El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

“Hernández Martínez fue más demócrata que el actual Ministerio de Cultura”

por Redacción


El investigador Rafael Lara Martínez señala que el recién creado Ministerio de Cultura sigue siendo una institución poco democrática e incapaz de generar debates de altura.

A Rafael Lara Martínez no le inquietan las críticas ni las polémicas. Debatir es lo suyo. En los últimos años ha desatado huracanes en los periódicos salvadoreños, sobre todo en temas culturales. En 2013 puso en debate al escritor Salvador Salazar Arrué (Salarrué), un intocable que el mismo Roque Dalton colocó en lo más alto de la literatura nacional.

Lara Martínez planteó que el autor de Cuentos de Barro no fue el escritor honrado que todos han pretendido vender, sino el cuentista que también convivió con el poder. Muestra de ello, dice, es que  durante el gobierno de Maximiliano Hernández Martínez publicó algunos libros y que en gobiernos posteriores desempeñó cargos diplomáticos.

Pero, además, Lara Martínez es pionero en perfilar a un Hernández Martínez diferente, alejado del rostro tradicional que muchos historiadores han trazado: un dictador analfabeto que solo masacró, reprimió y censuró. No. Martínez también tuvo una política cultural, pero decir eso le ha acarreado una avalancha de críticas, no solo de sus colegas académicos, sino en las universidades donde ha dado clases.

También señala que la mayor parte de los investigadores salvadoreños han sido parcializados en sus trabajos, que se han dedicado a repetir narraciones preestablecidas sin cotejar las distintas fuentes que existen, es decir, han prevalecido el mito sobre la realidad. El problema, señala, es que muchos de esos académicos —a los que acusa de falta de honradez intelectual— han dirigido durante muchos años las instituciones culturales del país, y desde ahí han bloqueado a quienes no piensan como ellos. Esa es una de las razones del porqué desde hace muchos años no publica sus libros en la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI).

En esta entrevista suelta algunas frases polémicas. Señala, por ejemplo, que el recién creado Ministerio de Cultura es una institución poco democrática e incapaz de generar debates de altura. Lara Martínez rehúye hablar de sí mismo. En 2011 ganó el Premio Nacional de Cultura en reconocimiento por sus investigaciones sobre filosofía nahuat-pipil. En su carta de presentación puede leerse lo siguiente: “Investigador, antropólogo, lingüista, crítico literario y escritor. Alcanzó el doctorado en lingüística en Francia de la Universidad de La Sorbona, actualmente es profesor de estudios hispanos en el Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México”. Recientemente publicó su libro Los sueños del escombro con la Editorial de la Universidad Don Bosco, donde publica sus trabajos en español desde hace más de 10 años.

 ¿Por qué ya no publicó con la editorial del Estado?

Lo que sucede con el Gobierno y la DPI es que si uno piensa distinto lo boicotean. Eso es grave, porque aquí no estamos ni en arenolandia ni en farandulandia, estamos en El Salvador. Ese es el problema. Por eso ya no publiqué en la DPI. Mejor en la Don Bosco, donde, por ejemplo, acabo de publicar un libro de sexualidad muy candente que no es fácil.

¿No se lo mocharon?

No, no me mocharon nada. Yo por eso publico con la Don Bosco… Me la mocharían en la DPI.

¿Y en UCA Editores?

No sé. Bueno, en la UCA he estado dando clases y no me han censurado.

¿Tampoco ha vuelto a participar en debates culturales?

No. En El Salvador no hay debate. Todos tienen que estar de acuerdo con todos. Entonces, ¿qué sucede si usted no está de acuerdo con ellos? Bueno, no lo dejan hablar. Entonces no hay debate. El debate comienza cuando hay dos puntos de vista distintos, cuando hay dos perspectivas distintas, no una verdadera y otra falsa. Acá los de cultura hacen diálogos y se invitan entre cheros. Pero eso no es un debate, es un monólogo.

