El último «gran museo colonial del mundo», el Museo Real de Africa Central, antiguamente llamado el Museo del Congo Belga, acaba de cerrar sus puertas para renovar su propuesta con una mirada crítica al pasado colonial belga, 53 años después de que el Congo lograra su independencia.
Hace apenas quince años esta empresa hubiera sido imposible. Los belgas mantienen una relación «emocional» con su pasado colonial, explica Guido Gryseels, director del museo que batalló por más de una década para llevar adelante este proyecto.
«Recién ahora Bélgica está mentalmente preparada para tener un museo con una mirada crítica de su pasado colonial», añade.
El museo nació para la exposición universal de 1897 cuando Leopoldo II, propietario del Estado Libre del Congo desde hacía tres años, decidió crear una sección congoleña en Tervuren, en las afueras de Bruselas para lo que ordenó construir el Museo de las Colonias.
El éxito de esta exposición que en seis meses fue visitada por 1,3 millones de personas desembocó al año siguiente en la creación del Museo del Congo que rápidamente necesitó de un nuevo edificio, el «pequeño Versalles» querido por Leopoldo y construido por un arquitecto francés, Charles Giraut, el mismo que diseñó el Petit Palais de París, rodeado por jardines a la francesa.
Un edificio que «ilustra la ambición, hasta la desmesura» de Leopoldo II, estima Yoto Djongakodi, del comité de asociaciones africanas en Bélgica.
El objetivo del monarca era sensibilizar a este pequeño país, que dominaba sobre un territorio 80 veces más grande que su superficie, sobre los importantes recursos naturales y su explotación, en particular del caucho –en momentos en que nacía la industria automotriz–, tarea que llevaban a cabo a través de una represión sangrienta.
«Queda bastante claro que la idea de Leopoldo de tener una exposición permanente fue concebida como un arma ideológica para contrarrestar las crecientes críticas internacionales» sobre la crueldad del régimen colonial, explicó Jean Muteba Rahier, profesor de la Universidad Internacional de Florida en un texto publicado en 2003.
Estas presiones obligaron a Leopoldo II a ceder bajo administración belga en 1908 esta región africana que era de su propiedad privada. Bélgica emprendió entonces una colonización en la que creó escuelas e infraestructuras aunque con una visión paternalista sobre los pueblos autóctonos.
El nuevo Museo del Congo Belga fue inaugurado en 1910 y desde entonces algunas de sus secciones no cambiaron. La última actualización museográfica fue hecha en 1957, tres años antes de la independencia del Congo.
Símbolo del pasado colonial
«Para muchos africanos este museo es el verdadero símbolo del pasado colonial», subraya Guido Gryseels.
En la entrada del museo de este palacio neoclásico imponente, queda plasmada y en evidencia en unas estatuas esta visión paternalista de la que se inspiraron sus creadores.
Las estatuas de los hombres blancos, los belgas, erguidos, son de bronce dorado, las que representan al africano, agachados cubiertos sólo con paños, son de un material oscuro. Debajo de las cuatro estatuas que adornan el hall de entrada se puede leer «Bélgica llevando la civilización al Congo» o «Bélgica llevando el bienestar al Congo».
En otra ala del museo una placa conmemorativa recuerda a los más de 1.500 belgas que murieron en el Congo. «Ni un sólo nombre de un congoleño. Ni siquiera los que murieron peleando para Bélgica durante las guerras mundiales. Y eso que son más numerosos que los belgas fallecidos», lamenta Djongakodi.
No muy lejos de un busto de Leopoldo II tallado en marfil se yergue el «hombre leopardo», una estatua de 1913 que representa a un africano vestido con una piel de leopardo a punto de atacar a otro africano, que Georges «Hergé» Remi hizo célebre con «Tintín en el Congo», un álbum publicado en 1931 considerado por muchos como racista, pero que plasma la visión belga sobre su colonia africana.
Pero estas son sólo algunas de las piezas de este museo repleto de objetos dedicados al estudio de Africa Central. El museo sólo expone el 2% de su colección compuesta por 10 millones de especies zoológicas, 150.000 objetos etnográficos, 3 km de archivos y más de cien años de estudios antropológicos, históricos, zoológicos, geológicos y forestales.
La renovación del contenido del museo, con una reflexión crítica de su existencia en su propuesta museográfica, a la que la dirección asoció a las asociaciones de la diáspora africana, tiene un presupuesto de 75 millones de euros e incluye la construcción de un nuevo edificio. El museo recién reabrirá sus puertas a mediados de 2017.