Durante más de 50 años se especuló y discutió sobre la autoría del óleo, hasta que hoy Emilie Gordenker, directora de la galería Mauritiushuis de La Haya, pudo confirmarlo: “Sí, tenemos un ‘rembrandt’ auténtico”, según el Diario de Cultura.
Ocho años tardó el equipo internacional de expertos en analizar el famoso lienzo con la más moderna tecnología. Ahora, completamente restaurado, “Saúl y David” vuelve a brillar en el museo, que dedica una exposición especial para contar su “increíble historia”, agregó.
Gordenker comparó la investigación con la famosa serie “CSI”. El lienzo apareció por primera vez en 1830, durante una subasta en París. A finales del siglo XIX, lo adquirió el entonces director de la Mauritshuis, Abraham Bredius, pagándolo de su propio bolsillo.
Según contó después, para costeárselo tuvo que vender “carruaje y caballo”. Pero estaba seguro de que el lienzo era un “rembrandt”, y uno de los más hermosos del maestro holandés. Tras su muerte, en 1946, la Mauritshuis heredó la pintura, pero a finales de los años 60 llegó el shock.
El experto en Rembrandt, Horst Gerson, aseguró entonces que no lo había pintado el propio maestro, sino uno de sus alumnos. Y la polémica mantuvo años enfrentados a los especialistas. Las dudas eran comprensibles: el óleo estaba cubierto por una capa oscura y repintado en varias zonas. Hasta que en 2007, la Mauritshuis se decidió a investigarlo.
El resultado fue algo que nadie habría imaginado. En el siglo XIX, el cuadro fue dividido en pedazos, después se volvió a unir y finalmente se repintó en una supuesta restauración. Al parecer, el original tenía unas dimensiones mucho mayores que el que ahora puede verse.
Las radiografías del lienzo muestran un verdadero patchwork de 15 piezas. Dos de las más grandes, en las que aparecen Saúl y David, son originales, mientras que las otras procedían de otra pintura: se había cortado en tiras una copia de una obra del flamenco Anthonis van Dyk, que se utilizó para “restaurar” la de Rembrandt.
El tema de la pintura apunta claramente al maestro holandés del siglo XVII: “Saúl y David” recrea la historia del Antiguo Testamento sobre el encuentro entre Saúl y David, un tema que ya había inspirado al pintor en otras ocasiones. El rostro de Saúl está destacado por un contraste de luces y sombras, con el monarca secándose las lágrimas con una oscura cortina.