Es día de partido. Óscar Hernández debe levantarse dos horas antes de lo habitual para comenzar a preparar la venta de dulces artesanales y semillas con la que logra subsistir su familia conformada por siete hijos y su nueva compañera de vida, Silvia de Jesús, quien también se dedica al comercio ambulante.
El recorrido es el mismo todos los días. Salen del cantón Las Delicias, San Martín, y desde temprano van endulzando las limitantes, vendiendo su producto a los pasajeros de la ruta 29, que hace su recorrido de Ilopango a San Salvador, pero cuando hay partido la rutina varía un poco.
Óscar sabe que ir a ver el juego le consumirá como mínimo dos horas, por lo cual ha optado por madrugar para compensar el tiempo y no dejar de vender, pues en una familia numerosa y con múltiples necesidades, $1 puede significar mucho.
Detrás de las mallas metálicas de la chancha 1 de la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut), ubicado en la colonia Escalón de San Salvador, se puede observar a un señor sonriente que pasa los 40 años, quien ha dejado abandonadas las bolsas de dulces para dedicarse por completo a ver el juego o, más bien, a una futbolista en particular.
Del otro lado de la malla está Irma Molina, o Mima como la llaman de cariño, quien se desempeña como lateral derecha en Alianza Women, el proyecto de Alianza FC que compite en la Liga Femenina. Mima es la jugadora en quien se centra la mirada del vendedor.
En la Fesfut hace calor y el caucho de la cancha sintética lo empeora más aún, pero eso no detiene a los fieles seguidores del fútbol femenino, para que lleguen a apoyar a Alianza en el partido contra el Águila femenino, que en su mayoría son familiares y amigos de las jugadoras, aunque en los últimos años el gusto se ha expandido a más personas.
En la cancha se observa una jugadora aplicada, aguerrida, que no deja pasar nada por la banda derecha. De hecho, cuando Águila se aproximó, lo hizo por el centro o por izquierda. “Es una jugadora súper comprometida, hay muy pocas como ella. Tiene muchas cualidades técnicas, sobre todo cuando le toca tomar decisiones, es muy buena; tácticamente también es muy buena y físicamente es una de sus fortalezas, tal vez no de tamaño, pero sí en resistencia y en velocidad. Como persona es excelente”, la describe la entrenadora de la Selecta, Debbie Gómez.
Finaliza el primer tiempo y Alianza ya va ganando 2-0. Óscar hace una pausa, toma las bolsas de dulces y se dirige hacia donde se encuentra Mima, su hija, con quien se funde en un abrazo y, de paso, aprovecha para darle alguna indicación y, por supuesto, muchos ánimos.
Ahora tiene 10 minutos para vender. “Termina el primer tiempo y ahí aprovecho para andar vendiendo, pero cuando comienza el partido me siento, a veces me está hablando la gente, pero les digo ‘no ahorita estoy viendo a la Mima y no puedo vender’. Me gusta ver jugar a mi hija. Es mi delirio”, dice el orgulloso padre. “Yo empiezo normalmente a las 8:00 de la mañana la venta todos los días, pero cuando la vengo a ver a ella comienzo a las 6:00 porque esas dos horas que vengo a verla ya las he cubierto y provecho para tirar un par de coras aquí también”, agrega.
Ya son las 4:00 p.m. El calor ha bajado y la intensidad del partido también. Las albas terminan ganando cómodamente el encuentro a las emplumadas con una goleada de 5-0, resultado con el que Alianza se coloca a la cabeza en el grupo centro-oriente, con 16 puntos en seis partidos.
Mima se ganó la titularidad en el equipo capitalino con apenas 18 años bajo la dirección de Debbie Gómez, quien le dio la oportunidad de vestir la camisa de la Selecta femenina, con 19 años, en el eliminatorio preolímpico disputado en Costa Rica a inicios de este mes.
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“Nunca me imaginé que Mima después de andar en canchas polvosas se iba a ir a Costa Rica o Nicaragua y lo ha logrado con su modo de ser, con su esfuerzo, y me siento contento. Yo nunca pensé que mi hija se fuera a subir en un avión, para mí es una gran alegría que haya estado en otro lado. Cuando estaba en Costa Rica le dije: ‘me siento feliz que estés allá comiendo otros alimentos y conociendo otra gente’. Es una bendición”, dice con gratitud, don Óscar.
“Todo es producto del esfuerzo y del trabajo. Me siento muy contenta y mi papá también se siente muy orgulloso de mí. Yo nunca me imaginé llegar hasta aquí”, confiesa Mima.
EL TERCER TIEMPO
Este partido lo han logrado sacar con éxito gracias a la venta de dulces y al talento de Mima, pero ahora se viene un tercer tiempo difícil. La futbolista cursa el último año de Bachillerato General en el Centro Escolar Fabio Castillo de Ilopango y, aunque su sueño es seguir estudiando, no sabe si la venta alcanzará para cubrir los gastos de la Universidad.
“Por medio de la venta siempre hemos apoyado a mi hija en todo lo que hemos podido, desde la preparatoria hasta ahora que va a segundo año de Bachillerato”, indica el comerciante, quien ya lleva 22 años en el negocio que aprendió de su primera esposa, la madre de Mima, Mirna Molina.
Doña Mirna está al cuidado de Mima y un hijo más. Ella también sostiene a su familia en Ilopango con la venta de dulces y apoya incondicionalmente a su hija en su carrera como futbolista. “Ella me enseñó cómo se maneja la venta y aquí me quedé. Antes hacíamos nosotros los dulces pero desde hace unos cuatro años ya no, porque es muy cansado. Salgo a las 8:00 de la mañana a la calle y llego a las 9:00 de la noche, siento que ya no doy el ancho por eso mejor los compramos hechos ya”, explica don Óscar.
¿Pero alcanzará la venta de dulces para que Mima vaya a la Universidad? “Hemos hablado de ese tema y vamos a ver cómo estamos económicamente para ver si se puede. Si ella decide estudiar es de apoyarla siempre, tanto en el deporte como en el estudio. Queremos ver si puede entrar a la Nacional (Universidad de El Salvador). Ella soñaba con estar en la selección y ‘ya lo logré’, me dice, ‘quiero seguir ahí’, dice. Ella quiere seguir jugando y prepararse”, dice su padre.
Mima sueña con sacar una Licenciatura en Educación Física y se aferra en su padre para poder cumplirlo. “Mi papá es muy importante en mi vida, es el que siempre está apoyándome. Siempre viene a los partidos a verme porque no vivimos juntos. Yo vivo solo con mi mamá, pero ella por el tiempo no puede ir a verme, pero sí me apoya”, manifiesta la futbolista, que ha ganado un tricampeonato con Alianza en la Liga Femenina y una medalla de bronce en el Interclubes Uncaf 2019, torneo que reúne a los campeones del fútbol femenino de cada país de Centroamérica.