Faltaban alrededor de dos horas para el esperado show de Juan Luis Guerra cuando, sin esperarlo, un rayo impactó en el estadio Jorge Mágico González, específicamente en una de las torres de sonido que forzó a los organizadores a cancelar el evento. A las ocho de la noche del sábado 10 de octubre, los asistentes que habían llegado a disfrutar del concierto iban de regreso a sus casas bajo una torrencial lluvia.
Jóvenes, mujeres, hombres, adultos mayores, incluso hasta los que no gustan de las canciones del artista, habían llegado junto a toda su familia y amigos; pero no se imaginaron que en lugar de presenciar el show, saldrían empapados gracias al clima que caracteriza a El Salvador.
El clima no daba ninguna señal de lluvia, pero en cuestión de 10 minutos se apoderó del cielo una nube que venía con estruendosos ruidos y una fuerte precipitación. En la cara de los asistentes, que desde tempranas horas se encontraban el estadio, se notaba una mezcla de angustia y risas. Las risas no eran de felicidad, sino de nerviosismo al ver que no tenían ningún área cerca donde protegerse cuando la lluvia se hiciera presente. El clima los había defraudado.
La poderosa lluvia no tardó en caer. Las personas corrían tratando de resguardarse y de proteger a las personas mayores y niños. Muchos no tuvieron otra opción que quedarse bajo la lluvia ya que no había espacios para cubrirse, todo era al aire libre. El único toldo que se encontraba cerca era donde estaba la comida y materiales que un hotel ofrecía a los asistentes. El pequeño lugar estaba totalmente lleno de personas empapadas y preocupadas por el clima y la realización del evento.
Pasados unos 15 minutos, la lluvia seguía. El toldo no se evacuaba y ya no había esperanzas de lograr ver cantar al artista. Una luz, casi segadora, iluminó todo cielo, acompañado unos segundos después de un fuerte estruendo. Los hombres que detenían el toldo para que el viento no lo levantara, de repente sintieron una fuerte descarga en sus manos que hizo que lo soltaran. Era el rayo que había caído en la torre de sonido que estaba justo a la par.
Otra mujer que había llegado al evento y que se encontraba resguardada debajo del toldo, tuvo una fuerte descarga eléctrica en su cuerpo que hizo que cayera al suelo, debido a que estaba aferrada al hierro con el que se sostenía la cubierta. Las demás personas se mostraban sobresaltadas, hasta el punto querer huir del lugar.
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Ernesto Cerna fue uno de los asistentes al evento. Llegó con su mamá y hermana. El boleto fue el obsequio de cumpleaños que le dieron ambos hijos a la madre. Para esto tuvieron que hacer ventas de aritos y de esa manera recaudar el dinero. Él y su familia se fueron decepcionados del lugar al no lograr ver al artista. Era el día que más estaban esperando y terminó de la manera en que menos pensaron.
– “Hasta aritos anduvimos vendiendo con mi hermana para regalarle el boleto a mi mamá. Cuando lo compramos lo pusimos en un arreglo de flores y ahí se lo dimos”.
Al terminar la lluvia, no se podía ver una persona que no se encontrara mojada, y todos se hacían las mismas preguntas: “¿Qué iba a pasar con el concierto? ¿Lo iban a reprogramar? ¿Iban a devolver el dinero? ¿Qué iba a pasar con los que mojaron su ticket o se les perdió bajo la lluvia?
Hasta ese momento todas estas eran preguntas sin responder. Los asistentes no encontraron a nadie que respondieran sus dudas.
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En horas de la tarde, a la 1:30 pm el sol se hacía sentir y el cielo lucía despejado. No había señales de que el clima iba a decepcionar a todos los asistentes. Todos los amantes de Juan Luis Guerra estaban preparados para la gran noche.
Las personas que colaboraban con la organización del evento estaban realizando su máximo esfuerzo, entraban la comida y bebida con la esperanza de que se vendieran todos los materiales y no hubiera pérdidas monetarias. Las edecanes también se habían hecho presentes desde temprano para acreditarse y hacer su trabajo; y de paso lograr ver el concierto. El personal de seguridad de igual manera había llegado a las instalaciones del Mágico González con un solo fin: cuidar al artista durante su ensayo en el escenario, donde más tarde ofrecería su show.
Ya eran las cuatro de la tarde y el sol bajaba su fuerza poco a poco. Las labores de preparación continuaban. La orquesta que acompañaba el artista estaba en el escenario media hora antes ensayando la presentación. Luego entró al escenario un hombre que no era fácil perderlo de visto, sobre todo por su altura. Vestía de forma sencilla: chaqueta roja, jeans y tenis, era el cantante Juan Luis Guerra.
Muy pocos artistas salen a ensayar su performance antes de salir a dar el concierto. Pero a Guerra parece que no le incomodó en lo más mínimo que algunas personas lo vieran antes de su actuación. Ensayó alrededor de cinco canciones con el fin de probar el sonido. Hizo varias bromas con los integrantes de su grupo y se fue después de media hora.
Las puertas del estadio se abrieron a las seis de la tarde y todos entraron emocionados por ver al cantante horas después. La espera no valió la pena porque el clima hizo de las suyas. Pero bien dicen que después de la tormenta viene la calma, y él anunció esa misma madrugada que el concierto se reprogramaba para el 13 de noviembre.