Eric Lemus es periodista de profesión. Luego de haber trabajado en distintos medios de comunicación locales y realizar sus estudios de doctorado en España, fue Gerente Editorial desde septiembre 2012 y Director de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI).
Durante la pasada Feria Internacional del Libro Centroamericana (FILCEN), el tiempo transcurre sin concesiones entre presentaciones de libros, acompañamiento a los escritores y estar pendiente de que todo marche a cabalidad en el stand de la DPI.
En esa ajustada agenda cedió treinta minutos donde se refirió a la necesidad de profesionalizar el oficio de editor, los cambios operados en la institución desde su llegada y las obras que se publicarán este año, entre ellas una novela, un compendio de ensayos sobre los Acuerdos de Paz y un texto histórico sobre la campaña centroamericana contra los filibusteros.
¿En qué condiciones estaba la DPI cuando llegó?
Encontré manuscritos no archivados de la mejor manera, pero eran potenciales para convertirse en libros, luego encontré procesos de producción que no estaban del todo definidos pero que si los ajustabas hacía que los libros caminaran.
La gente cree que hacer un libro es como hacer un bollo de pan. Cuando yo llegué estaba en el centro de la noticia pero en el lado negativo. Los comentarios que se oía en la prensa es que en la DPI no se hacen libros. Como si fuese tan fácil elaborar libros de un día para otro así como se hace una noticia, y eso que no es fácil elaborar una noticia, por muy simple que sea la página.
Producir un libro tiene un proceso más ralentizado, en virtud de que los textos finales sean limpios. Una tilde, una coma mal puesta o un “horror” ortográfico, se convierte en un problema grande porque lo multiplicas por mil o tres mil ejemplares.
¿Cuáles han sido los principales cambios que ha impulsado?
Creo que lo que he hecho es no focalizarme a una colección. Hay directores que, sin menoscabo de ellos, potenciaron mucho la poesía. Vos ves que hay 75 volúmenes de poesía y ocho en otro género. Por ejemplo, yo busqué nutrir antropología con la investigación sobre el cantón Joya de Cerén, que se había hecho hace tiempo pero nosotros la reeditamos; el autor la modificó y actualizó.
Considero importante el aumento de impresiones desde un sentido estratégico. Hay títulos de la colección Historia que debía ser reimpresos, una vez se agotan sus existencias. Se sigue cómo está su venta semana a semana, hacemos un informe y así decidimos si disminuye o se mantiene el título.
Busco que la gente acceda al libro a un precio sumamente bajo. Nosotros manejamos títulos entre dos y doce dólares, el más caro. Lo que tú compras en una editorial comercial un libro, en la DPI te puedes llevar cinco.
Colección de libros ilustrados para niños son cinco libros con técnicas diferentes, con la ilustración y técnicas diferentes, otros con témperas o lápices de color. Usamos solamente el dibujo para que el niño coloree e interactúe.
¿Cuál ha sido la proyección de la institución hacia afuera?
Precisamente hicimos el ejercicio de salir de esas cuatro paredes que implica el edificio. La participación en la pasada FILCEN es habitual pero, pero esta vez tuvimos una estrategia diferente de difusión. Tuvimos un stand con un área para firma de autógrafos y encuentros con el autor, que los otros estantes no lo tienen.
Se ha dado un acercamiento no generalizado con los medios de comunicación, preferiblemente con aquellos concretos que tiene una sección de cultura. Eso ha permitido que los eventos de presentación de libros sean casi masivos. Antes iban 15 o 20 personas que eran los mismos que iban a las salas de cine exótico francés, y luego los veías en un concierto de música clásica. Pero, por ejemplo, cuando presentamos el catálogo de Historia Natural eran 50 personas solo del ámbito académico de la biología.
¿Cómo ha sido la coordinación entre ustedes y otras entidades de la cultura?
Para mí ha sido una manera importante de trabajar; para no duplicar hay que multiplicar. Con Manuel Velasco hay un trabajo estratégico importante, porque con él fue que elaboramos la agenda cultural de la FILCEN. La nutrimos con presentaciones de libros y autores y música en vivo, entre otras actividades.
En el día a día nosotros hacemos trabajo de colaboración. En el caso de Manuel, él abre y busca crear bibliotecas, y nosotros llevamos nuestros libros.
Se ha hecho un trabajo coordinado con la Dirección de Patrimonio Cultural. La investigación de Payson Sheets es importantísimo mencionarla porque Roberto Gallardo, arqueólogo, fue quien hizo la traducción sin cobrar un cinco.
Con las Casas de la Cultura ha habido labor compartida, llevando libros en donación y en la red de Vive la Cultura, llevando las “expoventas”. No tenemos vendedores estacionados sino que nos movemos, hace poco fuimos a San Miguel a presentar la obra de Manlio Argueta y dio resultados.
