En los países centroamericanos se puede apreciar la tendencia de hacer comunidades poblacionales en las faldas de volcanes. Estos fenómenos son más comunes en El Salvador y Guatemala, los dos países más densamente poblados del istmo y con buena parte de sus territorios flanqueado por volcanes, algunos de los cuales aún siguen activos.
Las personas suelen aprender a convivir con los volcanes e incluso a no sorprenderse con su actividad sísmica y de emisión de gases, en el caso que los colosos sean activos, por eso se dice que, a pesar del poder destructivo de un volcán, las erupciones que emanan de ellos son los fenómenos naturales más predecibles.
Pero sin importar todo lo anterior, la potente erupción del Volcán de Fuego, en el sureste de Guatemala, ha ocasionado una devastación tal que aldeas enteras en los departamentos de Escuintla, Sacatepéquez y Chimaltenango están soterradas bajo capas de material piroclástico y la aldea de San Miguel Los Lotes en el departamento de Escuintla, ha prácticamente desaparecido del mapa.
La avalancha de efusiones de lava y nubes incandescentes de gas, arena, ceniza y roca, todos componentes de lo que se conoce como «material piroplástico», se ensañó principalmente con una hilera de comunidades que se encontraban a escasos cinco kilómetros de los linderos del volcán, entre estas aldeas se encuentran: La Reunión, La Candelaria, El Porvenir, La Unión, San José Las Lajas, Santa Clara Las Lajas y San Jacinto Miramar.
Estadísticas oficiales del gobierno de Guatemala sostienen que más de 1.7 millones de personas han sido afectadas de manera directa o indirecta por el fenómeno. El volcán que comparten los tres departamentos antes mencionados, provocó que una de las carreteras que conecta con El Salvador, su principal socio comercial, fuera bloqueada.
Pero el drama más grande es el de los fallecidos. Más de un centenar de cuerpos han sido rescatados de las cenizas y se sospecha que más cadáveres puedan surgir de esta, a medida que la zona de emergencia vuelva a la normalidad y las emisiones del volcán caigan dentro de lo que podría considerarse rutinario.
Aterradoras historias son compartidas por aquellos que fueron rescatados de la zona de desastre. Algunas apuntan a que las señales que emitió el volcán antes de su erupción, no les alertaron de que algo grave pasaría, pero hasta que el alud de ceniza y lava vino encima de ellos, no les quedó más que huir por sus vidas.
Otros sobrevivientes reclamaron ayuda al gobierno o cuestionaron su inacción al impedir la tragedia que es la segunda más grande provocada por un volcán en la historia de Guatemala, después de la fatal erupción del volcán Santa María en 1902, la cual mató a 6,000 personas.
Si se toma en cuenta que en 1902 no existían los mecanismos ni protocolos para evitar desastres, ni se tenía noción del concepto de Protección Civil, se podría decir que 6,000 personas muertas en una erupción volcánica era algo inevitable, pero aun así es una tragedia grande y hasta cierto punto prevenible.
Más de 100 años después de la colosal erupción del Santa María, lo que ha pasado en junio de este año con la erupción del Volcán de Fuego se ve como algo que pudo prevenirse si se hubiese atendido oportunamente, tomando en cuenta que la cifra oficial de muertos no hace más que aumentar, con cada día que transcurren las labores de rescate.
Que Guatemala enfrente a esta fecha una tragedia como esta, no hace más que dejar la sensación de que su pudo hacer más para prevenirle, si se toma en cuenta además que el Volcán de Fuego tiene un amplio historial de erupciones, 60 en casi 500 años para ser más exactos.
La más reciente erupción de gran magnitud por parte del Volcán de Fuego, ocurrió el 8 de febrero de 2015. En aquella ocasión, tal como en la actual tragedia, el aeropuerto La Aurora de la capital guatemalteca debió cerrar, debido a la enorme columna de ceniza que afectó el transporte aéreo.
Moradores de la zona de desastre y políticos de la oposición no dudan en criticar la reacción tardía de las autoridades, si se considera que previo a la catastrófica erupción acaecida en horas de la tarde del 3 de junio, las autoridades emitieron cinco alertas relacionadas con el aumento de la actividad del Volcán de Fuego.
