El multifacético artista plástico uruguayo Carlos Páez Vilaró falleció este lunes a los 90 años, dejando un legado de decenas de murales en todo el mundo y el emblemático edificio-escultura Casapueblo en Maldonado (sureste).
Páez Vilaró murió debido a un infarto en su museo y taller de Casapueblo, su «escultura habitable», una original construcción modelada con sus propias manos sobre los acantilados que miran al mar en Punta Ballena, en el exclusivo balneario Punta del Este (120 km al este de Montevideo), informaron familiares a medios locales.
«Papá trabajó hasta el último día, hasta último minuto estuvo laburando (trabajando) y pensando en proyectos para adelante, que fue lo que lo mantuvo hasta los 90 años. Llegó lúcido, impecable, con seis hijos», dijo a canal 12 su hijo Carlos Páez.
«Fue un referente del Uruguay y lo seguirá siendo», añadió.
Durante su extensa carrera el artista pintó centenares de obras y realizó múltiples exposiciones en todo el mundo, pero sobre todo le escapó al bastidor y dejó su sello en monumentales murales en Argentina, Australia, Brasil, Camerún, Chile, Congo, Estados Unidos, Gabón, Panamá y Polinesia.
Entre los más conocidos están los que pintó en hospitales, en el marco de su cruzada «Color para el dolor», como en el San Fernando de Chile, el hospital de niños de Anillaco en La Rioja, Argentina, o el hospital de la Universidad de Georgetown en Estados Unidos.
Uno de sus murales más famosos es «Raíces de la paz», pintado en 1960 y que adorna el túnel que une los edificios de la Unión Panamericana, en Estados Unidos, con 162 metros de extensión considerado en su momento el más largo del mundo.
«Si la pintura de caballete nace confinada a actuar dentro de un escenario elitista, reservado para el goce íntimo de quien puede adquirirla, el arte mural en cuestión es un mensaje despojado de egoísmo, abierto a todos», ha afirmado el artista, citado en su sitio internet.
Pero su prolífica obra también abarcó la escultura, la cerámica, el cine y las letras.
– Pasión por el candombe –
Nacido en Montevideo el 1 de noviembre de 1923, este autodidacta partió en su juventud a la vecina Buenos Aires, donde se vinculó a las artes gráficas.
A su regreso, en la década de 1940, comenzó a pintar, centrándose en el mundo de la cultura afrouruguaya, bajo la influencia de su compatriota Pedro Figari (1861-1938).
Instalado en el conventillo «Mediomundo», un vetusto caserón habitado por familias de la colectividad afrouruguaya, hoy demolido, comenzó dibujando ropa para las comparsas, decorando sus caras, tambores y estandartes, o componiendo candombes, pero pronto pasó a plasmar en tela y cartones escenas sobre las lavanderas, los velorios o los casamientos de la comunidad.
La pasión por ese tema lo llevó luego a Brasil y Africa, donde recorrió Senegal, Liberia, Congo, Camerún o Nigeria, pintando a su paso centenares de obras y dejando su sello en decenas de murales. En Africa realizó además el documental «Batouk» (1967), junto al francés Jean-Jacques Manigot.
La pasión por el candombe lo acompañó toda su vida: como desde hace 50 años, a los 90 años, el artista desfiló el pasado 13 de febrero tocando el tambor en el tradicional desfile de las Llamadas.
Páez Vilaró tenía seis hijos, tres con su primera esposa Madelón Rodríguez Gómez, y tres con quien era su actual pareja, Annette Deussen.
En 1972, su hijo Carlos viajaba en el avión que transportaba rugbistas del equipo uruguayo Old Christians y que cayó en la Cordillera de los Andes. Tras la desaparición de la aeronave, el artista se trasladó a Chile para colaborar con la búsqueda, que continuó tenazmente cuando terminó el operativo oficial, reclutando voluntarios, consultando a videntes e incluso internándose en la montaña.
Finalmente su hijo estuvo entre los 16 sobrevivientes que lograron salir de la montaña 72 días después del accidente. Esa búsqueda fue reflejada en su libro «Entre mi hijo y yo, la Luna» (1982).
A medio camino de la crónica y la biografía, entre otros títulos publicó además «Así te veo… Montevideo» (1985), «Cuando se pone el sol» (1993), «Arte y parte» (1995) y «Albert Schweitzer en el reino de los Galoas» (1996).
Los restos del artista serán inhumados el martes en el panteón de la gremial de autores uruguayos.