El cine de autor producido en América Latina pasó de una «militancia política» contra las dictaduras en las últimas décadas del siglo XX a una mirada más individual sobre la experiencia personal, transición en la que juega un papel clave la democracia e internet.
Desde su primera edición en 1989, el Festival Cinelatino de Toulouse «ha tenido una base de militancia política», explica a la AFP su programador Erick González.
Cuando González se hizo cargo de la programación del festival hace seis años, imprimió un vuelco hacia un cine «operal», un cine más de autor, aunque mantiene el punto de vista político.
«El cambio de programación tiene que ver con un cambio de la sociedad. Una sociedad más empoderada, que quiere sentirse más libre», asegura el programador chileno, de 37 años, quien pone como ejemplo el cine argentino de finales de los 90 y de los años 2000.
En ese momento, los directores del denominado «nuevo cine argentino», como Lucrecia Martel o Adrián Caetano, aportan «un cine más comprometido consigo mismo, más introspectivo, menos social», añade.
‘Acto político fuerte’
El vecino Brasil siguió un recorrido similar a Argentina. En lo político, los argentinos conocieron cinco dictaduras diferentes desde los años 30 hasta 1983, mientras que la última dictadura brasileña tuvo lugar de 1964 a 1985.
«En los años 60, el acto de hacer cine era un acto político fuerte, ser cineasta era una vocación» en Brasil, asegura Sylvie Debs, especialista en cine brasileño.
«Actualmente, los temas son más individualizados en el cine contemporáneo, con respecto al cine más macropolítico de los años 60 y 70», lamenta el documentalista Diogo Faggiano, para quien la producción cinematográfica actual debería abordar ambos aspectos.
Este cineasta nacido en Brasil en 1988 encontró en Egipto y Siria un lugar donde «los acontecimientos políticos [de la denominada Primavera Árabe] transformaron las personas en personajes muy importantes para la humanidad».
Allí filmó el documental «La revolução do ano» («La revolución del año», en el que plasma el espíritu de lucha, de libertad y de ansiedad de los egipcios justo después de la caída del dictador Hosni Mubarak, pero también la lucha de los rebeldes en Siria.
«Nuestra idea era acercar estas protestas. Si el sistema es globalizado, hay que intentar juntar los discursos», explica el documentalista, cuyo filme se proyectó en el certamen tolosano.
Eclosión de temáticas
González y Debs coinciden en la importancia de la globalización, de la revolución digital, de internet y de la extensión de la democracia en América Latina para generar esta evolución temática, así como en las leyes educativas y de cine.
En la actualidad, «los jóvenes que realizan un cine comprometido vienen de la periferia, de una clase media baja», explica la especialista francesa, quien destaca también el papel jugado por las leyes educativas del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).
Por su parte, los temas abarcan las principales cuestiones de la modernidad: mujeres, orientación sexual o indígenas, entre otros.
Según González, internet ha permitido a los jóvenes homosexuales, por ejemplo, darse cuenta de que no están solos, en contraste con el tabú imperante en los años 70.
«Tras un período centrado en el tema de la dictadura y la memoria, la mirada se volvió hacia las minorías y, en este caso, hacia los indígenas», asegura la documentalista Arami Ullón, nacida en Paraguay en 1978, quien ahora prepara un filme sobre los indígenas en su país.
La ‘periferia’ en el centro
Pero la clave de esta mirada crítica sobre la sociedad reside en la «periferia», tanto urbana como social.
Como explica el programador del festival, los años 90 pusieron en el centro las temáticas sociales como la pobreza», pero «en muchos casos tuvo resultados nefastos, ya que la producción cinematográfica estaba en manos de la burguesía».
«La burguesía podía tener una preocupación social, pero vista con distancia», precisa.
En este sentido, Debs cita el documental brasileño «Ciudad de Dios» (2002), que aborda la temática de la pobreza en las favelas, pero sin el lado sociológico, económico o político.