Dos cineastas. Dos artistas. Dos salvadoreños que han unidos sus talentos para hacer realidad el cine de no ficción, de alta calidad, que traspase las fronteras salvadoreñas. Se trata de Arturo Menéndez y Alfonso Quijada.
El primero viene batallando desde hace algunos años para abrirse paso en el mundo del cine. Sus películas han tenido mucho impacto, no solo por su contenido, sino por la calidad de estas.
El segundo es hijo de un reconocido poeta salvadoreño (Alfonso Kijadurías) que ha tenido una exitosa carrera en Canadá y en los Estados Unidos, y que ha participado hasta en proyectos de Hollywood.
Los dos son escritores y directores de cine. Quizá por eso se cruzaron en el camino, una tarde de 2006, en casa del poeta Alfonso Kijadurías. Intercambiaron ideas. Hicieron clic. Arturo le envió a Alfonso un guión que había escrito dos años antes. A Alfonso le pareció una idea genial. Así nació La palabra de Pablo, una película de alto nivel que será transmitida por HBO. Diario1 habló con ambos cineastas salvadoreños y esto fue lo que dijeron.
Arturo, me gustaría que me hablara de la génesis de la película. ¿Cómo nace La palabra de Pablo?
Hubo una época en la que estaba bien metido leyendo a Shakespeare, todo Shakespeare. Estaba muy metido en los personajes, me encantaban mucho. Entonces, dentro de todo, para mí la obra Otelo fue muy importante por el personaje de Yago, que es como el antagonista, el que mueve todo y el que hace que todo se derrumbe en ese universo. A mí me llamó mucho la atención y quise basarme en ese personaje para ponerlo en la película. De ahí nació Pablo. Creo que esa ha sido la inspiración directa de la película, que es un personaje oscuro que prácticamente destruye todo.
¿En qué año creas el guión?
En el 2004.
Hace más de diez años.
Arturo: Sí, después hubo una larga travesía de trabajo con el guión. Lugares donde me acerqué a tocar la puerta y todo el mundo me decía que no. Fue en 2006 que nos conocimos con Alfonso, en casa de su padre Alfonso Kijadurías. Recuerdo que Alfonso Kijadurías me dijo: “Tenés que conocer a mi hijo, es productor y está bien metido en la onda del cine en Vancouver”. “Vaya, otro bicho que anda en esto”, me dije yo. ¡Jaja! Bueno, nos pusimos a platicar. Le conté del proyecto y esa noche se hizo larga. Hicimos una gran fiesta. Le mandé el guión de la película. Al otro día, me escribió: “Esta historia está increíble, la leí de principio a fin. Hagamos esta película”.
Alfonso: Fíjate que uno, cuando lleva tanto tiempo en cine, agarra un guión y dices: “tengo que hacer esto”. Para decir que, hasta este punto que conocí a Arturo, todavía no me ha llegado un guión así. Un guión que uno diga: “No importa lo que pase, pero voy hacer esta película”. El miedo que tenés como productor es que alguien lo financie. Porque me ha pasado en otros proyectos. Yo le dije que había que hacerlo y al final tardó diez años en efectuarse.
Háblenme de la trama de la película.
Arturo: Es una familia disfuncional, que, de pronto, el hijo entra en celos con la nueva novia que tiene el papá, porque la nueva novia tiene más o menos la misma edad que el hijo. Durante un fin de semana, en el lago de Coatepeque, él se pone a meterle cizaña para que la deje, para que la haga a un lado y él quedarse con su padre. Pero todo se le va de las manos porque el tipo está un poco jodido de la cabeza y tiene un problema de alcohol un poco serio. Y ya mejor ni cuento. Es mejor que vean la película.
Entiendo que el nombre de la película ha ido cambiando.
Arturo: Exacto, al inicio se llamaba Por la lengua de Santiago. Era una película más violenta. Había mucha más violencia. Estaba más influenciado por el director alemán Michael Haneke, que a mí me encantan sus películas. Por eso la película era más violenta. Obviamente, con el tiempo, cambió. Uno va creciendo. Y, por ejemplo, para mí, ahora la violencia es una responsabilidad. No debe ser gratuita. Si voy a mostrar violencia que sea algo justificado. El guión cambió y ahora se suavizó un poco.
Alfonso: Y aún así la película tiene su aspecto de oscuro, pero va exactamente con la historia.
Sé que la línea de sus películas han sido los temas sociales.
Sí, por ejemplo, la niñez abandonada en el centro de San Salvador con Cinema Libertad. Los problemas que existen de extorsión en las urbes como Mejicanos, Soyapango y todo esto con Malacrianza. Y ahorita un drama social de clase media alta en La palabra de Pablo.