Lo que pasó en la aldea El Rodeo es el emblema de lo abrumador que fue esta emergencia para el gobierno de Jimmy Morales. El delegado de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED) fue enviado al lugar para verificar como transcurría la actividad del coloso y advertir a los habitantes. Dicho funcionario fue una de las primeras víctimas mortales del desastre y en la opinión pública en el vecino país ha surgido esta pregunta: ¿Qué hubiera pasado si se mandaba a un Equipo de Respuesta Inmediata (ERI), en lugar de un mero delegado?
Los efectos destructivos del volcán de Fuego suelen ponerse en contraste con la actividad de otro volcán activo y que acaparó reflectores en los últimos días: el volcán Kilauea en el Estado de Hawái, Estados Unidos.
A diferencia del Volcán de Fuego, el cual arrojó material piroclástico incandescente, el Kilauea en el archipiélago hawaiano arrojó exclusivamente lava. Otro factor diferencial en ambas erupciones, es que el entorno en el que se erige el Kilauea es un parque nacional, mientras que los linderos del Volcán de Fuego están densamente habitados.
La lava del Kilauea y el material piroclástico del Volcán de Fuego han causado estragos en los suelos que han tocado, dejandolos inservibles por años. Este aspecto es especialmente trágico para guatemala, un país agrícola por excelencia, que aún debe contabilizar las pérdidas económicas que, sin duda, serán millonarias e incluso billonarias.
El estado de calamidad pública decretado por el gobierno de Guatemala, lo faculta a usar el presupuesto destinado para desastres, que equivale a 192 millones de quetzales (un poco más de 25 millones de dólares).
Tropicalizando a la realidad salvadoreña
A lo largo de su historia, El Salvador también ha sufrido los embates de los volcanes. Para muestra está la erupción que hace 1,400 años sepultó a una comunidad indígena que se asentó en lo que hoy es el sitio arqueológico Joya de Cerén, considerado como la “Pompeya de las Américas”.
Esa erupción corrió a cargo del Volcán de San Salvador, cuya última erupción se registró en 1917. El material que arrojó el volcán acabó con una gran estela de vegetación en el sitio que hoy se conoce como El Playón, que comparten los municipios de Quezaltepeque y San Juan Opico.
La Dirección de Protección Civil realizó una evaluación en los municipios aledaños al volcán, para evaluar cual sería el impacto que tendría una erupción del mismo, si este se reactivara luego de más de 100 años.
De acuerdo con la entidad, es posible prepararse para una erupción del volcán de San Salvador, pero los flujos de lava que este pueda emanar, afectarían a Antiguo Cuscatlán, Ciudad Arce, Colón, Quezaltepeque, San Juan Opico y Santa Tecla; todos municipios del departamento de La Libertad.
De la misma forma, una erupción del también conocido como volcán Quezaltepeque, perjudicaría a los municipios de Apopa, Ayutuxtepeque, Mejicanos, Nejapa y San Salvador. En total, un nuevo desastre provocado por el volcán encallado en el área metropolitana de San Salvador, afectaría a cerca de 500 mil personas, según las estimaciones de Protección Civil.
El 1 de octubre de 2005, el volcán de Santa Ana tuvo una violenta erupción que coincidió con la llegada del Huracán Stan, lo cual facilitó el desplazamiento de los escombros emanados del cráter del volcán y afectó varias comunidades que se edificaron en sus faldas. Por ese incidente murieron dos personas y otras siete resultaron heridas.
Pero el volcán que en los últimos años ha estado bajo la lupa de las autoridades es el Chaparrastique, el cual permanece en constante actividad y ha tenido tres erupciones de importante magnitud entre 2013 y 2016.
El nivel de RSAM que se considera como normal para un volcán es de 50. Por bastante tiempo, tres esas erupciones, la actividad del Chaparrastique estuvo por encima de ese nivel y a raíz del desastre que dejó el Volcán de Fuego, los índices de RSAM del también conocido como volcán de San Miguel, han vuelto a sobrepasar la normalidad.
Expertos vulcanólogos salvadoreños se encuentran en Guatemala para inspeccionar la actividad del volcán de Fuego y ver cómo esto puede afectar al país. De momento, el Ministerio del Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) ha descartado que la erupción violenta de un volcán en Guatemala no significa necesariamente la activación de otros volcanes en países vecinos.