El Salvador
viernes 15 de noviembre de 2024

Mayoría de personas sufre de endurecimiento de grasa en arterias

por Redacción


La progresión de la enfermedad está ligada a otros factores de riesgo como tabaquismo, colesterol elevado, hipertensión, sedentarismo, sobrepeso y diabetes.

Según los más recientes estudios, el 70 % de la población sana sufre ateroesclerosis o endurecimiento de las arterias, primera causa de muerte en el mundo, por la acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias que forman placas que dificultan o impiden el flujo sanguíneo.

Esta es una de las conclusiones que presentaron los investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), Valentín Fuster y Borja Ibáñez, en la 64 Sesión Científica Anual del Colegio Americano de Cardiología, que se celebra en San Diego, Estados Unidos.

Los doctores trabajan en España en el estudio PESA (Progression of Early Subclinical Atherosclerosis), con la participación de 4 mil personas de entre 40 y 54 años, mientras que Fuster dirige también en EEUU el High Risk Plaque (HRP), con 5 mil personas. Ambas investigaciones persiguen prevenir la ateroesclerosis antes de sus síntomas.

Fúster, director del CNIC y del Instituto de Cardiología del Hospital Mount Sinaí de Nueva York, ha señalado, en declaraciones a Efe, que cuantas más placas se tengan en el cuerpo más susceptible es la persona de sufrir en el futuro un infarto o un ictus.

El investigador abandona así el concepto de «placa vulnerable», que él mismo acuñó, en un intento de detectar y controlar aquellas que tenían más probabilidad de romperse y causar problemas.

Sus últimas indagaciones han demostrado la variabilidad de estas placas, unas dejan de ser peligrosas para dar paso a otras, así como su escasa relación con la situación en la que se localizan y la parte del cuerpo en la que se produce el accidente vascular.

«Ahora vemos al paciente sistémicamente vulnerable: cuantas más placas tenga y más inflamación tenga en todo el cuerpo más eventos puede tener», ha expuesto Fuster.

La enfermedad ateroesclerótica, ha puntualizado, «aparece a una edad muy temprana, es una patología difusa; siempre pensábamos que puede estar en la coronarias o en el cerebro y está en todos sitios».

Detectar este problema, según el investigador, permite avisar a la persona que tiene las arterias «obstruidas» de que «es el momento de que cambie su estilo de vida» para evitar una dolencia cardiovascular.

El doctor ha llegado a estas conclusiones aplicando ecografías de ultrasonido tridimensional, una «tecnología no invasiva, de coste bajo y que se puede utilizar en países en desarrollo».

Fuster ha resaltado la utilidad de la ecografía para detectar cúmulos de grasa y colesterol en las arterias periféricas, incluso antes de que el paciente conozca su riesgo, y beneficiarse así de un tratamiento preventivo.

La progresión de la enfermedad está ligada a otros factores de riesgo como tabaquismo, colesterol elevado, hipertensión, sedentarismo, sobrepeso y diabetes.

El visualizar la presencia de placas puede «mejorar la detección de estos individuos que tienen ya la enfermedad sin encontrarse en una clasificación de riesgo ni sufrir síntomas» y cambiar su situación antes de que sea demasiado tarde.

Ibáñez, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, y director de Investigación Clínica del CNIC, ha hecho hincapié en que siete de cada diez personas tiene ya ateroesclerosis, creyendo que están sanas, y «esto va progresando con el paso del tiempo».

«Cuando haces un screening mucho más exhaustivo y miras varios territorios vasculares la incidencia de tener placas es mucho mas alta de lo que pensábamos», ha alertado en declaraciones a Efe.

Ambos científicos han presentado también en este foro sus estudios para reducir el daño miocárdico por reperfusión, que se define como la inflamación o el efecto adverso producido al restablecerse la circulación a las células isquémicas.

Ibáñez ha expuesto cómo la administración precoz de metoprolol, un fármaco muy barato conocido desde hace más de 30 años para la hipertensión, es capaz de reducir de forma significativa el daño que sufre el corazón durante un infarto.

«En ocasiones, el efecto beneficioso real de estas terapias clásicas no es totalmente conocido. La ausencia de interés comercial hace que la investigación clínica independiente en estos fármacos sea difícil de realizar», ha concluido.