(AFP) – «Amigos todos, soy del Sur, vengo del Sur», se presentó con simpleza el martes el presidente uruguayo José Mujica, sorprendiendo a la Asamblea General de la ONU con un discurso poético en el que destrozó al capitalismo salvaje y la situación mundial actual.
Como si estuviese cantando «Cambalache», el célebre tango del poeta Enrique Santos Discépolo que pinta un mundo en decadencia, Mujica entregó a los líderes mundiales reunidos en Nueva York una visión oscura de los tiempos que corren.
«Soy del Sur y vengo del Sur a esta asamblea. Cargo con los millones de compatriotas pobres en las ciudades, páramos, selvas, pampas y socavones de la América Latina, patria común que está haciéndose», afirmó Mujica, de 78 años, en la gran cita anual de Naciones Unidas.
«Cargo con las culturas originarias aplastadas, con los restos del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia electrónica que no hace otra cosa que generar desconfianza», agregó, enumerando algunos de las grandes cuestiones de la región.
Ante las miradas cómplices de las delegaciones latinoamericanas que ya lo conocen y la estupefacción de las de Africa, Medio Oriente o Asia, Mujica criticó el orden económico mundial actual con metáforas y no tanto.
«Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos el templo con el dios mercado. Él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas la apariencia de felicidad», afirmó.
«Parecería que hemos nacido sólo para consumir y consumir», martilló, señalando que si la humanidad aspirase a «vivir como un norteamericano medio» serían necesarios «tres planetas».
«El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad, siempre sueña con concluir las cuentas. Hasta que un día el corazón se para y adiós, dijo.
«Sería imperioso lograr grandes consensos para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación», sostuvo Mujica, más como una expresión de deseo que como una propuesta.
«Tal vez nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad»
Mujica, un exguerrillero que sobrevivió a casi 14 años de cautiverio en manos de la dictadura militar (1973-1985), asumió en 2010 como el segundo presidente de izquierda en la historia de su país.
El mandatario ha atraído la atención en el mundo por algunas medidas impulsadas por él o aprobadas en su gobierno como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario, así como por el proyecto de legalización de marihuana
Este singular cóctel ha hecho que figuras de la política y del espectáculo hayan citado y elogiado a Mujica, que en Nueva York debía ser seguido de cerca por el cineasta serbio Emir Kusturica que filmará un documental sobre él.
Ante la ONU, el mandatario aseguró que la humanidad entró en otra época aceleradamente, «pero con políticos, atavíos culturales, partidos y jóvenes, todos viejos ante la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar».
«Tal vez nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad», admitió en una breve pausa a su devastador panorama.
Lo cierto es que nadie se salvó en su discurso, y si bien habló de la ONU como una organización «creada como una esperanza y un sueño de paz para la humanidad», dijo que el planeta tiene «una democracia planetaria herida».
El final de su alocución no fue mucho más optimista: «Necesitamos gobernarnos a nosotros mismos o sucumbiremos; sucumbiremos porque no somos capaces de estar a la altura de la civilización que en los hechos fuimos desarrollando. Éste es nuestro dilema».