En cuanto al rodaje de la película, entiendo que en un primer momento habían pensado otro país.
Arturo: Sí, se pensó México, Colombia, todos lados.
Alfonso: México se acercó un poquito porque venía un financiamiento grande.
Arturo: Hubiera sido, pero, obviamente, uno siempre piensa primero en El Salvador. Es la tierra de uno. Y nos quedamos acá porque el país necesita desarrollarse. Hemos sido parte de ese desarrollo y es importante que hagamos esto acá. El rodaje fue difícil, aunque teníamos financiamiento de Canadá, de Pixels, apoyos de productores locales como Meridiano, pero siempre hay retrasos en la entrega de plata. Algo, ¿no? Que se nos sube un poco el presupuesto por aquí, que ya no vamos a usar tal cosa, sino algo que es más caro. Siempre existen esos problemas. Entonces, como todos los rodajes de todas las películas en el mundo, siempre tuvimos problemas y hubo momentos en que pensamos en parar la filmación. Eso hubiera sido un desastre porque ya no nos hubiéramos levantado.
¿Parte de las trabas fue por los financiamientos del Gobierno?
Arturo: Sí. ¿Sabés qué es lo que pasa? Que los procesos burocráticos son bien complejos. Esto no lo digo yo. Lo dice todo el mundo.
¿Cuánto tiempo se tardó el rodaje?
Alfonso: Treinta días. Todas las escenas en El Salvador.
¿Cuál fue el presupuesto de la película?
Alfonso: Al final fue de casi medio millón de dólares, que, en Canadá, una película de 30 días de rodaje lo más barato es de 5 millones de dólares. Eso es lo mínimo. En Canadá piensan que hemos gastado tres, cuatro, cinco millones. Yo les digo que esta es la primera película, en la historia de El Salvador, que sale a este nivel.
¿Cómo se coloca una película en HBO?
Alfonso: Primeramente es a quien conoces y el trabajo de venir tocando puertas durante años. Yo viví por mucho tiempo en Los Angeles y tengo gente muy poderosa que siempre ha estado detrás de mí y de mi sueño. Entonces, muchos de ellos ayudaron a abrir otras puertas.
Entiendo que los actores son latinoamericanos.
Arturo: Sí, salvadoreños la mayoría. Carlos Aylagas, Fernando Rodríguez…
Alfonso: Ellos van a ser los primeras tres estrellas salvadoreñas internacionales. La película se va a ver por todo el mundo. El Salvador va a tener por primera vez una cara en la historia.
Arturo: Y tenemos a la actriz colombiana, Paola Baldion, que viene de una carrera de cine independiente muy buena. Esos prácticamente son los actores. El noventa por ciento son salvadoreños y el resto extranjeros.
Arturo, hábleme de su experiencia en el cine.
Ya llevo 20 años en esto, desde 1998. Ese año pusimos una productora con Jorge Dalton que se llamaba MECOSTA Films. En aquel tiempo teníamos un apartamento y ahí teníamos la oficina. Nosotros decíamos que no nos íbamos a dedicar a hacer comerciales, sino cine independiente. En aquel tiempo no había absolutamente nada. Esto era un desierto y nosotros dos escuchábamos los grillos afuera y no pasaba nada. ¡Jaja! No teníamos a quién tocarle puertas. Pero comenzamos a tocar puertas, patrocinadores. Y nadie, a nadie le interesaba. Pero nos pusimos hacer cosas con Jorge en la UCA. Eran pequeños proyectitos. Al final, con el terremoto de 2001, pues todo se nos fue. Yo me fui a Ecuador a trabajar en una película. Después me fui a Miami, a México. Anduve vagando por varios lados. Fue hasta en 2002 que dije que me iba a profesionalizar, que iba a terminar mi carrera. Me fui para Madrid y estudié artes visuales y especialidad de guión de cine y televisión. Viví allá un tiempo. Hice de todo también. Trabajé de guía turístico en España y Portugal. Eso me sirvió mucho para entender un poco el mundo. Luego regresé acá. Trabajé dos años en publicidad, en BBDO. También como productor. Me fui metiendo en el ambiente de producción y todo bien. Después comencé a hacer mis cortos y ahí fue que nació Cinema Libertad, Parábola. También me hacía falta hacer mi largometraje, y como estaba cansado que me dijeran que no, me metí a hacerlo así, de cero, con Malacrianza. Tenía 2 mil dólares y con eso comenzamos. Fueron meses, pero al final ya no teníamos ni para agua ni para comida ni para nada. Yo pensé que la película se iba a caer, que no la íbamos a poder sacar. Pero, terminando, Alfonso consiguió algunos fondos en Canadá para poder pagarle a la gente, para poder terminar la película… Al final pudimos terminar la película austeramente. Pero es una película, que, como digo yo, sigue viéndose todos los meses en algún lugar del mundo.
