El domingo llegaron once cadáveres, el lunes seis, el martes ocho y el miércoles otros once. Hoy, jueves, han llegado tres cuerpos más. Las morgues están repletas de muertos que se han acumulado. Los cinco forenses no dan abasto.
Es de noche. Afuera de Medicina Legal, en Usulután, un grupo de personas esperan a que les entreguen sus muertos. Sus rostros reflejan tedio, tristeza y un poco de resignación.
En ese lugar no cabe la consigna «muerte natural». Todos fueron asesinados. Lo peculiar del caso es que muchos de los fallecidos son hombres de grandes edades, ancianos. ¿Por qué los mataron?, la Policía dice que hay veinticinco casos en los que aún están investigando el móvil.
– Desde ayer estamos esperando que nos den el cuerpo de nuestro cliente – comenta un empleado de las funerarias que se han aglomerado afuera de Medicina Legal.
– ¿Y qué les han dicho?, pregunto.
– Nada. Acá nos tienen aguantando sed y esperando.
El hombre tiene sus propias sospechas: algunas funerarias han pactado con los médicos forenses, porque los cuerpos se los entregan con mayor rapidez.
En Medicina Legal descartan ese planteamiento. Reconocen que han estado en aprietos debido al súbito incremento de homicidios. Prueba de ello es que de San Salvador les enviaron una morgue móvil.
– Mire, la historia del señor que yo ando trayendo está interesante.
– ¿De veras?
– Ya estaba anciano. Pero si les interesa vengan conmigo, les voy a presentar a un familiar para que les cuente mejor lo que sucedió.
Caminamos unos metros y nos topamos con dos hombres más. Ellos narran, sin ningún reparo, lo sucedido.
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El crimen de don Miguel
A don Miguel lo ataron de las manos, lo golpearon y acuchillaron hasta dejarlo sin vida. El crimen fue planeado por su compañera de vida, una joven de 18 años de edad, con quien convivía desde hacía apenas quince días.
Don Miguel Ángel Ayala tenía 65 años de edad. Era un conocido agricultor del municipio de Berlín, en Usulutan. Cultivaba maíz y frijol en un terreno de cinco manzanas de su propiedad. También era dueño de un camión.
Tenía un año de ser viudo. Nunca pudo estar solo, siempre buscó refugio en alguna mujer. Desde hacía dos semanas estaba saliendo con una joven originaria de Ilobasco que había llegado a trabajar en un restaurante de Berlín.
Era de aspecto humilde, callada y devota cristiana. Al menos así aparentaba ser con la gente del pueblo y con los clientes que visitaban el restaurante donde laboraba.
Ahí la conoció don Miguel, se enamoró y le pidió que fuera su compañera. Ella aceptó, pero en pocos días le comenzó a exigir que le transfiriera a su nombre los terrenos, la casa y el camión.
Ante la negativa del anciano, la mujer contactó a su novio, un joven residente en Tejutepeque, con quien planeó el crimen.
La noche del pasado miércoles, la joven decidió citar a don Miguel a su vivienda. El señor llegó a un mesón del Barrio El Cavario. Ahí lo esperaba la mujer, quien insistió en que le firmara unos documentos que acreditaba el traspaso de bienes.
El señor se negó una y otra vez. Fue entonces que apareció el otro joven y amarraron a don Miguel. Lo golpearon hasta matarlo. Los gritos de la víctima alertó a los vecinos del mesón y dieron aviso a la Policía.
Cuando los agentes llegaron, el señor ya estaba muerto. Los jóvenes José Manuel Flores Torres y María Deysi Juárez (de 18 años de edad) fueron capturados. Ambos tenían las manos manchadas con sangre.
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La muerte de Will: un extraño asesinato
A Will le pegaron un escopetazo que le despedazó el rostro.Lo dejaron irreconocible. En las piernas y brazos tenía heridas con machete. Lo encontraron en un terreno minutos después de haber sido asesinado.
Will salió de su casa la tarde del pasado miércoles. Iba acompañado de un amigo con quien solía ir a buscar garrobos a la finca Oromotique, ubicada en el municipio de Santiago de María, Usulután.
Todo fue tan repentino que los familiares de Will no encuentran respuestas al crimen. Aseguran que no tenía relación con pandillas y que tampoco era alguien problemático.
Su primo, quien espera afuera de Medicina Legal, aún no sale del asombro. Recuerda algunos sucesos del homicidio y de la versión policial:
-Salió a tirar y no regresó. En la noche la Policía informó que lo habían hallado muerto.
-¿Lo habían amenazado?
-No. Es más, a mí me parece raro. Yo tengo mis sospechas, pero…
-¿Qué piensa que pudo haber sucedido?
-Bueno, yo no podría asegurar nada. Pero me parece extraño que al chamaco que andaba con él no le pasó nada.
– ¿Y él que les cuenta?
-A nosotros no nos ha dicho nada. Los policías dicen que fue él quien les avisó que habían lesionado a mi primo con un corvo. Esa fue la explicación que dio.
-¿Cómo así?
-Es que él iba con mi primo y, según les explicó a los policías, unos babosos les salieron con unos corvos y los atacaron. Pero supuestamente mi primo solo estaba lesionado de una pierna y cuando los agentes llegaron estaba muerto. Tenía la cara destrozada.
El hombre guarda silencio y luego repone:
-Pero, ¿ve que extraño? El otro chamaco salió ileso y nadie sabe dónde está. Yo si creo que él lo entregó, pero ojalá me equivoque.
El siguiente nombre aparece en la lista del miércoles de Medicina Legal de Usulután: Will Alberto Campos Gómez (31 años de edad).
NOTA: El director de la Policía Nacional Civil (PNC), Mauricio Ramírez Landaverde, aseguró este lunes que durante el incremento de homicidios en el oriente del país se contabilizaron 40 asesinatos en Usulután y 36 en San Miguel. «Se trabajó por controlar la situación, perseguirla y combatirla. En ambos departamentos se realizaron operaciones de investigación. En el departamento de Usulután inteligencia policial detectó grupos que estaban provocando el incremento de homicidios».
Del sábado 16 al 23 de mayo, en Usulután se registraron 55 homicidios. (Dato brindado por autoridades de Medicina Legal al periodista Mauricio Menotty).