-Vamos a acabar con ustedes, ratas mierda, los vamos a acabar.
Un policía robusto del sistema de emergencias 911 de la Policía Nacional Civil (PNC) presiona su bota derecha en con saña sobre cuello de un joven flacucho de unos 19 años tirado en la orilla de una calle de la comunidad 29 de Agosto, en el centro de San Salvador, mientras le repite varias veces la sentencia: los vamos a acabar a toditos, ¿oís?
El detenido, luego de recibir patadas y golpes a puño limpio en la cabeza, se levanta la camisa a petición del policía y deja ver los tatuajes alusivos al Barrio 18 que lleva en la espalda.
-Ajá, hijueputa, hoy sí vas a comer mierda.
La escena se montó tres horas antes, luego que un grupo de pandilleros pasara a bordo de un vehículo y ametrallaran uno de los talleres de la PNC, en el barrio San Esteban, de San Salvador, matando a un mecánico e hiriendo a un policía.
Un equipo conformado por agentes del 911, Grupo de Operaciones Especiales (GOPES), y miembros de la Fuerza Armada montaron un operativo en las comunidades aledañas y detener a todo aquel que pareciera pandillero.
Pero el odio con que el agente le dio de patadas y culatazos al pandillero del Barrio 18 no es nada casual ni personal. Desde el año 2014, el conflicto entre pandillas y agentes de seguridad pública se ha convertido, para muchos, en una verdadera guerra, dejando como resultado que, entre los años 2013 y 2014, el número pandilleros y policías muertos en enfrentamientos se triplicó.
El génesis de este conflicto, al menos basándose en las estadísticas de homicidios de la PNC, parece estar a mediados del año 2013, cuando la ruptura no claramente definida de la tregua entre pandillas dio rienda suelta a una lluvia de plomo entre las pandillas y el Estado.
De acuerdo con cifras de la Unidad Central de Análisis y Tratamiento de la Información de la PNC, desde el año 2008 al 2012, el número de pandilleros muertos en enfrentamientos con policías nunca había pasado la línea de los 20; sin embargo, para finales de 2013 la cifra subió a 27 y para el 2014 llegó a 90.
Este fenómeno coincide temporalmente con tres eventos importantes que impactaron en las políticas públicas de combate a las pandillas. El primero fue la ya mencionada ruptura de la tregua entre pandillas que desde hace meses se venía desquebrajando hasta que, luego de casi un año con un promedio de homicidios que descendió de los 12 a 5 diarios, terminó en historia y el promedio de asesinatos diarios se fue al alza, incluso superando las cifras de 2012.
El segundo evento que coincide con el despunte de pandilleros muertos en enfrentamientos es el incremento de la capacidad de fuego de las pandillas. A finales de 2013, las dos principales pandillas del país, la Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, ya tenían en su poder un considerable número de armas de uso privativo de la Fuerza Armada como M-16, AK-47 y AR-15, además de varias escopetas calibre 12 y 22, según datos de la PNC para noviembre de ese año.
De acuerdo con investigaciones policiales, estas armas fueron obtenidas por las pandillas con el dinero de la renta recogido durante el periodo de la tregua, lo que revela que en el periodo comprendido entre marzo de 2012 y junio de 2013 que duró el pacto entre pandillas, estas se estuvieron preparando para la guerra.
El último evento que se configuró como punto de pre-estallido de guerra entre pandilleros y policías fue la exoneración de responsabilidades fiscales a los agentes de la PNC y miembros de la Fuerza Armada que, en cumplimiento de sus tareas, lesionen o maten a un pandillero, según las modificaciones a tres artículos del Código Procesal Penal, aprobadas el 28 de noviembre de 2013 en el palacio azul de la Asamblea Legislativa.
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Los archiveros de la Subdirección de Investigaciones de la PNC guardan registro (o deberían guardar) de cada homicidio, de cada disparo, de cada novedad que se reporta en cualquier rincón del país donde haya una delegación policial. Ahí también están escritas las cifras del número de pandilleros que mueren a diario en enfrentamientos con policías.
Aunque mucho se ha cuestionado el mecanismo que la Policía utiliza para determinar cuándo una víctima de homicidio estuvo vinculada con algún grupo delictivo, las cifras a las que Diario1.com tuvo acceso revelan un quiebre al alza en el número de pandilleros asesinados por agentes de la PNC y miembros de la Fuerza Armada en supuestos enfrentamientos a partir del año 2014, hechos que coinciden con algunos giros en la estrategia de combate a las pandillas.
