Cuando en una universidad capitalina dijo que el presidente Maximiliano Hernández Martínez no había sido el monstruo que los historiadores han dibujado, muchos estudiantes se echaron a reír. No le creyeron. Se burlaron. Otto Mejía Burgos les enseñó fotografías de la época y documentos. Pero tampoco le creyeron. Entonces comprendió que en El Salvador es una odisea derribar mitos.
Otto Mejía Burgos es un joven historiador que ha roto algunos esquemas. Es un estudioso de los años treinta. Ha publicado dos libros: Aliados con Martínez (2015-Uca Editores) y 1932, un mito fundacional (2016 -Editorial Don Bosco). En ambos ensayos históricos ha construido un perfil distinto del dictador Hernández Martínez. Señala sus errores pero también destaca sus virtudes. No oculta su lado autoritario, pero tampoco oculta sus dotes de estadista.
Sus libros, como los del académico Rafael Lara Martínez, son una nueva expresión en la historia salvadoreña. Se alejan del dogma y del mito. Otto busca maneras equilibradas de contar las cosas. Toma en cuenta documentos que otros historiadores han preferido ignorar.
Ha recibido críticas por decir que Hernández Martínez no fue el gobernante que solo masacró, reprimió y censuró. Las críticas más fuertes vienen de algunos académicos de peso que también han estudiado esa época.
Otto también ha dedicado muchas horas de estudio a la filosofía oriental. En este terreno también se aleja de sus colegas. Se opone a la reticencia de algunos académicos que ven con desprecio ramas como la Teosofía. Considera que para entender el pensamiento político de esa época es imprescindible estudiar esas ideas, sobre todo porque los hombres más destacados de esa época, como el filosofo Alberto Masferrer, estuvieron influenciados por ese pensamiento.
Hay una paradoja. Después de la muerte de Alberto Masferrer, los gobiernos militares siguientes estuvieron influenciados por sus ideas. Tomaron su doctrina como columna vertebral de sus programas. Sobre todo en el gobierno del presidente Maximiliano Hernández Martínez. ¿Cuál fue la relación entre Masferrer y Hernández Martínez?
Había algo que se llamaba Unión Vitalista, porque Masferrer quería hacer un partido político y ser el candidato, pero tenía dudas de participar en elecciones porque tenía miedo de perder. Pensaba que la doctrina del Minimum Vital se le podía arruinar un poco. En ese contexto invitó a Hernández Martínez a dar dos charlas en un local de una asociación de obreros. Una charla fue sobre la reforma agraria y otra sobre el alcoholismo. Recordemos que uno de los puntos fundamentales del Minimum Vital era atacar el alcoholismo. Masferrer creía que la sociedad se había degenerado, que la gente pobre ahogaba sus penas bebiendo alcohol.
¿También había cierta relación con las ideas teosóficas?
Yo nunca he encontrado que Masferrer haya pertenecido a una sociedad teosófica. Nunca he visto una nómina donde aparezca inscrito. Sin embargo, Masferrer estuvo muy influenciado por la Teosofía. Martínez sí era teósofo.
¿En qué momento rompen?
Dice Marta Casaús que Masferrer y Martínez se distanciaron. Yo solo he encontrado dos cartas cuando Masferrer se autoexilia en Guatemala, que, por cierto, en ese país el presidente Jorge Ubico lo cataloga como filocomunista. De ahí se va para Honduras y se radica en la casa de una amiga poetisa que se llamaba Graciela Bográn. Yo creo que desde esa casa hizo dos cartas denunciando la matanza. En una de las cartas decía que los ricos le iban a echar la culpa porque creían que él los había incentivado.
Están esas dos cartas que usted dice. Una se la envía a su hermana Teresa y la otra a Joaquín García Monge, director de Repertorio Americano. Pero, ha encontrado usted un pronunciamiento público de Masferrer por la matanza.
En las cartas acusa a los banqueros, a los dueños de las haciendas, a la gente que tenía algún poder económico. Me imagino que la denuncia contra Martínez está implícita. Pero que se diga que él condenara a Hernández Martínez, no.
Vamos un poco más atrás, antes que Hernández Martínez llegue al poder tras un golpe de Estado. ¿Por qué rompe Masferrer con el presidente Arturo Araujo?
Masferrer siempre tuvo aspiraciones políticas. Cuando Arturo Araujo llega al poder es nombrado diputado durante un breve tiempo. Quizá su ruptura con Araujo se evidencia más en una carta que le envía a un familiar donde le dice que la situación económica del país es muy difícil y que se ha dejado de pagar el salario a los militares y a todo el gabinete de Gobierno. Para mí ese fue el punto más determinante para que se le diera golpe de Estado. En otra carta dice que Araujo es incapaz y que está desilusionado del hombre que había apoyado, que todas las promesas de repartir tierras no las había cumplido.
Sin embargo, Araujo abrazó la doctrina vitalista de Masferrer. La utilizó durante la campaña presidencial de 1931. Y Masferrer no solo permitió que se utilizara, sino que apoyó a Araujo. ¿Se puede decir que había una coincidencia en el pensamiento político de ambos?
