Una de las experiencias más gratificantes de un amante de la danza es vivir nuevas experiencias como profesional, adquirir nuevos conocimientos fuera de sus horizontes y luego transmitirlos a los nuevos aprendices de esta rama.
En un café de San Salvador, con mucho movimiento y ruido debido a la grabación de un comercial, muy puntual se encontraba Diana Aranda, bailarina reconocida de ballet clásico en el país.
Jeans y una blusa amarilla holgada, fue la vestimenta que eligió para la ocasión, una ropa cómoda y simple. Desde el primer momento mostró la gran sonrisa que la caracteriza. Amabilidad, seguridad y disponibilidad para hablar sobre su experiencia son características que la distinguen. Así es como comenzó a narrar sus vivencias dentro y, sobre todo, fuera del país.
Nació el 10 de junio de 1984. Inició su recorrido artístico a la edad de 9 años. Estuvo alrededor de 18 años en la Fundación Ballet de El Salvador. Fue bailarina principal y prácticamente toda su formación en la danza la realizó ahí.
En el año 2010, cuando ya había concluido sus estudios universitarios de Administración de Empresas en la Universidad Matías Delgado, decidió viajar a Argentina en donde tenía la oportunidad de audicionar para trabajar formalmente en una compañía de ballet, en la provincia de Salta. Para lograr entrar tuvo que pasar por una serie de pruebas en los que elegirían a los bailarines para la compañía.
¿De qué país eran los demás bailarines?
Había gente de Brasil, Paraguay, Uruguay, Colombia; prácticamente de toda Sudamérica, yo era la única centroamericana y del norte nadie. Audicioné con más de 100 personas.
¿Cuántos días fueron de audición?
Fueron 3 días de audición, fue bien dura pero gracias a Dios tuve la dicha de ser aceptada.
Al lograr entrar y comenzar a desarrollarse en la compañía, Diana comenta que fue un trabajo muy diferente al que realizaba en el país por varios aspectos. Lo primero que sufrió fue el choque de estar con personas con un mejor nivel de danza que el de ella, sin embargo, eso la hizo despertar y abrir los ojos de que en El Salvador se necesita más competencia sana y meramente profesional.
¿Cómo era el ambiente en el salón de clases?
La gente competía pero uno aprende a defenderse y a sobresalir con base en su trabajo. El que se ganaba un papel, se lo ganaba por su esfuerzo, y los demás le aplaudían porque sabían que lo estaba haciendo bien.
¿Ahí había primer bailarín o bailarina?
No, no había primeros bailarines establecidos, sino que para cada show había un casting y quien estaba apto era quien hacía los papeles principales. Eso era algo lindo también porque, a pesar de que solo estuve un año, tuve la oportunidad de hacer papeles de solista que para mí fueron un gran logro.
A diferencia de que aquí en el país ella hacía su propio horario y ensayaba a la hora que tenía libre solamente con su coach, otro aspecto diferente con el que se encontró en Argentina es que había un horario que seguir y cumplir, pues marcaba una tarjeta de entrada y salida; y las llegadas tardías tenían consecuencias. Además de que el profesor era general, enseñaba a todos al mismo tiempo. Esto le enseñó la disciplina de un bailarín profesional y la forma en cómo trabajar su propio cuerpo en cada clase, ya que no tenía un maestro enfocado solo en ella.
También relató que fue una forma de trabajar mucho más seria, ya que en cuanto a presentaciones, tenían cinco ensayos generales con maquillaje y vestuario. Es decir, que en cada ensayo, a pesar de que no era función, tenían que estar completamente maquilladas como si lo fuera. Según Diana, ella no estaba acostumbrada a estos detalles, pero ahora son de los muchos que transmite a sus alumnas, ya que con ellas repite el ejemplo.
Además, aprendió detalles sobre el manejo de un grupo de baile en el escenario, y dijo que en el país esos pequeños detalles son de los que se descuidaba o no estaba pendiente.
¿Cuáles son esos detalles?
Por ejemplo, cómo un cuerpo de baile se ve armoniosamente igual, es decir, cómo 20 bailarines se tienen que ir moviendo de la misma forma y al mismo tiempo.
¿Esto ahora lo pone en práctica con sus alumnas?
Claro, por eso nuestros shows han dado esa diferencia, porque a pesar de que son alumnas, son completamente profesionales. Ha ido marcando una diferencia en cuanto a nuestro tipo de espectáculos, y a nuestra forma de hacer shows aquí en el país.
Sin embargo, no todo fue fácil. Hubo aspectos dificultosos durante su estadía en Argentina. La ardua tarea de ganarse el “derecho de piso”, el respeto y cariño de los demás o ganarse un puesto específico en el ballet fue difícil, más que todo porque era un país en donde era ella extranjera y había personas con años de experiencia en el baile.
Al preguntarle sobre las diferencias de la práctica de la danza en el país en comparación a la que se practica afuera, mencionó que en el exterior el nivel está mucho más desarrollado ya que la enseñanza es más seria. Por su desenvolvimiento y conocimiento del ambiente, dijo que en El Salvador encuentra mucho recurso humano con talento, en quienes prevalece el deseo de bailar antes que tener un trabajo de otro tipo, en donde se pueda recibir un salario formal.
¿Puede formarse un verdadero profesional de la danza en el país?
Hay pocos lugares y pocas maneras de ser un profesional de la danza. Profesional no lo digo por la técnica o por el nivel, sino por lo que significa ser profesional, que usted tiene un horario, que tiene sueldo, que tiene prestaciones; eso es un trabajo formal.
Además, piensa que una de las desventajas en el país es que muchas personas se quieren especializar en el ballet clásico, ya que es la base para todo bailarín, y las escuelas se basan más en la danza contemporánea que en el ballet.
Actualmente ella tiene una escuela de ballet junto a su hermana. La escuela fue creada hace cinco años en donde ambas son maestras. A pesar de esto, Diana nunca ha desaparecido de los escenarios, y sigue innovando con los espectáculos que presenta en el país.