De acuerdo con los datos de la PNC, no solo el número de pandilleros muertos en enfrentamientos con policías se triplicó de golpe entre los años 2013 y 2014, pasando de 27 a 90; sino también el número de policías muertos a manos de pandilleros pasó de 14 a 39 en un año, algo que las autoridades atribuyeron en su momento a una “respuesta de las pandillas ante el accionar policial”.
Aunque las cifras oficiales de homicidios del Instituto de Medicina Legal (IML) y la PNC han dejado claro el sube y baja de homicidios antes y después de la tregua, profundizar un poco más en los datos dejan ver algo que no siempre se dice: al sumar las cifras de los cuatro años anteriores a la Tregua (2008 al 2011) resulta que hubo un total de 29 pandilleros muertos en enfrentamientos con policías, mientras que solo entre 2013 y 2014, juntos, 117 pandilleros murieron por balas policiales, es decir, que en los dos últimos años se ha matado casi cuatro veces lo que en los cuatro anteriores a la tregua.
Sin embargo, este número no es secreto para las autoridades, puesto que el mismo presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, declaró, en una conferencia de prensa, que el 33 por ciento de los homicidios registrados en marzo (481) fueron pandilleros que murieron en enfrentamientos con la PNC. Es decir que al menos 140 pandilleros fueron asesinados por policías en enfrentamientos. 140 en un solo mes, mientras que en los últimos ocho años la suma fue de 161.
Una lógica similar parece funcionar en el asesinato de policías a manos de pandilleros. Las cifras obtenidas por Diario1 de la Unidad Central de Análisis y Tratamiento de Información de la PNC detallan que entre los años 2008 al 2011 murió un promedio de 20 policías, la mayoría atacados por pandilleros; sin embargo, para el año 2014 la cifra se disparó a 39.
Para lo que va de 2015 la pendiente inclinada hacia arriba que se dibuja en la gráfica parece llevar el mismo camino. En los poco menos de siete meses que han transcurrido de este año, 36 policías han muerto asesinados, de los cuales al menos 31 se le atribuyen a pandillas, un número muy cercano a los que murieron el año pasado en menor tiempo, lo que según las autoridades equivale a una tendencia al alza.
Asimismo, la cifra de 90 pandilleros asesinados en enfrentamientos con policías en el 2014 quedó atrás. Las cifras oficiales de la policía revelan que, hasta el 22 de junio de este año se contabilizaban ya 111 pandilleros muertos por balas del Estado, ya sea de la PNC o de la Fuerza Armada.
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La madrugada del martes 14 de mayo del 2014, tres pandilleros a bordo de un vehículo fueron detenidos con dos fuslies AK-47, un paquete de municiones para las mismas y dos chalecos antibalas con las letras “POLICÍA” en la espalda. Quince días más tarde, otros tres pandilleros fueron detenidos con un fusil AK-47 y más municiones.
La evidente señal que los pandilleros enviaron a la policía acerca de su capacidad de fuego con una serie de ataques realizados con armas largas y el asesinato de policías y soldados, se convirtió en el argumento necesario para que en abril de ese mismo año, el director de la PNC, Mauricio Ramírez Landaverde, anunciara la compra de un nuevo lote de AK-47 para uso de los agentes policiales.
Pero la mayoría policías no estaban entrenados en el uso de tales armas de guerra, tal como lo señaló el director de la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), Jaime Martínez, en esa ocasión.
Sin embargo, a principios de mayo, la ANSP autorizó que los agentes se fueran a entrenar en prácticas de tiro utilizando el nuevo lote de AK-47 y afinar la puntería. Solo entre abril y mayo de 2014 murieron 17 pandilleros en enfrentamientos con la PNC, según estadísticas oficiales.
Entre los días 21 y el 23 de diciembre de 2014, tres policías y dos soldados fueron asesinados en los departamentos de La Paz y La Libertad, en diferentes tiroteos con pandilleros, mientras que 17 pandilleros también cayeron abatidos en supuestos enfrentamientos con policías.
Los 90 pandilleros y los 39 policías muertos asesinados se sumaron a los casi cuatro mil homicidios registrados en todo el año, posicionando así al 2014 como uno de los años más violentos de la última década.
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Para 2015, la guerra entre las dos principales pandillas del país, no cesó, pero tuvo un leve giro que una dio paso a una serie de ataques directos en contra del Estado salvadoreño, en específico a la PNC y la Fuerza Armada, que también empezó a cobrar cada vez más protagonismo.
Sin embargo, el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Benito Lara, como el director de la PNC, han señalado que la mayoría de homicidios registrados en el salvador son pandilleros que mueren a manos de otros criminales de la pandilla contraria.
