El Salvador
jueves 28 de noviembre de 2024
Ciencia y Tecnologia

Antártida: la última frontera también para la ciencia

por Redacción


Los estudios de un equipo de científicos brasileños demuestran el potencial genético de las especies antárticas, una riqueza que puede estar amenazada por el cambio climático.

¿Qué tienen en común un alga altamente tóxica y una gramínea resistente al frío? Las dos son estudiadas por científicos brasileños en la Antártida, que esperan desarrollar a partir de ellas un potente insecticida y una variedad de caña de azúcar resistente a las heladas.

Científicos de todo el mundo viajan regularmente a la Antártida para recolectar material y llevar a cabo experimentos sobre los efectos del cambio climático, el agujero en la capa de ozono, la composición química de la atmósfera, la evolución de la biodiversidad o sobre astronomía.

En febrero, un grupo de cuatro científicos brasileños viajó a Half Moon Island, donde se encuentra la base argentina Teniente Cámara, para estudiar durante dos meses las comunidades vegetales en zonas de deshielo, como la gramínea Deschampsia antarctica, resistente al frío, y el alga Prasiola crispa, de alta toxicidad.

«Por ahora, hacemos ciencia básica. Pero tenemos que hacer esto para después encontrar una aplicación práctica» a los hallazgos, explica el coordinador del grupo, el biólogo Antonio Batista Pereira, de 65 años -28 de éstos dedicados a investigaciones en el continente blanco-.

La vegetación antártica es sometida a un fuerte estrés, con mucho frío y viento, alta luminosidad en verano y oscuridad en invierno, lo cual provoca procesos metabólicos secundarios importantes que se pueden usar en la biotecnología, explica a un grupo de periodistas, en una pausa del trabajo.

Batista, investigador de la Universidad Federal del Pampa (Unipampa, en el sur de Brasil), indicó que desarrollar productos basados en estas sustancias puede llevar 20 años, ya que se requieren muchos estudios y pruebas.

En laboratorio, el extracto del alga tóxica demostró ser un potente insecticida. En cuanto a la gramínea, los científicos necesitarán aislar las proteínas que evitan su congelamiento, las cuales podrán servir para desarrollar tecnologías de preservación de material vivo, como el semen, y cultivos, como la caña de azúcar, resistentes a las heladas que castigan y causan grandes pérdidas económicas en el sur de Brasil.

Riqueza amenazada

Los estudios del equipo del profesor Batista demuestran el potencial genético de las especies antárticas, una riqueza que puede estar amenazada por el cambio climático.

«En nuestras últimas expediciones, algunas enfermedades han aparecido con mucha frecuencia en las plantas antárticas. Todavía no sabemos si es por el cambio climático o no, pero han sido frecuentes las enfermedades y la mortandad en musgos y en la gramínea Deschampsia», advirtió el biólogo Jair Putzke, experto en identificación de plantas antárticas y compañero de investigación de Batista desde 1986.

«Si las plantas están muriendo, el impacto de esta mortandad en las comunidades antárticas es fenomenal. Plantas que son infectadas con alguna enfermedad pueden disminuir la población de otros grupos que dependen de ellas en otras zonas de la Antártida», advirtió Putzke, profesor de la Universidad de Santa Cruz del Sur (Río Grande del Sur).

Según el científico, la causa de esta mortandad sería la proliferación de hongos y, aunque no sea posible decir claramente que la causa es el calentamiento global, ya se sabe que la temperatura del agua en la región antártica subió tres grados por encima del promedio en los últimos 15 años.

«La nueva América»

Batista asegura que así como América fue en su momento la última frontera para los europeos, ése es hoy el caso de la Antártida.

«Estar en la Antártida es una cuestión de soberanía nacional. ¿Si regresáramos a los años 1500, ¿cuánto dinero los europeos gastaron para llegar a América? ¿Qué representó [esta inversión]? La Antártida está en el mismo nivel», afirma.

Para Batista, Brasil necesita invertir más en las investigaciones en la Antártida, especialmente en biotecnología, en el ámbito de su programa científico.

Este programa, conocido como Proantar, fue creado siete años después de que Brasil ingresara como miembro pleno del Tratado Antártico en 1975.

El año pasado, el gobierno liberó 13,8 millones de reales (unos USD 5,9 millones) para financiar 20 proyectos científicos inscritos en el Proantar hasta 2015.

La cifra, levemente superior a la financiación del periodo anterior, se usará para pagar becas, equipos, materiales, gastos diarios y pasajes de científicos en los próximos dos años.