¿Y el vínculo con los escritores?
Ha sido productivo porque se ha podido hacer realidad su sueño. Tampoco se vive de la venta de libros, el autor acá todavía tiene que bregar mucho, pero un primer paso es ver publicado su libro. Hay un trabajo de antología poética que hizo el escritor Joaquín Meza que pasó 10 años en la DPI, pero al resolverlo y tratar de organizar mejor la cosa se imprimió en cuestión de dos meses.
Para mí, lo importante es que el autor sea tratado con dignidad; no es un paria, no es un excéntrico, o un tipo que no tiene nada que hacer. Escribir es un oficio serio. Al autor hay que tratarlo como un profesional serio.
Ahora que hablas de oficio, el de editor parece que tampoco es tomado en serio….
Precisamente la formación de editores fue tema de discusión en el Congreso Iberoamericano que hubo durante la FILCEN. Todos coinciden en que en Centroamérica no hay espacio para la formación del editor. Aquí, salvo la carrera de literatura de la UES permite que egresados puedan corregir y editar textos, no hay profesionales. La gente que salió con esa formación son los que ves en el mercado como correctores y editores.
El editor se hace sobre la marcha, de manera improvisada, no sabe cómo mercadear una obra, no sabe sobre derechos de autor, que es una legislación tan compleja que en lugar de abrir puertas acaba poniendo candados. Un editor tiene que saber tanto de la ley, técnicas editoriales y nuevas tecnologías.
¿Cómo hacer para conciliar al libro como industria sometida a la oferta y la demanda con las trabas burocráticas que se presenta normalmente en una institución estatal?
Aquí la única salida es que la publicación siga los procesos de manera expedita, porque una vez el libro está corregido y limpio (que es la parte que más tiempo lleva), te puede cobrar semanas o un mes. El tema es no perder de vista que hay una cadena de producción, el libro nos pone en ese sentido. Hay un grupo editorial, un grupo de producción y un grupo administrativo para que a producción no le falten materiales.
Si yo tengo un poemario y lo quiero publicar ¿Cuál es el procedimiento?
Primero hay que ver si el libro que se quiere publicar se ubica en alguna colección. Por ejemplo si hay un texto testimonial posiblemente no pase el filtro de la DPI porque no existen colecciones que se ajusten a eso.
El autor lleva su manuscrito triplicado, previa inscripción al Centro Nacional de Registros, para salvaguardar su propiedad. Luego en la DPI se somete a la comisión bibliográfica, compuesto por tres académicos independientes al Estado. Ellos leen el material y emiten un dictamen; en caso de ser positivo, se le comunica al autor.
Sobre el caso del autor que cometió plagio en Juegos Florales ¿Qué medidas se piensan tomar para evitar esto en futuros certámenes?
Este caso es importante porque hace que las autoridades se fijen en un reglamento que tiene demasiado tiempo sin actualizar. Hay que acoplarlo a una amenaza que está latente hoy, que es el plagio.
Lamentablemente hoy el copy paste es una práctica sumamente expedita. Ahora se está trabajando en un borrador más actualizado con nuevos lineamientos que van a incidir en las bases. Tiene que ir a estudio del cuerpo jurídico del Poder Ejecutivo, por lo que va a tener más meses de lo que habíamos calculado para aprobarse.
¿Cuáles son los proyectos editoriales para el resto del año?
Vamos a lanzar una novela de David Hernández y un poemario de André Cruchaga, que es un autor bastante publicado fuera del país y este sería su primer texto editado en El Salvador.
Luego seguirán ensayos conmemorativos de los Acuerdos de Paz, donde se abarca las razones del proceso y cómo se dio la negociación entre otros temas. Tendremos también una investigación sobre Prudencia Ayala.
Se aprobó un libro de historiadores sobre la guerra contra los filibusteros, de cómo los países de Centroamérica participaron de esta gesta, así como una antología de poetas modernistas.
Después de agosto, tendremos un poemario de Vladimir Amaya y una antología sobre la poesía maya y, si queda espacio de producción, la publicación de los ganadores de los Juegos Florales del año pasado.
Tomando en cuenta la enorme cantidad de salvadoreños en el exterior ¿Han pensado en mecanismos para que puedan adquirir libros en línea, por ejemplo?
Ese sería el gran reto pendiente pero sobrepasa mi potestad como director de DPI. Pasa por buscar un mecanismo con el Ministerio de Hacienda para que nuestros libros puedan ser comercializados afuera.
Como son libros públicos lo que se adquiere son fondos públicos. Hay que modernizar la ley, o encontrar un socio que imprima allá. Pero sí pasa por una revisión exhaustiva de nuestra legislación.