Hace 10 años nació en las tablas de un escenario una idea que se multiplicaría y causaría reacciones en una población, “una sociedad de doble moral”, menciona Emmety Quiñónez, actriz que junto a sus colegas Marilú Castillo y Brenda Ramírez forman el elenco de Teatro La Célula. Rubidia Contreras es la directora artística, a ella se le une Rolando Meléndez, asistente de dirección y coreógrafo, y Juan Carlos Guzmán, diseñador de producción.
Los seis conversan acerca de su trayectoria y planes en medio de polémicas que se generan por sus obras (entre ellas su última titulada “Monólogo de la puta en el manicomio”) y sobre su perspectiva del porqué se da la censura del arte en el país.
“Nos convocamos mutuamente”, expresa Emmety al referirse al surgimiento del grupo. Rubidia, como parte de un proyecto de un taller de dirección al que pertenecía, adoptó a Emmety y a otras casi 20 personas que querían hacer teatro para formar un colectivo de actores, que al final quedo de forma permanente, constituyéndose así Célula.
Trece personas participaron en el primer montaje. Con el tiempo se fueron saliendo, no por disputas internas o cuestiones similares, sino por diferentes circunstancias como expectativas y proyectos personales. Hace dos años llegó Brenda y Marilú. En la actualidad solo son tres actrices las que participan en la producción que tienen en repertorio, con la cual ha experimentado la censura y hasta insultos de cierto público.
Se han presentado en Honduras, Guatemala y diversos sitios de El Salvador, aunque son naciones culturalmente parecidas, consideran que la primera tiene un público más conservador. No obstante, Célula no teme ser silenciada y se muestra muy positivo ante las múltiples reacciones de los espectadores.
¿Han tenido problemas por tocar temáticas sexuales?
Emmety: cuando la estrenamos “Monólogo de la puta en el manicomio” nadie nos quería. El montaje fue patrocinado por la Secretaría de la Cultura. Cuando la gente se dio cuenta que ganamos el patrocinio -porque la Secretaría lo público en su página-, la gente nos dejaba comentarios, era lo más polémico, lo más sabido. No nos dejaron entrar a los canales de televisión. A ningún canal nos dejaron entrar. Solo uno de San Miguel al que si fuimos, pero nos dijeron que no podíamos decir ¨puta¨, teníamos que decir que se llamaba (la obra), “Monologo de la prostituta” y el presentador del programa (donde se hizo promoción) casi siempre se equivocaba, casi decía el nombre y se corregía diciendo “prostituta en el manicomio”. Cuando la gente llegó a la taquilla no quería decir el nombre. Nos mandaron mensajes hasta de fuera del país diciendo que éramos unos irreverentes por estar contando esta historia, ellos totalmente unos desconocedores. Pienso que hemos tenido buen público, pero que habríamos podido tener más si la gente botara esos tabúes.
Brenda: quizá con nuestras mamás. Por ejemplo, en diciembre de hace tres años, salí como la virgen María, luego el siguiente año de la puta. Entonces mi mamá me dijo: “no hija, me gustaba más como te mirabas con el mantelito”, pero le comencé a explicar. Lo que no me gustaba, era que llegarán y que quería censurar la palabra “puta”. O sea, estamos en el siglo XXI.
Hace tres semanas censuraron una exposición de pinturas titulada “La última cena” ¿Por qué ese tipo de actitudes se dan en El Salvador, será que somos un público de doble moral?
Emmety: somos una sociedad de doble moral, no solamente un público de arte escénica. El arte no ha crecido lo suficiente como para desligarse de aquel concepto clásico de las bellas artes que muestran lo divino, lo bello y que solo está como para admirar o adorar. A pesar que desde los años setenta se está trasgrediendo esa norma. Pero, de modo generalizado, no hemos madurado.
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Un indicador de que en el país se puede hacer arte libremente sería que todos siguieran haciendo producciones de tal tipo, es lo que Rolando dice, añadiendo que en un país como El Salvador, el artista tiene que bombardear desde su campo de trabajo para transformar una realidad de una población que históricamente ha sido vulnerable a diversos problemas, como lo es el machismo. El teatro no está exento de lo último antes mencionado.
Rubidia y Emmety, al igual que Teatro del Azoro, concuerdan en que existe desigualdad de género en el medio. Emmety es enfática en este mal al decir “en el teatro hay machismo. Hay abuso y relaciones de poder que se construyen”.
“Habemos más mujeres y a veces se reconoce más el trabajo de nuestros compañeros actores que el de nuestras compañeras actrices”, declara Rubidia. Sin embargo, ella considera que el arte es un área dónde se está más alerta a actitudes de menosprecio y discriminación, hay más libertad de denunciar lo que está mal.
“El teatro es un reflejo de lo que sucede y a lo largo de la historia la mujer es la que siempre ha sido sometida. Entonces, la emancipación en escena es buscar la libertad de expresión, de decir, sentir y mostrarse como son. Donde hay conflicto, dolor, ahí nace el teatro”, argumenta el coreógrafo.
Los integrantes de Célula expresan que buscan que la gente se cuestione y le duela lo que se habla en escena porque sus puestas en escena son de temas muy fuertes que están en el ambiente de la realidad nacional. Emmety explica que, cuando ella actúa, percibe que la gente se va encogiendo y estremeciendo en sus asientos. También, esperan que el espectador elija qué hacer con lo que vio en escena y como retomarlo para transformar su realidad.
Dentro de Célula, todos tienen un referente artístico. Franca Rame lo es para Emmety. Rodrigo y Juan Carlos tienen en común su admiración por: Claribel Alegría, poeta salvadoreña nicaragüense. Marilú menciona a Rubidia, su directora. Brenda se siente atraída por los poetas salvadoreños, es especial por Roque Dalton.
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¿Se consideran ustedes artistas o personas liberales?
Emmety: no, yo siento que soy normal.
Rolando: yo, sí me considero muy liberal.
Marilú: sí
Brenda: yo también.
Juan Carlos: sí.
¿Qué retos le quedan a Célula?
Brenda: seguir creciendo en los montajes
Juan Carlos: ser una célula más grande (todos ríen).
Rolando: Yo creo que el siguiente montaje, que ya está en cocina, tiene que superar a los otros, por lo menos estar en el estándar de calidad que tiene esta obra, que para mí es un estándar muy alto en calidad estética, de expresión, calidad de todo; es una obra muy completa, muy redondita, muy acabada, muy digna. Es un reto muy grande porque el público que está aquí afuera nosotros lo estamos educando para que nos vea de tal manera entonces no podemos decirle “ah mire, es que ahorita ya no, vamos a retroceder un poquito, espere que a la siguiente le vamos a meter”. Tiene que ser desde ya, desde la primera presentación debe corresponder a la calidad del grupo”