Araujo era un hombre adinerado que estuvo en Inglaterra y de allá trajo ideas laboristas. Tenía fama de ser buen patrono con los campesinos. Era un hacendado pero bueno. Era popular en el departamento de Santa Ana. Yo creo que tenían coincidencias en el pensamiento, porque Masferrer leía a Henry George, quien era anarco socialista, pero tenía mucho que ver con el laborismo. Hay que recordar que son distintos tipos de socialismo allende al marxismo.
¿Por qué tildaban a Masferrer de comunista?
Yo comparto la opinión de un autor que dice que si un comunista le llegaba hablando a un campesino, le sonaba muy familiar a lo que decía Masferrer, y le parecía muy familiar a lo que decía el laborismo. Eso de repartir tierras lo decían los comunistas, los laboristas y Masferrer. Era difícil para una persona poca instruida ver las diferencias.
Antes de llegar al pensamiento teosófico, que es algo a lo que usted le ha dedicado mucho tiempo de investigación, ¿qué otros pensadores influenciaron en las ideas políticas de Masferrer?
Eso lo ha abordado más Marta Casaús. Ella menciona Piotr Kropotkin, quien era un anarquista. Masferrer bebía de distintas fuentes, leía a Jinarajadasa, a Krishnamurti y hasta a Marx. Pero no podemos decir que era un escritor marxista, anarquista, laborista. A Masferrer no se le puede poner una etiqueta. Su pensamiento era bien ecléctico. Era un autodidacta, muy híbrido en su pensamiento.
Usted también ha investigado mucho sobre la matanza de 1932 y el gobierno de Hernández Martínez. Creo que es uno de los pocos historiadores que rompen la tradición en el sentido que no pone a Martínez como un monstruo que solo masacró, reprimió y censuró, sino como un hombre bien formado, que apoyó la cultura y que estabilizó la economía.
Yo creo que falta estudiar lo que dijo Martínez sobre los sucesos de 1932. Él dijo que lo lamentaba. Al New Herald de los Estados Unidos les dijo que había encontrado documentos comunistas, que estaba comprobada la participación del Partido Comunista. En mi último artículo, que titulé 1932, un breve recorrido histórico y el papel del Partido Comunista Salvadoreño, utilicé cartas de Miguel Marmol y de otros comunistas que encontré en el MUPI. Ahí se prueba la participación comunista. Por eso considero que no es objetivo decir que el Partido Comunista no participó. Hay documentos que comprueban su participación. Pero cuando yo digo esto caigo mal, pero si queremos ser investigadores objetivos tiene que decirse porque hay pruebas.
Erik Ching, por ejemplo, sostiene que la participación del PC fue bien mínima.
Y yo sé que en ese sentido estoy solo, hasta con mis colegas. Yo les digo que lean, que revisen los documentos.
Hábleme un poco más de ese perfil que ha hecho de Hernández Martínez, no solo en su segundo libro, sino en el primero y en muchos de los artículos que has escrito.
Yo lo he dicho en foros universitarios que si queremos ser objetivos con la historia tenemos que dejar de ver a Martínez como un ignorante supersticioso. Era un intelectual. Llegó a ser presidente del Ateneo. Escribía en los periódicos. Era teósofo. Era Masón. Era general. Frecuentaba y apoyaba círculos culturales. Pero la gente lo ridiculiza. Incluso, autores en el extranjero lo ridiculizan, lo hacen chiste, lo denigran. Pero no investigan a pesar que en el Archivo General de la Nación hay un fondo Maximiliano Hernández Martínez. Están las cajas donde están sus discursos. Escribió artículos sobre la Segunda Guerra Mundial, de las tribus que existían antes que se formara Europa, de los godos y los visigodos. Todo eso se oculta. No se dice.
Usted también destaca que durante su gobierno se logró estabilizar la economía.
Desde mi punto de vista sí. Crea los bancos, el Banco Hipotecario, el Banco Central de Reservas, porque decía que la economía debía estar fundamentada en un Banco Central de Reservas, que la moneda debía estar de conformidad con la producción. Hay que recordar que Hernández Martínez era antiimperialista. Se negó a realizar más préstamos. Se hizo una piedra donde decía que a la faz de la nación no se debían hacer más préstamos con Estados Unidos. ¿Y en qué se fundamenta la Teoría de la Dependencia de los años 60-70?, en que somos países subdesarrollados porque el Fondo Monetario Internacional y todos esos organismos internacionales nos tienen sometidos con préstamos. Eso lo decía Hernández Martínez en los años 30.
¿Cree que los investigadores le han echado tierra de una manera maliciosa a esas partes de la historia que redescubren a un Martínez diferente?
Creo que los investigadores tienen su propia ideología política y la historia la han contado al ritmo de esa ideología política. Rafael Lara Martínez dice que de los hechos debe haber al menos dos versiones. Yo lo que pienso es que, en el tema de Martínez, solo se ha contado una versión. Y el mismo Lara Martínez dice que ha habido muchos historiadores que han contado las cosas con las viseras. Estos temas son bien pasionales y hay quienes quieren mantener el mito. Te pongo un ejemplo, porque hay una gran reticencia a estudiar la Teosofía. Hay colegas, amigos de trabajo, que me han dicho que la Teosofía era fascista. Esa es una aseveración grosera. Te aseguro que nunca ha leído un artículo completo de Teosofía. Hay académicos que aún ridiculizan la teosofía. No sabemos nada de filosofía oriental.