Ana Dinora Galeas tiene 53 años y sobrevivió la guerra civil de los años 80. Pero este lunes tuvo un dejá vu. Todo parecía indicar que se levantó en medio de una ofensiva y de nuevo el transporte colectivo estaba paralizado. Tocaría caminar hasta su destino.
-Yo estaba acostumbrada a andar en pick up, en taxi o hasta a pie, pero en tiempos de guerra. Para ese entonces uno arriesgaba la vida todos los días. Y hoy también.
Este lunes 27 de julio, El Salvador vivió un Dejá Vu de la guerra. Miles de personas caminaron hasta sus destinos debido a un paro del transporte colectivo porque un grupo armado prohibió la circulación de buses en la ciudad.
Al menos mil unidades, entre buses y microbuses, quedaron guardadas ante la amenaza de las pandillas de asesinar a los conductores y cobradores de las unidades que trabajaran este lunes. Dicha amenaza fue cerrada con el sello de la sangre de un motorista de la ruta 6 y su colaborador en horas de la noche del domingo, como muestra de lo que se vendría el día siguiente de no acatar la orden.
Dinora es originaria del municipio de Chapeltique, San Miguel, pero vive desde sus cinco años en Mejicanos, en San Salvador, uno de los municipios más afectados por el paro de 44 diferentes rutas que suspendieron labores esta mañana.
La misión de Dinora para esta mañana parecía sencilla: ir a pagar una cuota de la refrigeradora al centro comercial más cercano. Pero todo se complicó desde que salió a la calle, caminó hasta la parada y no encontró ningún bus que la llevara hasta su destino.
Lo que parecía ser un nuevo fin de semana con final violento en El Salvador se convirtió en el inicio de un caos que saldría a la luz el lunes. El ambiente cargado de inseguridad que inundaba la atmósfera hizo salir de la boca de muchas comparaciones con la guerra civil, recordando la mañana de aquel domingo 17 de marzo de 1980 cuando una serie de ataques a elementos de la Fuerza Armada provocó un paro generalizado del transporte colectivo en todo el país.
La ola de violencia que vive El Salvador desde mediados de la década pasada, provocada por las dos principales pandillas enfrentadas sí y contra el Estado ha cobrado la algidez necesaria para que algunos ya se atrevan a llamarla guerra. Así lo respaldan el número de muertos: tres mil quinientos en promedio durante los últimos cinco años, y solo en los últimos meses de 2015, al menos 12 al día.
Esa misma violencia es la que ha hecho salir a Dinora temprano desde su casa, a bordo de un pick up que le cobró $0.50, el doble de lo que pagaría normalmente, para llegar hasta donde pudo pagar la cuota de su refrigeradora y regresaren horas de mediodía en la cama de un camión, como lo haría en la guerra civil.
-Lo que dicen es que los mareros dijeron que este día no podían salir los buses, que si salen los van a matar. Y como ya vieron que anoche mataron a uno, razón tienen los hombres de no trabajar. Ya no se puede.
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Cuando Amilcar Valle se despertó, se bañó y se alistó para ir una vez más al taller de hojalatería de su hermano, no se imaginó que horas después estaría haciendo las veces de un microbusero, jalando gente de un lado a otro en lugar de la acostumbrada chatarra.
-Yo iba en el camión desde mi casa hasta el taller de mi hermano cuando vi a varia gente que me hacía señas para que la llevara. Pero hasta ahí yo no entendía qué pasaba.
Amilcar no se había dado cuenta que, en horas de la noche de este domingo 26 de junio, miembros de las principales pandillas del país amenazaron a empresarios del transporte colectivo para que elevaran la cantidad de la denominada “Renta” a cambio del respeto a la vida de sus empleados. A cambio de no matarlos, pues.
Fue por eso que a este hombre moreno, regordete, de 42 años, padre de dos hijos y residente del municipio de Mejicanos, le sorprendió encontrar a decenas de personas en la calles haciéndole señal de parada, confundiéndolo con un transportista.