¿De qué ramas se ha nutrido?
De todo, porque el cine es bien amplio, no solo se nutre de literatura, de cine, de fotografía, también es música, teatro, pintura, es todo.
¿A nivel de influencias?
A mí me encanta el arte en general. Vengo de una familia de artistas. Siempre la pintura me ha llamado la atención. La pintura es mi influencia directa. Y pues obviamente la literatura, porque en esto se lee mucho.
Alfonso, hábleme sobre su experiencia en el cine como productor.
Yo vengo de 30 años de estar en cine. Comencé como actor. Pero, ahora que soy escritor, y que estoy dedicado completamente a la producción, lo he dejado bien atrás. Pero sí comencé como actor, estudiando en Londres y Escocia. He estado en proyectos pequeños y gigantes. De ahí fue un aprendizaje de escribir y de participar en películas desde 5 mil dólares hasta de 100 mil millones de dólares. He estado en proyectos de Hollywood. Ese conocimiento de estar en el cine constantemente y ver un aspecto de cuánto dinero se hace, es lo que me motivó completamente a venir a Latinoamérica a hacer cine que haga dinero. Algo que siempre he comentado desde el comienzo con Arturo es que el artista debe vivir de esto, tienes que alimentarte, no es un hobby. Aquí se escucha mucho que si eres artista tienes que morirte de hambre. Yo he tenido la suerte de no morirme de hambre y he hecho mucho dinero en el cine, cantidad de dinero gracias a Dios. He exportado el conocimiento de cómo hacer eso y cómo mantener los proyectos financiados correctamente para hacerlos apropiadamente, porque si no está ese círculo vicioso de hacer trabajos por nada y eso mata al artista. Yo creo que aquí hay muchos artistas que han continuado haciendo cine pero no han tenido… Jorge Dalton presentó un documental y Marcela Zamora estaba hablando que nunca han hecho dinero con sus trabajos. Ellos están especialmente dedicados al proceso de hacer documentales, que es un proceso tan loco, que jamás me involucré porque entendí la locura del financiamiento y de hacer dinero es bien complicada. El cine existe, pero hay que hacerlo correctamente.
¿Es más fácil vender la ficción?
Alfonso: Muchísimo, y nosotros tuvimos un aprendizaje con Malacrianza. Tuvimos un proceso más difícil, más orgánico, más chiquito. Fue un conocimiento que nos abrió las puertas completamente para HBO.
¿Malacrianza fue su primera experiencia en el cine Centroamericano?
Sí.
¿Cómo se financia una película en Centroamérica?
Arturo: Hay una cosa. Los inversionistas pueden tener la concepción de que el cine es como un hobby que se queda en un divertimento. Pero no han visto la parte de la industria. Esto es una industria. Y creo que hay que ganarse la confianza de los inversionistas patrocinadores de saber que tú podés terminar una película con éxito y venderla. Tú podés ser muy talentoso, pero puede ser que termines una película, pero puede ser que no la vendas. Es dinero perdido. Entonces, eso te lo da el tiempo, la experiencia, que tu nombre suene. Eso es muy importante. En Centroamérica hay países, por ejemplo Guatemala y Costa Rica, que ellos se ven como una pequeña industria. En el país apenas van saliendo nombres de documentalistas como Jorge Dalton, Marcela Zamora. En ficción está Alfonso, Andrés Guttfreund y yo. Pero viene una nueva generación de jóvenes más estudiados, más leídos, mejor informados, y pues obviamente eso se va a transformar en el futuro en algo interesante.
Alfonso: Y como dice Arturo, es un proceso extremadamente importante de establecer una base correctamente… La parte de vender esta película (La palabra de Pablo), o iba a ser HBO u otros estudios grandes.
Me imagino que, en algún momento, alguna película da el golpe y tiene éxito.
Arturo: Exactamente, así es. Se financian cinco películas y una es la que va a devolver la plata.
Alfonso: ¿Sabes lo que hacen los estudios? Nosotros no estamos inventando nada. Los estudios toman diez películas. Un billón de dólares cada estudio. Ellos saben que tres películas van a irse a la chingada completamente, van a perder totalmente. Pero de ahí están esperando sus tres o dos películas donde van hacer su billón o dos billones. Recupera todo y la máquina continúa. Esa es la máquina que estamos creando aquí.