La madrugada del 26 de marzo de 2015, la Policía aseguró que “durante un patrullero de rutina”, un grupo de pandilleros abrió fuego en su contra, iniciando un intercambio de disparos que dejó como resultado a ocho supuestos delincuentes muertos y un policía herido.
La muerte de los supuestos pandilleros se produjo el mismo día en que el gobierno había convocado en varios puntos del país para una marcha “blanca” por la paz, en medio de una ola de violencia que posicionó nuevamente a El Salvador como uno de los países más violentos del mundo. Ese mismo mes, las cifras de la PNC señalan que 27 pandilleros murieron ese mes en supuestos enfrentamientos con las autoridades, 12 del Barrio 18 y 13 de la Mara Salvatrucha.
Los 20 agentes asesinados a manos de pandillas durante los primeros meses del 2015, la decena de ataques en contra de policías y militares, y tres atentados con granadas industriales a puestos de la PNC, fueron el preludio para que marzo se convirtiera en el mes más violento del año y también de la última década, un título que no le duraría mucho, puesto que mayo y junio le sucedieron respectivamente con 635 y 671 asesinatos, cifras nunca antes vistas en El Salvador, al menos no desde mediados de los años 90s.
El viernes 17 de abril, el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, junto a los principales representantes del gabinete de seguridad, anunció una nueva serie de medidas en el combate a las pandillas, entre las que destacó el retorno de líderes de estas estructuras que habían salido del penal de máxima seguridad de Zacatecoluca hacia otros centros penales durante el periodo de la tregua, y también la creación de tres batallones de reacción inmediata conformados por elementos de la Fuerza Armada.
Por otra parte, el sábado 18 de abril, nueve pandilleros fueron asesinados en Zacatecoluca tras un supuesto enfrentamiento con miembros de la Fuerza de Tarea ARES, de la Fuerza Armada. Sin embargo, uno de los hechos que más se cuestionó fue que la Fiscalía General de la República (FGR) solamente reportó dos fusiles y un arma corta incautada en la escena junto a los nueve muertos, algo que abrió pauta para que diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos cuestionaran el trabajo de la FAES en tareas de seguridad pública, ante un posible uso desproporcionado de la fuerza.
En mayo de este año, luego de ser cuestionado por no pronunciarse públicamente ante los asesinatos múltiples de pandilleros, el Procurador General de los Derechos Humanos en El Salvador, David Morales, se limitó a responder a Diario1.com que “todos los hechos de violencia y homicidios deben ser investigados”.
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En los últimos años, matar pandilleros se ha convertido en un acto de bondad para muchos en El Salvador. En hacer patria. Así lo asegura el coordinador del Departamento de Psicología Forense del Instituto de Medicina Legal, Néstor Recinos. “Aquí se trata de dos grupos: los buenos y los malos. Los malos son los pandilleros y los buenos los policías. El que mata al malo es bueno, entonces matar pandilleros es bueno”, dice con ironía el psicólogo. “Por otra parte, para los pandilleros y su familia, los malos son los policías, y ahí sigue el círculo de la violencia”, dice.
Recinos además asegura que las medidas represivas solo reproducen la violencia, y que “detrás de cada muerto, ya sea pandillero, policía, o lo que sea, queda una colita de odio. ¿Qué pasa cuando un niño ve que la policía llega a reventarle la cara a su hermano mayor y se lo llevan preso? ¿Y qué va a pensar un hijo de un policía cuando le matan al papá? ¿De qué le van a dar ganas? ¿Se querrá vengar?”, cuestiona el psicólogo.
Por su parte, el director del IML, Miguel Fortín Magaña, señaló recientemente que “matar pandilleros no es la solución al problema de la violencia en El Salvador”. “Si en este país mueren, digamos, cinco mil personas al año, y suponiendo que todos sean pandilleros, en cinco años habrían muerto 25 mil pandilleros, lo que equivaldría teóricamente a que estos grupos se van acabando. Pero no. Al contrario, vemos que van creciendo. El verdadero problema en El Salvador es que las pandillas siguen reclutando gente todos los días. En eso se deberían de enfocar los esfuerzos”, apuntó Magaña.
Sin embargo, el gobierno, por su parte, ha reiterado en varias ocasiones que no volverá a negociar con las pandillas bajo ningún concepto, como en 2012, y, al contrario, ha subrayado enfáticamente que se volcará frontalmente para controlar a las pandillas.
El Salvador ha mantenido su posición como uno de los países más violentos del mundo durante los últimos cinco años, y para 2014 la tasa de homicidios de este país (69.8) equivalía a casi siete veces lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera una epidemia.