por ello que el pasado domingo, miles de personas, entre ellas el Secretario general de Naciones Unidas Ban Ki-moon, celebraron en Times Square de Nueva York la primera Jornada Internacional del Yoga.
El yoga es un conjunto de prácticas que requieren concentración y se convierte en una doctrina filosófica para poder obtener un mayor control físico y mental.
Claudia Zeledón es maestra de yoga, danza, actriz, pintora, presentadora y organizadora de eventos. Desde los 12 años practica el yoga por iniciativa propia, lo que ha traído a su vida muchos beneficios. A esa edad comenzó a realizar hábitos como saludar al hermano sol durante la mañana, respetar a las hermanas hormigas y abejas, o pedirle al hermano zancudo que no la picara porque podía contraer una enfermedad. La oportunidad de encontrar este estilo de vida diferente es lo que le agradece a Dios porque así aprendió a tener amor por ella misma y los demás, y a lograr transmitir energías y pensamientos positivos.
Experiencia de vida
En los años 80 recibió un taller impartido por un hombre peruano, en donde logró una plenitud con ella misma y con el mundo. Las actividades que realizó en esta experiencia fueron las que la dejaron marcada en su vida, ya que pudo sentir la “elevación” pero con los pies en la tierra. Atravesar cuatro ladrillos con brasas fue uno de los mayores logros que tuvo durante el taller, eso demostraba cuánta era la fuerza que había adquirido a lo largo de la jornada.
El sueño, el hambre, el frío y el calor no eran suficientes para detener la actividad; al contrario, eran estados mentales que los alejaban de Dios y de la concentración con la divinidad. Cuando alguna persona sintiera una de esas fases, tenía que pedirle a las estrellas para que enviaran un poco de luz y así poder calentarse. Con el fin de mantener la esencia de la práctica del yoga, lo único que consumían eran licuados de verduras como papa, zanahoria, apio, remolacha; y a lo más sólido que llegaban era a un poco de lechuga. Esto se debe a que muchos de los que realizan esta práctica son vegetarianos.
El taller duró siete días en un espacio libre y verde en donde los días completos estaban destinados a hacer posturas y respiraciones con el fin de que los asistentes meditaran y encontraran la paz que necesitaban. Empezaron alrededor de 20 personas, pero al final solamente lo concluyeron ocho, ya que la actividad física y el no tener algo sólido en el estómago era bastante difícil. Claudia fue una de los que lograron terminar el taller y recibió una certificación. Para ella fue una experiencia fascinante y que si pudiera volver a repetirla, lo haría.
Beneficios del yoga
Además de querer estar en comunión con Dios, Claudia ha recibido varios beneficios del yoga.
Lo empezó haciendo con el fin de conectarse con el ser supremo, pero luego descubrió que le servía en muchos más aspectos.
En su filosofía de vida le ha ayudado a no tratar de mala forma al prójimo o personas o cercanas, ya que cree en la ley del karma y ley de la compensación. Se trata de ser mejor persona cada de día, de no juzgar, de no enojarse y tener más paciencia. Según Claudia, cuando se practica el yoga, en vez de enojarse, respiran profundo y fluye con el universo.
También el yoga le ha ayudado al funcionamiento de los órganos del cuerpo a través de la oxigenación. Poco a poco ha ido trabajando gradualmente el estiramiento y agilidad del cuerpo, ya que lo va controlando, moviendo y relajando.
Anteriormente, Claudia era vegetariana diariamente pero ahora lo es por lapsos. Esto es debido a que, según como le han enseñado, una persona no debe rechazar una comida que no sean vegetales porque es ofrecida con cariño y se debe recibir con la mayor cortesía posible. Esto también es de acuerdo a la experiencia o desde qué punto de vista lo perciba cada persona.
En el yoga no hay límite de edad ni un tipo de cuerpo específico requerido. Lo más importante es la parte mental, de tener paz interior y comunión con Dios, ya que, según Claudia, muchas veces se pierde mucho tiempo en divagaciones que hace la mente en lugar de agradecer a Dios el día a día y vibrar en positivo.
Mamá fue el gran apoyo
Mientras su casa estaba llena de incienso y velas aromáticas, la madre de Claudia pensaba que eran rutinas pasajeras que en algún momento se iban a terminar. Sin embargo, al pasar el tiempo se dio cuenta que era algo que se lo había tomado muy en serio y comenzó a respetar y a darle su espacio.
Claudia era una adolescente y era mejor tener a su hija meditando en casa, a que se fuera por a encontrar con alcohol, drogas u otros vicios fuera de su hogar. No interfirió nunca en las costumbres de su hija y solo piensa que ella es un poco diferente a sus otros dos hermanos.
De acuerdo con la artista y maestra, si ella puede llegar a los 100 años haciendo yoga, lo haría con gusto. Es una práctica positiva de la que nunca se pudo despegar.