Una lástima…  

Una lástima, pero es la realidad. Una vez sí hicimos un debate sobre Salarrué. Lo organizó Ricardo Aguilar. Ahí estaba Luis Melgar Brizuela y otras personas que no recuerdo. Ahí hubo visiones distintas. Según ellos, mi visión es que Maximiliano Hernández Martínez fue un presidente demócrata porque digo que a Salarrué lo publicó la DPI de la época, pero ellos defienden que durante el gobierno de Martínez, Salarrué estuvo contra Martínez. Entonces, si Salarrué estaba contra Martínez y lo publicaron las revistas oficiales, pues Martínez era un demócrata.

¿Recibió ataques por sus planteamientos?

Yo no estoy de acuerdo con lo que ellos dicen, y por no estar de acuerdo con ellos, el Ministerio de Cultura me boicotea.  ¿Y entonces quién es la dictadura? El Ministerio de Cultura actual, no Martínez. ¿Por qué durante la censura de prensa de Martínez, Salarrué publica? Y ahora que no hay censura de prensa, los que no están de acuerdo con el Ministerio de Cultura no los publican. ¿Quién es el demócrata? ¿Hubo censura de prensa en 1932? No hubo, porque publicaron a los opuestos al régimen. Entonces, Martínez fue más demócrata.

A Salarrué le publican durante el Martinato. Uno de los libros que le publican es Cuentos de Barro, pero usted mismo evidenció que en la edición de los Cuentos de Barro publicada durante el gobierno de Martínez se dejaron fuera una serie de cuentos donde se denunciaba, de alguna manera, los sucesos de 1932.

En 1932 solo hay una novela que publica Salarrué que se llama Remontando el Uluán… pero un verdadero debate sobre Salarrué sería que el Ministerio de Cultura se abra, que sea más demócrata que Martínez. Pero eso no lo han demostrado. Mayor democracia que Martínez es que le publiquen a los que no están de acuerdo con ellos. Martínez lo hizo, no censuró.

Usted dice que no hubo censura con Martínez, pero hubo gente como Pedro Geoffroy Rivas y Amparo Casamalhuapa que sí salieron exiliados.

¿Pero en qué año? Ellos no salieron en 1932. Geoffroy Rivas en 1932 publicó Poemas de amor, donde no denuncia el 32. Estamos hablando del 32. Amparo Casamalhuapa salió en el 37 o 38. Entonces hay que delimitar, ¿vamos hablar del 32 o del período de Martínez? Hay unos saltos enormes. El verdadero debate es todas las publicaciones del 32. Así como Casamalhuapa está González y Contreras que fue de la censura de prensa de Martínez, un marxista que fue de los primeros que se fue al exilio y que denunció al régimen.

También está Napoleón Viera Altamirano, quien sale exiliado en 1934.

Bueno, entonces Viera Altamirano fue mucho más radical que Salarrué y los masferrerianos que apoyaron a Martínez.

Hablando siempre de Martínez, usted también ha sido polémico por perfilar de una manera distinta a Martínez al no presentarlo como un clásico dictador analfabeto. En ese sentido ha roto con la historia tradicional.   

Exacto. Es que aquí todos tenemos que decir que todos los intelectuales estaban contra Martínez, que se quedaron viviendo aquí y les publicaron en las revistas oficiales. Pero si eso fuera verdad, entonces están reconociendo que Martínez fue un presidente demócrata.

Usted dice que ha consultado documentos que los historiadores de aquí no los han querido revisar.

Sí, porque la mayoría de los historiadores… Mire, yo no hago historia de los historiadores. Yo hago la historia de los poetas. Y la historia de los poetas no es la historia de los historiadores. Los historiadores hablan de lo racional, yo quiero hablar de lo irracional, es decir, de los sueños, los sueños de la razón crea monstruos, los sentimientos no son racionales pero existen… La historia de los historiadores es una historia racional, es la historia de los hechos, pero a mí lo que me importa es saber cómo los hechos se vuelven palabras. Ahí el trasfondo es lingüístico.