El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

El «secreto industrial» de Índole Editores

por Pabel Bolívar


La editorial Índole cerrará un 2013 por encima de sus expectativas. Ha doblado el número de sus publicaciones, diversificado su oferta literaria y han concluido que para seguir creciendo hay que "reventarse" en el mercado. Carlos Clará, su actual director, cuenta cómo se gestó el proyecto, así como el "secreto industrial" de su éxito.

La editorial Índole nació como un proyecto atípico. Fueron tres amigos trabajaban en la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI), la editorial del Estado, quienes se la jugaron para crear algo paralelo, distinto. Después de siete años de existencia hoy se perfila como una de las editoriales independientes más importantes, cuyo buen suceso radica, entre otras cosas, en apostarle a las nuevas voces literarias que surgen en el país.

¿Por qué Índole? Carlos Clará, su director actual, cuenta que el poeta costarricense Alfredo Trejos tenía entre manos un proyecto que al final se iba a denominar “Carta sin cuerpo” pero su nombre inicial iba a ser Índole. El destino ligó a esta editorial con la poesía y el mercado editorial contemporáneo. Tanto Susana Reyes como Carlos Clará forman parte de esa generación de poetas que se formaron a partir de la posguerra en varios talleres literarios.

¿Por qué algo diferente? explica que los procesos en la DPI suelen dilatarse por los excesivos trámites para publicar. Pueden pasar hasta siete años y los productos que salen a la luz no suelen ser frescos.

Formalmente, Índole nace el 16 de diciembre de 2006 pero un año antes probaron con un par de títulos. En ese momento, estaban a la cabeza del proyecto Osvaldo Hernández, Susana Reyes, Víctor Rívas y Morena Azucena.

El punto de partida fue la publicación del libro “Lo que no conté sobre los presidentes militares”, de Waldo Chávez Velasco, en 2006. El primer tiraje de 1500 ejemplares se vendió completo. “Me sorprendí la primera vez que vi a alguien leerlo en un bus. La difusión del texto trascendió más allá del tiraje, porque alguien lo compraba pero ese mismo ejemplar tenía varios lectores”, apunta Clará.

Se inició con proyectos prometedores, como un convenio con una editorial de Buenos Aires, Argentina para publicar las obras del escritor Alfonso Marechal y el uruguayo Oliverio Girondo, pero la orientación viró. Se pasó de una mirada latinoamericana a una más local.

Luego de un impasse de 2009 a 2011, se tomaron el tiempo durante 2012 para ordenar la casa administrativamente. En este lapso nunca dejaron de publicar.
Inquieto y preguntón: moldeando el perfil de un editor

Fueron tres años de análisis, de golpearse la cabeza contra la pared y de sentar las bases para una verdadera transformación. Fue el revulsivo necesario que necesitó Índole para salir a flote y dar un salto de calidad.

En el país hay varias editoriales independientes como Seúma, Cabuda Cartonera, EquiZZero, cada una con un perfil propio y con ingentes esfuerzos para desarrollar su trabajo. Sin embargo, cuando se trata de definir el verdadero oficio de un editor, las desigualdades surgen y esto se manifiesta en el despliegue de cada una.

“Uno de los principales problemas que ocurren es que tenemos muchos libreros pero pocos editores. También se cree que ser diseñador editorial es ser editor. Para subsanar eso primero que todo hay que formarse. Nosotros hemos ido a Costa Rica a aprender del desarrollo editorial de Uruk, Perro Azul. Participamos en talleres de capacitación del Centro Regional para la Formación del libro en América Latina y el Caribe (CERLARC), y la Unesco.
También hay que ser preguntón e inquieto. Cada vez que tengo la oportunidad de capacitarme con grandes editores los interrogo hasta salir de dudas. Ahora más bien a mí es que me preguntan”, acota Clará.