-Entonces, llegué donde mi hermano y me explicó que los mareros han mandado a parar los buses.
Aunque Amilcar no es el dueño de este camión, es quien lo maneja a diario para peinar las calles de Mejicanos y otros municipios cercanos, buscando que la gente les venda chatarra y plástico en desuso para luego clasificarlo y revenderlo a una importadora.
Pero este lunes 27 todo fue diferente. Caótico. Mejicanos es un municipio que, según la Dirección General de Estadísticas y Censos alberga a 146,672 personas, de las cuales al menos 90 mil son empleados o estudiantes, por lo que día a día se ven en la necesidad de moverse hacia otro lugar haciendo uso del transporte colectivo.
-Vino mi hermano y me dijo: agarrá el camión y te vas a hacer un par de viajes para ganarnos unas coras.
Mejicanos es uno de los municipios más violentos del país y uno de los más afectados por el paro del transporte realizado esta mañana, ya que a inicio del día, la mayoría de rutas que salen de este lugar permanecieron guardadas, y las que no, lo fueron haciendo en el transcurso de la mañana.
Fue así como Amilcar se aventuró a “hacerla de busero” y tomó su camión de cuatro toneladas, subió a René, su ayudante, y sacó el primer viaje desde Mejicanos hasta el centro comercial Metrocentro.
-Lo que para unos es malo, a otros hasta nos ayuda.
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Miguel Ángel Ventura también vivió el dejá vu. Esta mañana, mientras se disponía a viajar hasta San Bartolo se dio cuenta que no había medios para llegar hasta donde lo esperaba su hermano y entregarle unos documentos que este último necesitaba con urgencia.
-Yo creo que esto ya es demasiado. Esto ya es demasiada contemplación, se está saliendo del huacal.
Miguel Ángel muestra su rabia retorciendo un lazo que sirve de asidero en el camión en el que viaja de regreso hasta su casa. Este hombre que dice ser dos veces víctima de las pandillas, una por el acoso diario que vive cuando sale y entra a su colonia, y la otra a lo lejos, como hoy, cuando no puede regresar de forma normal porque terceros tienen miedo de que los maten por no acatar una orden.
-Mire, si este día hemos amanecido en medio de un caos, hombre. En esta situación ya no sirve hablar de leyes, si la ley no se cumple, y cuando se cumple se cumple al revés: solo con los pobres.
A Miguel Ángel le han matado dos hijos y dice que ya vivió suficiente como para estar aguantando más. Que a sus 55 años ya no está para andar en guindas, para salir huyendo de su casa por temor a que lo maten o para volver a hacer una vida en otro lugar. Sin embargo, él, y otros miles de personas seguro lo pensaron.
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El Salvador terminó este lunes 27 de julio cinco motoristas fueron asesinados por incumplir la orden de las pandillas: no salgan a trabajar. El intento de estos cinco hombres por ganarse el salario del día y, probablemente, ante la poca competencia del día, quedó frustrado en un minuto.
Ante esta situación, y los rumores de un toque de queda implantado también por pandillas, el gobierno salvadoreño reaccionó ofreciendo 140 vehículos del Estado para movilizar a los miles de personas afectadas por el paro. La Policía Nacional Civil (PNC) suspendió las licencias y permisos para sus agentes para estar “listos ante cualquier eventualidad” y el Ejército salió a patrullar las calles.
Tres empresarios representantes de la asociación Transportistas Unidos que agrupan a la mayor cantidad de unidades del país salieron en televisión señalando que “el problema se ha salido de las manos”, que “esto se detendrá cuando las pandillas digan” y que “no sabemos si mañana la población podrá o no salir a trabajar con normalidad”.
El ambiente que El Salvador vive en los últimos días de julio de 2015 se ha convertido en el punto más álgido que ha puesto en la mirilla a las autoridades, quienes hasta hoy han insistido en responder “sabemos hacia dónde vamos, y vamos por buen camino”.