Este esfuerzo, esta metodología, se ha adquirido en primera instancia empíricamente. En el Salvador no existen carreras ni diplomados especializados en Edición, y los encargados estatales por ejemplo, tienen su periodo establecido y no se le da continuidad al trabajo. El oficio de editor requiere una fuerte dosis de preocupación; aquel que se preocupa puede mejorar, pero la gran mayoría salen de la misma forma en la que entraron.

¿Cuál es el trato que debe tener el editor con los autores? Primero debe asumir riesgos. Lo más común es publicar escritores consagrados, permanecer en una zona de confort que garantiza las ventas. Pero el editor moderno, comenta Clará, es también un descubridor: hallar nuevas voces, nuevas intensidades. Por eso la apuesta de Índole es brindar espacio a los jóvenes.

Se debe generar confianza en el escritor, y eso se logra desde el primer momento del proceso. Cuando se le aprueba la publicación de un libro, la primera recomendación es que lo registre en el Departamento de Propiedad Intelectual del Centro Nacional de Registro. Posteriormente en el proceso de negociación del contrato el escritor cuenta con tres semanas para realizar todas las observaciones antes de firmarlo. En la promoción, el autor se involucra en la preparación de la presentación y asistencia a los puntos de venta donde el texto circula.

Con los lectores la relación debe ser especial. En el diseño de los materiales se cuida el tamaño de letra, el diseño de la portada y el formato del producto final. Existe un trabajo de monitoreo del movimiento de las publicaciones en los puntos de venta, así como la consideración de las opiniones de los lectores, sean o no favorables.

El “secreto industrial” de Índole

Este 2013 ha sido generoso para la editorial. Han visto luz 15 títulos (el doble del año pasado), entre poesía, narrativa, dramaturgia y no ficción. Una de las novedades fue “Otto y Momo” primer cómic seriado en El Salvador, así como la primera parte del libro de Giovani Galeas, “Héroes bajo sospecha: el lado oscuro de la guerra civil salvadoreña.”
Paralelamente han lanzado como proyecto fundamental una tienda de libros en línea, enfocada en el exterior, a países como Estados Unidos y Canadá, y una colección de “Libros mini”, textos de Claribel Alegría y Susana Reyes.

“Este año ha superado nuestras expectativas. Creemos que se debe al ‘secreto industrial’ de Índole: la distribución de materiales. No dormimos pensando en que los estos circulen. De nada sirve sacar 12 títulos y que estos no se muevan”, recalca Carlos Clará.

Un componente importante de ese “secreto” es el fomento a la lectura, colocando con mayor fuerza a las obras con menos cantidad de páginas para atraer lectores. Por esa minuciosidad, vínculo con los autores, lectores y proceso de distribución ahora son los escritores consagrados que los buscan.
Para el año siguiente se encuentra prácticamente cubiertos los próximos seis meses en cuanto a futuras obras que verán la luz, entre ellas 6 títulos de poesía y un despliegue mayor de los “Libros mini”.
Entre las más ambiciosas se encuentra un índice antológico de poesía salvadoreña, que representa la continuación del trabajo de David Escobar Galindo que data de 1955, esta vez a cargo del poeta Vladimir Amaya.
Con respecto a los libros en versión electrónica son más cautelosos. No tienen un interés particular por el momento debido a la ausencia de un marco legal, pero cuando decidan incursionar, el libro correspondiente saldrá exclusivamente en ese formato, no impreso.
También tendrán por primera vez una exposición propia en la feria del libro.

“Queremos tener más datos de cómo se mueven nuestros textos, porque nosotros analizamos todos. Si estamos en esto es para probarnos y reventarnos en el mercado. Solo así se profesionaliza y se lleva el oficio de la edición a otro nivel”.

Aunque sabe que el reto es grande, para los gestores de Índole esto representa un seductor callejón sin salida. Si este año doblaron el número de títulos, a los lectores salvadoreños y centroamericanos dentro y fuera del país les espera un 2014 nada mezquino, nada indolente.